Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

enero 30, 2006

Breve clasificación de los fines de semana

Hay fines de semana breteados, llega una en jeans y camiseta a la oficina. Se la pasa descalzo de un lado a otro. Come sushi y porquerías en el escritorio. Pone a Silvio Rodríguez a todo mecate y se oye de un extremo a otro. Cuando me aburro, interneteo o me da por el shoppin cibernético en amazon. Trabajo hasta la hora que me da la gana. Almuerzo si quiero y si no, me doy un vueltín aquí cerca. Interrumpo a otros compas que vienen a trabajar y discutimos como mejorar todo en la oficina y lo que haríamos de tener la harina o los huevos. No atiendo ni teléfono regular, ni celular ni anda ningún cliente acosándome en el msn. Pensándolo bien, hasta suena como un día de esos normales entre semana en los que aunque me disfrace, vengo en ánimo de shores y chancletas.

Hay fines de semana muertos. Recuerdo a mi amigo Rododendro, que se sentía y estaba tan solo, que temblaba de pensar que ya era viernes y se pasaba buscando fórmulas para dormir más y más sin ayuda farmacológica y despertarse ojalá un sábado a las 4 de la tarde para que el día se le hiciera corto y no lo acosara tanto la soledad y el silencio. Y los domingos de mañanas quietas y desayunos largos, leyendo hasta los anuncios de damos gracias de los periódicos para así matar tiempo, sin ganas de salir a ningún lado para no ver gente sonriendo que le recuerde lo deprimente de su caso, y cuando había suerte, llevar a los 4 monstruos de sus sobrinos a comer a que exhiban su malacrianza y hagan un reguero de vainilla con pleito incorporado por cómo repartir entre 4 dos ventanas, o visitando una mamá neurótica y quejosa que solo tiene para él reclamos, estupidizándose frente a un televisor con futbol, con enlatados, con películas que no le importan … deseando que fuera lunes para volver a tener contacto con seres humanos.

Hay fines de semana de vampiros. Como cuando yo era joven y casi irresponsable y nos íbamos al pacífico en una tienda de campaña que se inundaba pero daba igual porque no llegábamos a dormir si no hasta las cuatro de la mañana arriesgando el pellejo por carreteras oscuras y choferes designados por ser los dueños del carro y no por sobrios. Entonces se embarraba uno todo el cuerpo de aceite y era tal el cansancio que caía muerto en el paño asoléandose en la playa y más que bronceado terminaba ardido, para irse despertando como a las 6 de la tarde, bañarse, cambiarse y ver a dónde ir a seguirla, qué ponerse y si nos encontraríamos al mismo grupo de borrachos, mientras yo, abstemia desde aquellas épocas, cantaba a los cuatro gritos la canción de un grupo panameño desconocido que decía “soy un vampiro abstemiooooooo…” y sobrevivíamos 5 días a punta de Gerber, galletas canastita, y de cena fastuosa, salchichas fritas con mostaza y mucha mucha aguas negras del imperialismo yankee en la época en que se tomaba con toda su azúcar y hacíamos muecas de asco ante la lata que decía “Light”; hasta que algún adulto conmocionado de nuestro esfuerzo auto-destructivo, nos invitaba a almorzar porque éramos amigos de su hijo y arrasábamos con la cabina, recuperábamos fuerzas durmiéndonos en camas ajenas, le pedíamos a la señora Aloe o ella ofrecía leche magnesia para las quemadas y quedábamos eternamente agradecidos.

Hay fines de semana de locos. Doy clases en la mañana en el kinder, biografías en la que mi emoción por ciertas cosas convence los 4 angelitos de colegio, que Martin Luther King era un maricón comparado con Malcolm X. Recogiendo los souvenirs orgánicos de Fuser en el patio mientras me corretea para que juguemos con una bola o llevándolo al veterinario. Yengo a pagar el carro, la luz, el teléfono, cambiar cheques. Visitar el “Studio” de Willo mi corta-pelo para domar melenas. Haciendo mandados chiquitos de super, visitas, analizar precios, pequeñas compras. Ir en la tarde por las tiendas del centro de San José con mi amigo M; buscando super ofertas y asombrándonos de la capacidad de pirateo de los chinos de la China de verdad y de lo barato de los productos. Corrigiendo cuentos, viendo películas, visitando la finca, reuniéndonos para hacer planes. Hacer cortísimas visitas familiares. Encerrarme dos horas a leer un libro. Limpiar mi casa, mi oficina del kinder, acomodar el armario…

Y hay fines de semana RHAC. No confundir con RAC, término legal para la resolución alterna de conflictos y que lleva a los arbitrajes, que son como juicios, pero más caros y más rápidos. Yo digo RHAC. Aptos para fin de año, semanas santas, fines de semanas cortos, normales o largos. No es una cuestión de horas de vuelo, es una actitud, una forma de enfrentar esos momentos de descanso. Momentos, más o menos extensos en los que desaparece el celular y celebra uno cada hora en la que ha estado lejos de un teclado o del correo. Donde no hay que llegar a tiempo a ninguna parte. Donde las reglas son las que yo invento y no las que nadie me impone. Donde llevar más de dos mudadas es desperdicio.


Son RHAC porque se la pasa uno Ruleando, HArtando o Cul..tivando el espíritu… en otra de sus versiones, se la pasa uno igual, Ruleando, HArtando y en lugar de actividades agrícolas, Cogiendo… fuerzas para afrontar la semana que sigue. Y cuando una opta por el RHAC, en cualquiera de sus modalidades, vale madre que llueva o haga sol, o sea la playa, la montaña o la casa, que quede cerca o quede lejos, que sea bonito el lugar o sea feo, bullante de actividad de lagartijas que hacen sonidos como pajaritos porque quieren aparearse o quieto como un desierto. Cinco estrellas, másomenos o un pulguero. Lo que cuenta es otra cosa que no va en las iniciales sino, y perdonen que insista, en el lugar donde las cosas realmente importan. Y creo, sin temor a equivocarme, que esos fines de semana son de mis favoritos.

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enero 26, 2006

Clases de natación

En estas semanas, he estado a punto de tirar la toalla, literalmente, empapada y con cólera, a mi ticher de natación y huir a toda chancleta antes de que me devuelva el golpe. Nunca he entendido a los friks del deporte, que después de una sesión de una o dos horas, en que su ticher, treiner o lo que sea, les grita y los trata desde señoritas hasta de inútiles maricones, y los maltrata y abusa de ellos verbalmente, ellos dicen que fue riquísimo y edificante. Por eso y porque soy una inútil para la actividad deportiva, y se me lastima el corazoncito cuando me gritan o las cuerdas vocales cuando grito de vuelta, siempre he evadido esas situaciones tan sadomasoquistas. Hasta ahora.

En mis primeras clases, me humillaba el hecho de que una enana que casualmente se llama también Sole, y que filosofó conmigo en el vestido 15 agotadores minutos de esa enorme casualidad de la vida, de la que primero pensé “La pobre, aun no sabe nadar, que humillante para ella que las dos estamos en el mismo nivel” me aventajara poderosamente. Parecía Mark Spitz la cabrona, mientras yo batallaba por coordinar los brazos, piernas, respirada, buceaba buscando mis antejos de nado, con flotadores amarrados por todas partes y agarrada de la orilla.

Me molestó además que de una sola mirada, mi ticher sentenciara que yo nunca debí haber nadado dorso (que fue justo con lo que me lesioné) sino libre, porque para eso servía el cuerpo que ando arrastrando a saltitos de un lado al otro de la piscina.

O sea, mi ticher es de esas prejuiciosas que parten de que las personas largas automáticamente nos hemos dedicado a los deportes en años mozos, particularmente al basket y que si no lo hemos hecho, somos un desperdicio en dos patas. Desde la óptica de esa gente, los títulos académicos los saca cualquier pasmado y que sean los bueyes los que bretean. Un cuerpo hecho en mi caso para el atletismo, volleyball, basket y natación, según me informan de forma gratuita ella y otros tantos metiches, independientemente de que les pregunte o no, debió dedicarse única y solamente a hacer músculo al ritmo de los gritos de rabia de un entrenador volado.

A esa gente, usualmente la saco de su ensueño y les digo clarito y con todas sus letras que es un mito urbano eso de que los largos siempre nos dedicamos en los años idos a rebotar por una cancha y meterla con pirueta incluida en la canasta. Y que yo quisiera saber qué tan rápido se pueden leer 400 páginas y cuánto retienen o si tienen ortografpia de rechupete o letra bonita.

Mi ticher se la pasó las primeras 6 clases en una corregidora insoportable, a la que yo contestaba bajo el agua con los insultos más gruesos de mi colección personal. En lugar de alzar camorra, la combatí disculpándome como si yo tuviera la culpa de que el cuerpo no me hace caso y una imposibilidad cerebral para el nado. Poco a poco me he ido acostumbrando, y ella, o se dio por vencida o ya yo hasta el gustico le encuentro.

Y no todo es malo. Nadar en Escazú en piscina para comemierdas es de las mejores cosas para malcriados y maricones como la que les escribe. Yo puedo estar parando cada brazada y media pidiendo aire a gritos y haciendo un alboroto peor que Willy la ballena en una tina, que me aplauden y me dicen “Vas muy bien Sole”. Yo paro después de media piscina y anuncio que ya no aguanto y me voy a la orilla a hacer burbujitas con los de 4 años, y me aplauden. Me dicen que haga técnica con tres brazadas y respiro e informo que no me da ni la gana ni el aire y que lo voy a hacer cuando me ronque y me responden con sonrisa “como usted quiera”. Además que la piscina es calentita y techada y tienen radio y musiquita durante la hora completa de tortura.

Por todo eso, ya me había resignado a no aprender nunca a nadar libre. Porque aquí la vara era que o me alineaba a la maltratadera o no aprendía ni mierda. Me resigné a que dos veces por semana, a medio día, iría a hacer dizque intentos y que a juzgar por como me late el corazón y se me agita todo, tal vez contara como ejercicio y a volver al dorso en unos 15 años, cuando me deje de doler el brazo derecho. Y miraba con atención el reloj del techo para ver los minutos pasar lentos como yo en el agua tratando de nadar, rogando por el grito de “Sole, esta es la última” .

Hasta hoy. Porque hoy me di cuenta que algo de habilidad debe tener mi ticher o yo, porque hoy logré nadar de libre una piscina entera, sin tragar agua, sin poner los pies en el suelo, sin sentirme que me ahogaba. Es decir, casi casi aprendo a nadar libre. Me falta literalmente, un pelito. Entonces ante la prueba irrefutable que de alguna extraña manera en efecto aprendo, y que puede ser que después de tantos años de no asumir algo así, completamente nuevo, pensé que no era tan malo y que mal haría yo en abandonar, como una cobarde, este proceso, cuando ya he abandonado en la vida tantos otros y algunos de los que me arrepiento cada vez que me acuerdo. Así que de una vez pagué la mensualidad el mes entrante. Con la misma ticher. Vamos a ver cómo me va. Será muy feo para las Poll que me incluyan en el equipo Olímpico?

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enero 20, 2006

Marchamos y Mimí

Esta semana a pesar de todos mis intentos, ofrecimientos monetarios, manipulaciones y pataletas, no conseguí a nadie que llevara a mi pitufito a Riteve (pendiente desde octubre del año pasado). Así que me levanté amaneciendo, alisté a Fuser y su neceser perruno, lo deposité en el kinder (llegó de primero y feliz porque habían bastantes “pafaritos” que espantar a ladridos) y me dirigí a la estación de Rieteve donde saqué la cita, que queda allá en el monte. Tercer semáforo de la carretera a Limón a la derecha.

Tomé las previsiones necesarias: micro falda y cara de burra. Durante los escasos 40 minutos que estuve en el lugar, inicié preguntándole a la primera persona en uniforme que vi que me diera un detalle completo de lo que tenía que hacer y en dónde. Cuando me tocó la revisión, con carita de estúpida respondí a la solicitud de “prenda las luces bajas”, que no distinguía una de otra y que nunca he sabido donde prenderlas. Lo mismo dije con “abra la tapa”, “accione la chunchita que tira agua”, “prenda la luz del freno”, “avance” (Nota de Sole: en esa me pasé… pregunté “Hacia adelante?”) .


Pasé rauda y veloz por toda la prueba, pegando gritillos de asombro cuando me movían las ruedas y preguntando a cada paso “y qué? Cómo salí? Qué chustirijillo!”. Probablemente las feministas me odiarán por reforzar el estereotipo, pero yo soy de las que pienso que hay que aprovechar las ventajas que da natura y allá los brutos que nos benefician por eso. Eso no me hace ni más ni menos ser humano, ni más o menos burra; pero eso es tema para otro cuento.

Y hoy pagué mi marchamo. De nuevo yo solita y sin ayuda. Es rara esa sensación de sentirme no clandestina y en regla (recién el 3 de enero renové licencia vencida hace dos años) por primera vez en mucho tiempo y de no temer los operativos de la policía de tránsito. Hasta ganas me dan que me paren para ver qué se siente rogar para que no me pongan un parte o decir que ayer me robaron los papeles del carro… me durará hasta octubre esta sensación de cumplida. Y luego, vuelta a la emoción de andar ilegal.

Y hoy, por venir pensando en la inmortalidad del cangrejo y el poder inconmensurable de la libertad de libre tránsito gracias a que el Gobierno de Costa Rica considera que mi carro es apto para el camino y yo para conducirlo, lo que habla muy mal de su capacidad de análisis, pasando por la Clínica Bíblica casi atropello a una viejita con su nieta.

Frené en seco (por suerte no me dieron por detrás) y las invité a pasar la calle con mi mejor sonrisa de tolerancia… hasta que vi a la señora. Tan parecida a mi Mimí y a sus ojos negros. Y su nieta, tan parecida a mí a esa edad. Caminando como caminábamos nosotras, la abuela erguida y contenta y la nieta llevándola del brazo, no porque le cueste caminar sino porque querían ir de la mano.

Y pensé en que si mi abuela hubiera sido chilena, podría decirle que la echo mucho de menos; si hubiera sido tica, que me hace muchísima falta, para todo, para tomar feca jugando al billar, para cocinar juntas, para caminar, para rememorar, para querer, para oír tangos, para cantar, para que me cuente historias, para que me repita que tengo que aprender a vivir, para oírla otra vez reír, para abrazarla y que me abrace y decirle lo que no le pude decir suficiente, una y otra vez, que la quiero. Que la quiero mucho.

Pero como mi abuela era nica como lo soy yo en la mitad del lugar donde importa, en esa isla de solentiname del corazón, sé que lo único que podría decirle y que ella podría entender desde la memoria donde vivimos es “No me hallo sin vos”.

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enero 18, 2006

I say tomato, you say tomatoe... en technicolor

Dijo él:

“Para que me entendás: Los griegos tenían una noción de la luz, o mejor dicho, de la visión como si el asunto funcionara con "rayos" que salían de los ojos y "palpaban" el mundo. Alguno de todos señaló que el problema con la idea era que "mis" rayitos se encontraban en algún lado con "tus" rayitos.

Como veinte siglos después, la sabandija rastrera de Newton propuso que la luz en realidad eran muchas partículas diminutas que se movían por todas partes. Había un debate, no me preguntés entre quienes, lo importante es que no estaban de acuerdo respecto a si la luz se movía como ondas en el agua o más bien como piedras lanzadas por el aire. Para justificar su favor por las partículas, él… ¿cómo que cuál él? NEWTON. Newton es él del que te venía diciendo. Poné atención. Bueno, él decía que era sabido que las ondas "doblaban en las esquinas"- ya te explico cómo- si tenés una piscina con una esquina, y haces olas de un lado de la esquina, las olas llegan también al otro lado, o sea, "doblan" la esquina. Por ello, si la luz fuesen realmente ondas, deberían verse bordes difusos en las sombras. Una forma particular de esas sombras las había visto Grimaldi algún tiempo antes, pero Newton elaboró una complicada explicación para ese fenómeno particular. No. No tiene nada que ver con los de Mónaco. Acordate. Todos los reyes son malos. Y vagos por añadidura.

Huygens propuso casi al mismo tiempo que Newton una teoría basada en el concepto de las ondas. Interesantemente la teoría de Newton no podía explicar cosas que la de Huygens sí podía, entre ellas algo que hoy en día se conocen como "los anillos de Newton". Los anillos
provienen de un fenómeno llamado interferencia. Si uno tira dos piedras en una posa de agua se crean olas en algunos lugares, pero hay otros donde el agua permanece relativamente calma. ¡Claro que importa quién era Huygens! ¿Me vas a dejar terminar de hablar?

La razón por la cual las pinturas de Monet se ven tan bien tiene también que ver con interferencia. La forma en la cual coloca colores uno al lado del otro produce el efecto que produce pues los colores se funden unos con otros. Es curiosamente algo que no existe en la
pintura en sí, sino en el hecho que una persona la está viendo. Con Seurat el efecto es más dramático aún, pues lo que está pintado y lo que uno ve es completamente diferente. Entendiste?”

Dijo ella:

“La gotita de azul se hechizó con aquella gotita amarilla que brillaba a su lado, solitas las dos en la inmensidad del lienzo blanco. La gotita amarilla era muy tímida y no se atrevía a enfrentar la mirada azulita porque sabía que si lo hacía nunca más podría ver otro color en su vida amarilla.

La gotita azul sabía que se secaría triste y sola si no hacía algo. No se perdonaría, por ejemplo, si el rojo les rompía estridente aquel ensueño o el blanco los borraba para siempre del mundo o el negro les impedía verse.

Le pidió ayuda a la pluma para escribirle un verso: “Quisiera ser pintura de base de cobre para fundirme en el calor del sol de tu tintura y entregarme puro a vos”. La pluma lo acusó de cursi y barato. La gotita azul le respondió que, algún día, cuando encontrara el tintero de su vida, lo entendería.

La gotita amarilla escuchó al papel recitar el poema y a la pluma quejarse de lo bajo que había caído la literatura y la poesía. El amor de colores la llenó de los rayitos de sol y del color del trigo que se pintan de amarillo y se atrevió a extenderse en una manchita hasta darle la mano a la gotita azul. Así, sin decir nada, calladita. La gotita azul la tomó y se la dejó entre la suya y le susurró historias de cielos y de mares de todos los azules del mundo y de Valparaíso, la ciudad al lado del océano lapislázuli y pacífico. Y soñaron.

Argenteuil, julio 25, 1872.

Creo que finalmente encontré el efecto que quería sin tener que mezclar los colores. Bastó colocarlos uno al lado de otro, con toques cortos y pequeños del pincel delgado. He conseguido un verde tierno e intenso que me recuerda el tono de los nenúfares. En un estanque, con un puente blanco atravesándolo. Tal vez funcione. Claude M. “

(Nota de Sole: Agradecimientos sinceros, de esos donde dice una graziaz!, al donante de la sección científica del relato. No se crean que esta sujeta conoce tanto dato curioso)

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enero 16, 2006

Señales de locura

(Nota de Sole: Sigue Petra con calentura con el tema de Diógenes. Este a petición de María. Para pedidos, ya saben)

Cada vez que lo veo, haciendo el ridículo en la plaza, el centro de la burla de los ciudadanos de Atenas, la voz de Hipócrates me retumba en el cerebro:

Llevaré adelante ese régimen, el cual de acuerdo con mi poder y discernimiento será en beneficio de los enfermos y les apartará del prejuicio y el terror.

Y me veo a mí, recién graduado, repitiendo convencido el juramento y comprometiéndome a cumplirlo y a dedicar mi vida a ello. Desde entonces, he sanado a muchos hombres de las enfermedades y posesiones más extrañas. Mis manos tienen el poder que le otorgó Asclepio y es por los dioses que puedo curar. Pero nunca he visto algo como Diógenes ni como los espíritus que lo moran, y le dictan su locura.

Mi maestro me dice que no tiene sentido intentar curarlo. Que su locura está más allá de mí, de él, de la medicina y para convencerme, me ha pedido que lo siga cuidadosamente unos días y tome nota de sus actos. Y lo he hecho, pero no me decido ni me convenzo. No sé si es un enfermo o un hombre libre y si yo, un simple médico, tengo derecho de sacarlo de ese mundo donde vive o si Diógenes siquiera querría abandonarlo.

No es en vano que le dicen el perro. Se comporta como uno de ellos y solo conoce la ley natural. Los ciudadanos le tiran huesos al pasar y el los atrapa e incluso orina sobre ellos, ladrando alegremente y rascándose con un pie las pulgas imaginarias. Pero también lo he visto discutir con Platón en su mismo nivel y vencerlo. Es un perro que se cree filósofo. Es un filósofo que se sueña perro.

He notado además que tiene plena conciencia sobre el placer y, probablemente, con los sentidos de pudor y vergüenza traumáticamente atrofiados. Lo he visto masturbarse en plena plaza a vista y paciencia de mujeres y niños mientras repite como un poseído: “Ojalá el hambre también se saciara con frotarse la barriga!”. No son los desvaríos de un loco. Son los sueños de cualquier sabio, el remedio perfecto, la cura universal, la puerta al Olimpo.

Esto, que tengo, no me basta. Creo que necesitaré aun más datos para un diagnóstico claro.

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enero 14, 2006

El test de la Muralla

Pensando en esto de cómo Diógenes decidió si tenerle miedo o no a Alejandro, me acordé de esta canción, que es una de mis favoritas. No es para nada comercial y ha de ser bien desconocida.

Es una musicalización de un poema de Nicolás Guillén (cubano). La he escuchado en versión de Cuarteto Zupay, Inti Illimani, Quilapayún y esta, que debe ser la más ingeniosa por las modificaciones que le hacen a la letra y por resolver un enigma. La conseguí en un disco que se llama Músicos de la República, en Uruguay y no tengo la menor idea de quienes cantan. Me encantaría saber para conseguir más cosas de ellos.



En la última estrofa, vuelven el resolver el antiquísimo dilema de si cómo saber si algo es una cosa buena o una cosa mala. Ponganle cuidado a la letra (con atención porque es con acento uruguasho):

Tun tun

Quién es?

No sé, mirá, es un tipo que viene con un acorde medio raro, no sé si dejarlo entrar

Y bueno, hacele un test, preguntale por ejemplo si entre una cosa buena y una cosa mala elegiría la cosa buena o la cosa mala. Si te dice la cosa mala, no lo dejés entrar porque es aliado del imperialismo. Si te dice la cosa buena, dejalo entrar porque evidentemente… es un compañero.


Y una, ante una cosa buena y una cosa mala? Escoge la cosa buena o la cosa mala? Le hace un test o más bien se tapa los ojos y las orejitas y la boquita para see no evil, hear no evil, speak no evil para hacer impunemente el chancho? Y no me refiero solo a la ideología...

Y si alguien sabe quiénes son estos genios, porfa, PORFA, avísenme


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enero 12, 2006

Xeniades y su esclavo

Nota de Sole: Se dice que Diógenes fue vendido como esclavo, cuando ya era un anciano. Hay muchas más historias de cuando aun estaba en Atenas, y por supuesto, de la subasta de esclavos en la que lo vendieron. Este cuentito se ubica con Diógenes ya como esclavo, en los últimos años de su vida.

Durante el viaje a Creta, compré para mis hijos a un esclavo viejo, pero elocuente, de aguda inteligencia, para que fuera el tutor de Georgios, el más pequeño. El fue un segundo padre para mi hijo, lo educó de forma poco convencional y hoy, mi Georgios es un hombre que no es mejor ni peor que los demás, es simplemente feliz.

Cuando Alejandro, el Grande, llegó a Corinto, ya era un héroe a pesar de ser aun casi un niño. La ciudad entera se volcó en las calles para recibir y vitorear su reciente conquista de Grecia y hubo un acto enorme de celebración al que los ciudadanos estuvimos invitados.

- Han venido todos y se los agradezco- nos dijo, con humildad en sus ojos limpios.

- No todos- se atrevió Georgios, divertido, a corregirlo- Diógenes, mi maestro, no ha venido a hincarse ante el gran Alejandro.

Presa del pánico por su imprudencia, intenté justificarlo alegando que Georgios era un niño de imaginación inquieta, que jamás hubiera querido desafiar a Alejandro el magnífico o su poderío. Temía por su vida y la mía, pero Alejandro se mostró curioso y quiso saber más de ese tal Diógenes que no le rendía pleitesía. Cuando los demás le contaron de la vida del maestro de mi hijo, de lo que se contaba de él en Atenas, Alejandro dejó su espada a un lado y empezó a subir la colina donde le tuve que decir que podía encontrarlo, sentando en la cima, tomando el sol, descansando.

- Soy Alejandro el Grande- le dijo.

- Y yo Diógenes el cínico. Encantado- le respondió, sin inmutarse. Hubo un momento de incómodo silencio.

- ¿Me temes?- quiso saber Alejandro

- ¿Por qué habría de temerte? ¿Qué eres: una cosa buena o una cosa mala?

Tuvo que pensar su respuesta. Repasó su vida y sus conquistas y lo que faltaba por hacer y de lo que se había arrepentido. Y sopesó todo aquello y al final, inseguro, con la voz del final de las batallas, con esa que tiene algo de nostalgia, contestó:

- Creo que una cosa buena

- Entonces, ¿quién podría temerle al bien?

Alejandro sonrió y quiso hacer algo por ese viejo tirado en la cima de una colina de la pequeña ciudad de Corinto:

- Pídeme lo que quieras Diógenes, que es la primera vez que un hombre no se convierte en siervo a la mención de mi nombre ni cae de rodillas ni me adula con comentarios vacíos. Te has ganado mi admiración y mi respeto. El mundo es mío Diógenes, yo lo he conquistado. Pídeme lo que quieras y te será concedido.

Diógenes no le contestó durante un largo rato. Alejandro esperó con paciencia, de pie, sin atreverse él, el gran Alejandro, a interrumpirlo o a urgirlo con su respuesta. Y entonces Diógenes le hizo su pedido:

- Ya sé lo que quiero, Alejandro. Quiero que te quites de ahí. Me tapas y estorbas la luz del sol.

Alejandro tuvo que aceptó su derrota y bajó de la colina pensativo. Cuando se supo en los cuarteles de su ejército lo ocurrido, los soldados se burlaban a grandes risas del loco de Diógenes por desaprovechar la oportunidad que le había sido concedida. Alejandro los escuchó y furioso, porque sólo él conocía la extensión no solo de su imperio sino de su infortunio, les dijo:

- Cállense! Ya basta! Ustedes no entienden ni la grandeza ni la libertad de ese hombre. Créanme cuando les digo que si no fuera Alejandro, me gustaría ser Diógenes.

Después de aquella visita, durante muchas noches Georgios le pidió a Diógenes que le repitiera el encuentro con Alejandro y que le contara de sus conquistas y batallas y los mundos conquistados. De Persia, de los elefantes, de todas las ciudades que fundaba a su paso, todas bautizadas Alejandría, de aquella que tenía la biblioteca enorme y muchos sabios. Georgios se lamentaba de ser aun un niño y no un hombre fuerte, un soldado de Alejandro, conquistando el mundo a su lado:

- Yo quiero ser el general favorito de Alejandro, Diógenes. Enséñame a ser soldado. Dicen que Alejandro lo ama tanto que comparten el mismo cuarto, los mismos caprichos, el mismo respeto, como si el general mismo fuera Alejandro- decía emocionado mi hijo.

Diógenes, sonriente, le respondía:

- Georgios, busca más allá de lo evidente. Ese general que admiras, es en realidad un pobre diablo y tiene peor suerte que un esclavo. Fíjate, tanta gloria y tanta atención y tanto poder, y solo puede comer, dormir, viajar o reír cuando lo hace Alejandro.

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enero 11, 2006

Al agua patos!

Hoy me toca una noche larga.

Tengo que empacar: vestido de baño amarillo encendido, gorrita de nadar verde perico, patitas de rana rosas, infladores de brazo y de cintura de colorines, anteojos nadadores tornasoles, paño anaranjado, pantunflas azules y demás implementos para luego de que uno sale empapado (cepillo, cremas, bloqueador, bolsa para ropa húmeda, cosito para guardar aretes), mi patito de hule y un gancho en donde dejar mi ropa de oficina para que no sufra mucho.

Y así todos los martes y los jueves, porque después de mucho buscar logré encontrar piscina en el barrio en el que trabajo y volveré al único deporte que realmente me gusta practicar, el chapoteo olímpico, donde mi expertise consiste en el que casualmente es mi estilo favorito y el único que domino: panza arriba. Ya dije en la oficina “A partir de ahora, los martes y los jueves las reuniones terminan a las 11 y media y no empiezan antes de las 2. Gústele a quien le guste y nada de caritas!”

Desde que nos mudamos al oeste lado tan dizque ezclusivo, ya no puedo ir al mediodía a pelearme con otros abogados el uso exclusivo de un carril que es lo que la mayoría hace a medio día en esa piscina. Y esta nueva tiene el inconveniente que no podré adquirir bronceado salvaje porque es con techito pero me saca de la lista a aspirante a cáncer de piel. En la otra tenía de tichers a todos los sabihondos que se metían a corregirme... en esta voy a tener ticher asignada a ver si acaso supero el estilo poza.
Y bueno, al colegio de abogados siempre puedo ir los fines de semana y espantar con caras de ogro a los enanos que juegan a los clavados justo en mi ruta (errática por cierto) de nadado y denunciar con el guarda a los colados y a recordar lo que es nadar en aguas polares.

Para mí pocas cosas superan la sensación del agua… talvez esas veces cuando voy a nadar de madrugada y veo inflamarse el cielo y amanece… o esas otras en que llueve a cántaros mientras estoy nadando y en el fondo del cielo relampaguean los truenos en alegre tormenta (Nota de Sole: Sí, ya sé que con eso corro riesgo de achicharramiento).


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enero 10, 2006

La Lámpara

(Nota de Sole: A petición... Para pedidos, solentiname_isla@hotmail.com)

Diógenes-es-tá-loooooo-co!- Diógenes-es-tá-looooooo-co” y corríamos restregándole inquietos nuestras canciones infantiles, detrás de él y de sus perros, por los caminos y las ciudades, levantando una alegre nube de polvo.

Diógenes nos gruñía mostrándonos los dientes como un animal furioso salvaje y nosotros chillábamos divertidos, fingiendo un terror inexistente, porque Diógenes nunca hubiera intentado ahuyentarnos ni hacernos daño.


En los días de descanso, nos esperaba al amanecer en el Metrum para ir a recorrer Atenas. Seguido de la chiquillada, sus ayudantes improvisados, dirigía la expedición y se asomaba en las casas, debajo de las piedras, inspeccionaba caminos y husmeaba en los mercados, con los ojos exaltados de búsqueda, con malos resultados, con la lámpara siempre prendida, elevada en alto en su mano izquierda para asustar a las sombras y a los malos espíritus.

- Qué buscas, Diógenes?- le preguntaban los más ingenuos, incómodos con su presencia, con tono de invitación a marcharse.

- Busco a uno, a uno que sea, con uno me conformo. Busco a un hombre honesto- les respondía, muy serio.

Y todos nos reíamos a carcajadas y los adultos, divertidos, nos regalaban frutas y golosinas y vasijas pequeñas con vino dulce sin fermentar.

A veces, frustrado porque no aparecía lo que buscaba con tanto empeño, se detenía en alguna plaza y empezaba a llamar a los gritos. Nosotros y los perros ayudábamos golpeando ollas y con ladridos. Cuando el escándalo atraía un círculo de hombres curiosos, con el morbo cruel de disfrutar de sus locuras, Diógenes blandía su bastón y los ahuyentaba a golpes:

- Fuera de aquí! FUERA DE AQUÍ LES DIGO! Si grito y si llamo es porque esperaba hombres y no sinvergüenzas. FUERA! FUERA!

La lámpara de Diógenes no se apagaba nunca. Aquel día que era calor y era verano y el sol brillante aplacaba la llamita triste de la lámpara. Habíamos estado buscando desde la mañana y yo me sentía cansado, con hambre y con ganas de irme a mi casa. Tímido y valiente, me acerqué y le pregunté en mi voz chiquita y entre pucheritos de cinco años:

- Diógenes, ¿Para qué llevas tu lámpara encendida a plena luz el día? Es un desperdicio. Además, llevamos muchos días buscando a ese hombre honesto y nada que lo encontramos… A veces es aburrido y me canso.

Entonces Diógenes se detuvo un momento y me miró y me sonrió y apoyándose en su bácula se agachó para ponerse a mi estatura y con su mano tosca y arrugada me levantó la carita para que lo mirara de frente y me corrió el pelo sudado de la cara y me dijo:

- Dimitri, mi lámpara es apenas una señal. No permitas nunca que lo infructuoso de nuestra búsqueda, nos apague la esperanza.

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enero 09, 2006

Tecnología

Hay cosas que ya no se tienen que hacer a caballo.

Hay otras que solo a caballo pueden hacerse.

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enero 08, 2006

Fisolefeando

Hay dos cosas en las que mi inutilidad absoluta e imposibilidad de redención han quedado amplia y ridículamente demostradas incluso en situaciones públicas y comprobables. La matemática y la filosofía.

Yo soy de las que obtiene cinco resultados diferentes sumando con calculadora o con Excel. De las que siente una barra enorme que le atraviesa el cerebro en el momento que alguien pide que calculen un simple porcentaje. Me niego a siquiera intentar hacer acertijos con números y encargo de cálculos de liquidaciones laborales e intereses a un contador o advierto que si yo lo hago, para evitar errores, redondeo hacia arriba desde los miles a eso le agrego másomeno un 4.38 por ciento porque es mejor que sobre y no que falte y que eso tampoco es garantía.

Recientemente le llevé la queja al Patán de que si seguíamos con esa tarifa, según el cliente, salíamos doscientos millones más caros por efecto de la devaluación. Se rió en mi cara y me pidió que hiciera los números. Le dije en el mejor tono insolente y superior“A mí me pagan por ser abogado y no por calcular numeritos. Por eso se supone que le pagan a usted” y bajo el escudo del gato bravo, me libré por un pelo de exponer en toda su amplia ridiculez mi incapacidad numérica.

Yo le digo a mi contador que solo me diga cuánto hay que pagar por impuestos. Me niego a que me expliquen nada que requiera que yo siga atenta una operación de mate. Me desconecto en las negociaciones cuando se hablan de números y siempre hay un encargado de traducírselo al abogado y la señal de éxito y transparencia se mide en el grado en que Sole logre comprenderlo. Con costos logro calcular descuentos en las tiendas cuando voy de shoppin y es hasta que amenazan con echarme de la tienda que reconozco que tal vez corrí la coma demasiados lugares y que el cobro es correcto.

He tratado de superarlo. Unas vacaciones me agarré con el Baldor por semanas hasta que me venció la frustración y desde entonces me di por vencida. No sabré sumar más de cuatro cifras a pura mente, divido de forma bastante poco convencional, y curvas y fórmulas son chino avanzado, pero tengo una ortografía de rechupete (aplican restricciones) y así me consuelo.

Y con filosofía es algo peorcito que eso. Es como, con el respeto de los demás, leer la Biblia, ir a misa o a ver un partido de futbol. Me duermo ipsofacto, causa principal si tuviera narcolepsia. Y quisiera aprender más del tema, pero me aburren tanto los libros que ya ni distingo quién era maestro de quién entre Sócrates, Platón y Aristóteles, quién dijo qué, quién escribió qué, quién aportó qué, salvo las repeticiones hasta el cansancio en la facultad del tenebroso título de La República.

Y si eso es con los clásicos, ni hablar de los más recientes (últimos 400 años). Me argumento que deben ser las traducciones y por eso ando cargando como 4 versiones de Así habló Zaratustra. Debe ser la letra y busco cosas enormes como para niños. Debe ser que debo primero aprender los conceptos y peino textos de secundaria para ver los puntos importantes de cada uno de esos viejos, pero nada. Me salva que en el tema la mayoría somos bien burros y mis oportunidades de exhibir mi triste ignorancia se reducen sustancialmente porque en una conversación social difícilmente Hiedegger o el existencialismo serán la discusión de la noche. Podría decir públicamente y con toda calma que Kant dedicó cuatro libros al poder liberador del orgasmo dentro del materialismo histórico que creo que nadie me podría rebatir con pruebas en la mano (Nota de Sole: De la posición de Kant. No del orgasmo)

Peeeeero, pero pero, la filosofía tiene el inconveniente que no existen calculadoras o aparatitos que las reemplacen. Y que mis remedios no han funcionado. Y que gente que admiro mucho los cita con frecuencia. Por eso, decidí tomar el toro por los cuernos e intentar lo que a continuación les ofrezco:

Uno de los filósofos que más me llaman la atención es Diógenes. Y hace un tiempo, compilé una serie de sus anécdotas, dichos y recuerdos. (Nota de Sole: Fotitos no. Limitaciones tecnológicas de la época). Traté de escribirlas todas juntas, y fallé estrepitosamente. Daba miedo, pereza y asco aquel mamotreto. Entonces, ya al borde, decidí profanar en forma pagana contra el conocimiento universal y hacerlo de la única forma que conozco y que medio me va saliendo: un cuento. Y escribí varios. Y aquí hay uno, el primero, cuando Diógenes llega a Atenas y se une a los cínicos. Puede que funcione. Y si descubro una forma de hacer la matemática en cuentitos, revolucionamos el sistema educativo!


Escuela de Cínicos.

Le he dicho mil veces a mi padre que ya no soy un niño, y que quiero seguir estudiando a pesar de que ya terminé la escuela. Sé escribir, y leer, y algunos números. He participado en los juegos, pero los hombres, a mi edad, deben escoger entre ser filósofos, políticos o artesanos.

Una noche le dije a mi madre a escondidas que yo, lo que quería, era ser sabio. Y ella se lo planteó a mi padre pero su furia fue enorme mientras a los gritos le decía que si teníamos todo aquello, que si no nos vendían como esclavos, era porque él se quebraba el lomo trabajando, dirigiendo a los artesanos, negociando con fenicios, atento a las decisiones de la política y los tiranos. Y dijo que no. Que yo debo seguir su camino y entrar de aprendiz o de un comerciante o un artesano. Pero yo quiero ser sabio.

Mi madre lo sabe y por eso, en los días largos en que mi padre se dedica a sus monedas, ella me lleva a la casa de Antístenes, el cínico y ahí, yo aprendo. Algunos dicen que Antístenes, pupilo de Sócrates, es un rebelde porque se opone a nuestras cuidades-estado y a eso que él llama status. Antístenes dice que todos somos iguales y que eso de los saludos y los respetos y las órdenes sociales son tanto incómodos como necios.

En la casa de Antístenes hay muchos extranjeros, como mi madre, que es persa, que cuando le pregunté porque asumía el riesgo de llevarme, me dijo en un murmullo ahogado “porque quiero que me hijo sea algo más que un arrogante griego”.

Antístenes me dice “Repite conmigo, Ionnes: La propiedad, el matrimonio, la familia, la ciudadanía, la buena reputación, las cosas respetables y debidas, son solo cadenas y los hombres no nacieron para vivir encadenados

Desde hace unos días, Antístenes está un poco molesto. Diógenes, el Jónico, insiste en unirse a nuestro liceo y Antístenes ha intentado convencerlo de que no es necesario, que no es lo suyo, que no le necesitamos. Pero Diógenes es terco. Anoche, ya harto, Antístenes tomó la vara más larga del patio y empezó a golpear a Diógenes para que cesara en sus ruegos. Asustado, yo lloraba a escondidas para que no me dijeran cobarde. Diógenes no lloró ni huyó ni nos maldijo. Entre la sangre y la vara que silbaba con cada golpe, le dijo impávido a Antístenes:

Golpéame Antístenes, pero nunca encontrarás una vara lo suficientemente dura como para removerme de tu presencia mientras digas algo que valga la pena.

Hoy Diógenes se sentó con nosotros a escuchar a Antístenes, el maestro, y él nos dijo “Muchachos, tenemos un nuevo pupilo”.

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enero 06, 2006

Sueños de feliz año

Anoche soñé que entonces, en este año nuevo, voy a hacer mío el cliché de vida nueva que se traduce en obsesiones nuevas o por lo menos en librarme del yugo de las anteriores.

Reviso y renuevo el plan malévolo de guarever goes y lo discuto y comparto con mi pseudo terapeuta designado de cabecera, mi amigo Memo, indiscutible guía, consulta y compañero de casi todas mis fechorías, planes y trastadas.

Nos vamos de almuerzo para discutir cuál es el mejor plan de huida del par de grilletes mentales que me han detenido. Y entonces, entrando no más, me dice mientras me encandila un segundo la sombra contra el sol blanco de medio día: “Mirá quién está ahí”, sin mayor detalle.

Y yo sé que esa frase y ese tono se destina solo como alerta a la presencia de uno de los elegidos para esta limpieza de inicio anual por su condición de cadena y me preparo mentalmente fortalecida para no derretírmele a los pies y ni me preocupo de si voy peinada o con el maquillaje corrido, pero por la fuerza de la costumbre sonrío y por la fuerza de la genética me quedan mis ojitos chinos y lo veo a través del efecto óptico de los ojitos orientales ponerse de pie muy serio y hasta incómodo y extender, muy tieso y distante, la mano:

“Qué? Cómo van? Feliz Año. Sole, vos a mi mujer, la conocías?”

Y entonces me despierto y abro los ojos en la oscuridad y miro.

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enero 01, 2006

Me2




Sweet the sin
but bitter the taste in my mouth

No me detiene la amenaza de pecado, porque entre las ventajas de ser descreido, es que no se amilana ni achicopala uno con un anuncio de castigo por más divino que sea. Me queda entonces solo superar la ñáñara a las agruras para entrarle al gusto.

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