Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

mayo 30, 2008

Rusear

Supone meter los dedos en algo que tenga consistencia líquida, y luego, suavemente, dejar caer gotitas sin ningún patrón preestablecido sobre una superficie elegida, una o dos veces como máximo. El número de gotitas tampoco está definido.

Se usa, sobre todo, para aplanchar, y para aplanchar camisas de hombres. Una se arma de tarde lluviosa, plancha y tacita con agua y rusea. Sirve además en la cocina, pero sobre todo, por la consistencia del ingrediente ruseado: aceite de oliva, por ejemplo, sobre tajadas de berenjena que se soasan en una parilla.


Es una medida que se trae incorporada, como la pizca de algo o se aprende de las abuelitas. No se rusean los animales, las personas o las cosas. A menos que uno se las vaya a comer o a aplanchar. La tecnología aun no logra, ni con las planchas de vapor, superar el efecto de un ruseado bien hecho.

Difiere del sprinkle del inglés, porque sprinkle tiene una implicación más granular y supone una cantidad, de alguna manera mayor, que lo que se rusea. La garúa tampoco se le compara, porque la garúa es mucha, consistente, y ante todo, no interviene una mano. “Echar” tampoco satisface la necesidad porque conlleva cierta noción de chorro abierto.

Al rusear algo, ni se empapa, ni se moja, no molesta. El ruseado puede, como máximo, sentir la agradable sensación de una caricia de agua, iniciada por el ruseador que corresponda. Rusear tiene algo de libertad, de capricho.

Calculo yo que es una degeneración del verbo rociar, que nos lleva, indefectiblemente a las gotas de rocío, que analizadas con cuidado, tendería uno a pensar que el sereno rusea el zacate en la madrugada. Excepto, claro, cuando estamos de temporal.

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mayo 28, 2008

Historias de perros

Una pareja de viejitos, tiene una familia enorme que nunca ve. Les sobra el dinero. La semana pasada, los bajaron del carro con una pistola en la mano, en una escena a la James Bond, dice ella. Mientras esperan lo que les traiga la vida, Jack, un fox terrier pelo de alambre, escoge cada noche con quien se acurruca. Ayer llegó Jill, otra fox terrier de apenas 7 semanas. Lo primero que hicieron fue correr a comprarle juguetes, muchos juguetes. Se durme en un bolso colgado en una puerta. Me firmaron un documento en 5 minutos. Las otras dos horas hablamos de perros.

La hija de Ana le regaló una hembra gran danés. Enorme, gris pálido, con los ojos claros. La gran danés tiene el tamaño de un ternero y la emoción de un cachorro. “Hace mucho que alguien no se alegraba tanto de verme – dice Ana- me sigue a todas partes”. Pero en menos de un mes, mordisqueó 3 rasuradoras eléctricas y se robó del barbecue metro y medio de chorizo que el esposo se Ana llevaba hora y media chineando. “Yo no pienso vivir así, condicionado por un perro”- reclamó él. Y la echó. “He llorado esa perra por más de mes y medio. Todas las madrugadas me despierto a las 3 de la mañana, de repente, como si la estuviera oyendo. No esperé que me doliera tanto algo así. Nunca se lo voy a perdonar a mi marido”.

Una amiga, que vive en una finca, se puso a jugar con las vacas, cerró los portones y dejó afuera a su pastor alemán. Él, por supuesto, se fue. Lo buscamos de día y de noche, en todos los barrios. Pegamos “se busca “ en supermercados, cantinas, pulperías y restaurantes. Ofrecimos recompensa. Salimos en medio de la lluvia pensando si a tres días de perdido, tendría hambre, frío, cómo le estaría yendo con esta lluvia. Antenoche llamaron. Un hombre lo compró por 50 mil pesos y cuando salió a caminarlo por el barrio, un pulpero lo alertó de que era un perro ajeno. La honestidad le alcanzó para devolverlo.

En Chile, al mejor amigo se le dice perro. Los perros son parte del paisaje urbano de Santiago. No hay plaza que no tenga una pandilla de cuatripatudos simpáticos de colitas alegres. Se les dice quiltros, que es una palabra mapuche. “Mi perrito” es una expresión de cariño para un hijo, para una pareja. Y cuando las cosas se ponen difíciles, y ellos se quedan y dan la cara, entonces aperran.

Maje, el perro de un amigo, fue llamadado por San Francisco de Asís o algún comunista perrero al cielo de los perritos. Lo sobrevive su gran amigo Che, otro perro, que, como la hormiguita de aquel cuento, lo siente y lo llora.

El mío, mientras tanto, está de vacaciones, viviendo la vida de pachá en las montañas de Heredia. Se embarriala a gusto y entra sacudiéndose y de un brinco cae en alguna cama de sábanas claras. Hace lo que le da la gana. Aprendió a jugar de enfermo, se echa en un sillón a que lo examinen y permanece 10 minutos exactos muy grave. Luego se levanta y va por más barro. Dicen que ayer, por primera vez, logró atrapar una ardilla. Le pudo más el instinto que la compasión y la mató. La andaba en el hocico, orgulloso de su presa. Ayer Fuser fue menos bebé y un poco más perro.





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mayo 23, 2008

Cómo le dicen?

Como yo no tengo en términos prácticos nada que reclamarle al Antídoto y mi infancia disfuncional exige drama en mi vida, cuando siento la necesidad, le alzo la bronca al Patán. El ya sabe y lo soporta estoicamente. Son cosillas novelescas como “Estoy resentida, para que sepás, oíste?”. O le digo “Hoy ando buscando camorra. Me parece una barbaridad que aquí y allá”. Usualmente termina cuando se me acaba la cuerda, el Patán pregunta que si ya tuve suficiente y yo digo que sí. Al principio, el Patán intentaba defenderse. Ahora lo acepta como los machos. Es como un ritual muy nuestro.

Pero a veces se me descontrola la cosa. Por ejemplo, el otro día, el Patán me forwardea un correo que le mandaron a él, donde la mujer que se lo envió, se refiere a él como, digamos, “Alberto”. “Alberto”, con toda la confianza, sin el "don" de señal de respeto y ni siquiera tratándolo de usted… como hago yo.

Mando correo furibundo exigiendo explicaciones de porqué esa sometida se toma atribuciones de tratarlo por el nombre de pila, con ese nivel de montura, mientras que yo me veo relegada a las formalidades que marcan nuestro trato. Mi correo decía textualmente esto:

“ESTIMADO “ALBERTO”?

Resulta que todo el mundo te trata de Alberto… aterro de igualadas resbalosas…"

Dejando marcadas las canchas para el próximo reclamo. Cuando me llama, de tirriosa, insisto en el punto “Cómo es esa vara que
esa mujer te dice “Alberto” y yo, en cambio, de don para arriba y que esto y lo otro, AH?”. Uso la palabra mujer como si fuera un insulto. Algo que aprendí de mi abuela, que lo usaba para referirse al aterro de putarrones que andaban con mi tío.

Pero volvamos al Patán, que, acorralado, me contesta:

“Mirá, a mí las hembras me dicen de todo. Algunas me dicen Albertito. Otras me dicen Papi, algunas me dicen Negro, vos te imaginás que me digan a mi negro, porqué, ah? Qué será la vara? Otras me dicen mi amor, otras me dicen quiero más y otras me dicen Tito. Ya? Contenta? Vos como me querés decir?”

A mí estas cosas me entran flojo. Flojísimo. Y se lo digo:

Nadie me tiene de bocona por andar preguntando mierdas que la próxima vez no digo ni picha porque la verdad es que a mí que me importa si vos no sos nada mío por dicha, eso me pasa por sácalas y metiche me lo merezco por hijueputa…”

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mayo 22, 2008

Perspectivas

Lo que el gusano llama el fin del mundo, otro llama mariposa.

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mayo 15, 2008

Cosas tontas

Entotoroto al Antídoto que vamos a la embajada que es cine chileno, que esta es de las vivencias de los hijos de los exiliados, que cada cuánto ves una película donde hablen de gente como vos, que vamos, que estoquelootro.

Y vamos. Y vemos la peli. Y uno de los exiliados, hablando como quien cuenta lo que vio en la feria el sábado dice en medio documental, al hablar sobre lo que él le ha dicho a sus hijos:

“ Yo les conté todo, porque a mí me hicieron cosas, lo típico, los milicos: me pusieron electricidad, me sacaron la cresta, me golpearon, me tuvieron vendado, me amenazaron, me decían que me iban a matar, me hundieron en agua, me tuvieron colgado, me mataron un hermano, a mis viejos. Cosas, así, lo usual, cosas tontas. Pero otros compañeros vivieron cosas, terribles, experiencias que… experiencias que yo no sabría cómo hablarlas con mis hijos”

Y de nuevo el silencio. Ya van 33 años. 33. Y el silencio.

Del martes pasado en 15 vamos de nuevo.

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Framed

Cuando llegué, me encontré a Pelusa llorando en una esquina. Llora calladito, y se le llenan de lágrimas sus ojos rasgados. A Pelusa le puse yo, Pelusa. Ella me dice a mí Zapatos Rojos, en su forma enredada que tiene al hablar. Mi pelusa tiene síndrome de down y lloraba en una esquina.

Cuando me vio, me abrazó con fuerza, su naricita de botón apretada a mi cintura y lloraba, sin decirme porqué o que le había pasado. Reconstruí la historia con cuentos a medias de chismosos y testigos.

Sara, un adulto como yo, trajo a su sobrinito de visita al kinder. El sobrino tiene casi dos años y a pesar de la edad, se ha perfeccionando como un insolente. Anda cargando un muñeco de peluche al que le dice Yiyi. Yiyi se huele a cien metros de distancia. Sucio, babiado, descolorido, roto en una esquina, tuerto de un ojo, comparte la cuna del sobrino, lo acompaña a todas partes, come antes que el niño y en general, se ha acreditado el lugar del favorito de la casa. A Yiyi nadie se atreve a tocarlo y no es solo por el asco. Para poder lavarlo, se arma una operación clandestina para secuestrarlo, mojarlo, enjabonarlo y secarlo, todo eso en la madrugada.

Mi Pelusa, simpática y querendona, le asignaron perseguir al sobrinito por todas partes y asegurarse que no se fuera a caer. Quién sabe por dónde lo anduvo, qué canciones le cantó, qué cosas le enseñó, o cómo lo entretuvo. La cosa es que al irse el sobrino, Yiyi había desparecido de sus brazos.

Ahí comenzó todo. Sara acusó a mi Pelusa de la desapareición y trató de hacerla confesar de mil maneras: por favor, te lo advierto, digame ya que el chiquito está llorando… así hasta el hostigamiento.

Pelusa negó todo. Es más, identificó un culpable: Se lo comió Zuzú, es decir, Fuser, mi perro.

Registraron el patio. No habría rastro de Yiyi, ni siquiera un trapito mordisqueado. Entonces la Pelusa pasó de nuevo al banquillo. Se desesperó buscando a quien echarle la culpa.

- Papi se lo llevó en una bolsa. (Papi tiene 81 años, parkinson, y no creo que recuerde qué es un peluche

- Que llamen a Coqui (uno de los trabajadores de mantenimiento del kinder. Lo llamaron y nada, obvio)

- Fue Henry! (su archienemigo de siempre, que ostenta la condición por ser liguista)

Cada excusa parecía confirmar la culpabilidad de mi Pelusa, que tiene antecedentes de malquerer a Sara y siempre le hace trastadas, como esconderle el pedazo de pizza, vaciarle el locker, decirle liguista o groserías similares. El sobrino pedía a gritos esmorecidos su Yiyi y llegaron la mamá, el papá, la abuela y una tía, con focos, a buscar el muñeco del mocoso, todos con lágrimas en los ojos, desesperados por el dolor del insolente.

Pelusa, viendo la cosa cada vez más compleja, buscó a su hermano mayor, que siempre la ha protegido y le pidió: “Llamen a papatos rojos – yo- para que me defienda”.

Al final el comité de búsqueda se retiró sin haber encontrado a Yiyi. Se presagiaba noche de tormenta con un niño lloroso que no podría dormir sin su compañero. Mi Pelusa, entre tanto, tiembla de miedo.

Consolé a Pelusa y le dije que yo sabía que el responsable era Fuser. Lo regañé muy fuerte y lo amenacé con pelarlo coco, enfrente de ella, como castigo de haberse comido al Yiyi. Le advertí a los chiquillos del kinder que dejaran en paz a Pelusa que ya estaba claro quién era el culpable. A Sara le aclaré, cerrándole un ojo, que fue Fuser, Fuser y solo Fuser el delincuente y que la Pelusa nada tenía que ver en el asunto.

En su casa, Pelusa es culpable hasta que se demuestre lo contrario y la castigan. Yo sé lo que es eso. Yo crecí en un lugar así, donde saberse inocente no es ningún consuelo, y la certeza del golpe depende de un capricho. Cada quien vela por cada uno. El miedo te marca. Siempre.

Ya, Pelusita. No les hagás caso. Yo te defiendo.”


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mayo 07, 2008

No voy. Me llevan. Parte I.

En media reunión, el cliente me dice que si voy con ellos a Mayami. Digo que diay, que si me necesitan, sí. Dos minutos después tengo boleto, hotel, impuestos pagos y recomendación de no llevar líquidos en el equipaje de mano.

El cliente, que tiene antecedentes de interrumpir reuniones con abogados hot shot para irnos todos en el carro alquilado de shopin', me ofrece irme en el vuelo de la mañana, más temprano, sola, eso sí, para aprovechar y desplumar mi billetera en la colección de verano o en un K-mart.

Rechazo el ofrecimiento por aquello que en el aeropuerto me confundan con el señor Fiscal General de la República de Costa Rica, a pesar de las diferencias obvias (no solo de estatura) y me detengan, digo retengan injustificadamente. Ante semejante cosa, al menos en grupo, puede que alguien me llame a la cordura y evite que haga yo una escena.

No es el único rechazo.

El cliente ofrece compartir su habitación en caso que no haya reservación por hacerlo todo a la carrera. Observo y callo. Todo pareciera indicar que es un Patán wannabe, picado porque cree que me las sé de todas, todas. Ya me encargaré de dejarle saber que Papi es Papi y que como Dios, solo hay uno: el verdadero.

Aclaro que no es que me crea un culazo, ni mucho menos. Reconozco que por unas librillas adicionales, me descubrí ayer en el espejo un traste digno del Tropicana, pero eso es otro cuento. A lo que estaba: Es que, al parecer, hay gente que como el Patán, reacciona en automático. La pulsean con cualquier cosa que use enaguas y si pegan, pues ahí ven si apechugan o si salen huyendo.

Voy y vengo al día siguiente, encerrada en reuniones. Mimí diría que lo cuento por ridícula y fachenta y le explicaría al público imaginario que pareciera que me hubieran parido en un avión a juzgar por mi contentera por cualquier mierda de estas.

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mayo 05, 2008

E.S.I: Estímulo sexual INHIBITORIO

Esta joyita la coseché de uno de los esqueches de "De 5 a 7", de escucha obligada en las presas de Escazú a San Pedro:

"Así me gusta mamita: flojita y colaborando"

A mí un lance, una pareja o un ginecólogo me dice algo así, ¡me levanto, agarro mis calzonillos y voy jalando!

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mayo 02, 2008

El patán: 3 casos de estudio

CASO UNO

Tengo una reunión. Es un cliente nuevo, no conozco sus oficinas. La secretaria me dice “Frente al Motel El Cielo” y me cuelga. Me deja en las mismas. Me da color llamar a preguntar la dirección de nuevo y me pregunto quién podrá ayudarme:

(555-5555) Nótese los 7 dígitos

“El ICE le informa que antes de cada teléfono fijo debe colocar un 2….”

(2-555-55-55)

- Aló…(con tono de estoy haciendo mil cosas pero contesto porque sé que sos vos)

- Don Cosito? Es Sole. Tiene un segundo? Es que ando manejando y estoy perdida porque tengo en 10 minutos una reunión y la dirección que tengo es frente al Motel El Cielo y no sé a quién preguntarle.

- Cómo? Venime, seguro que no sabés dónde es. Me vas a decir que nunca has ido? Antro porqué, si más bien esos lugares resultan una solución inteligente para mucha gente, ah? Nada de antro tienen. Más bien hay que estar muy agradecido con el mae que inventó esas varas. Sí, además de que ese mae debe estar podrido en plata el hijueputa. Ve, te vas para donde quedaba antes mi oficina de antes y de ahí….
____

CASO DOS

Lo llevo a una reunión a la Embajada de Chile. Milagrosamente llega temprano. Entramos juntos después de fumarse el eterno cigarro. Yo de primera. El, como Pedro por su casa, deja el portón macizo, forrado en cobre, abierto. Yo, que me vuelvo a ver si viene detrás de mí o si se quedó pajareando, le digo siseado (como lo regañaban a uno en misa)

- Ce-rrá la puer-ta! Tenés cola o qué te pasa?

Se detiene sorprendido y mira hacia atrás. Entonces, en voz alta, se queja:

- Puta, manda huevo que no tengan un brazo mecánico en esa puerta! Si no valen ni mierda. Chingo de seguridá! Ves? Por eso, por pobres, es que los van a volver a matar a todos el día que el tombo de afuera se ponga lucas…

Para la habladera cuando me le acerco y de forma amenazadora le digo que es un grosero y un imprudente y que cómo se le ocurre decir esas cosas.

- Ah? Qué? Estos maes no tienen sentido del humor? Por cierto, aquí saben que vos sos allendista?
___

CASO TRES

En mi intento por hacer de él una mejor persona, y apelando a sus ancestros italianos, le mando este videito. Tal vez, me digo, tal vez, le toque alguna cuerda de sensibilidad enterrada hace mucho tiempo.



Luego lo comentamos por teléfono. Más o menos como una sesión terapéutica.

- Lo que más me impresiona- me dice, en su opinión experta- es el factor sorpresa.

- ¿Qué factor sorpresa de qué cosa? ¿Vimos el mismo video?

- Sí, Sí, el del gordito cantando. Si uno lo escuchara en un disco, pierde toda la gracia. Sería un mae más que canta ópera. Pero ya, viéndolo, con esa cara de idiota, uno nunca se espera que cante así. Eso es lo que impacta.

Tengo que reconocer que es un ángulo que yo no había contemplado.

- Claro- le digo- Sería como si en una reunión vos te acercaras a decirme algo y en lugar de comerte a alguien o decirme alguna barbaridad, me dijeras “me gusta cuando callas porque estás como ausente”. Me queda clarísimo.


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