Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

julio 31, 2007

La femme, la famé et la mort

Se muere un pariente político del Patán. Mi amiga Satia y yo empezamos a conspirar sobre la mejor forma de cumplir con la obligación social del pésame sin tener que ir a una misa completa pero sin caer en algo tan impersonal como un telegrama. Yo le comparto mis recién adquiridos conocimientos sociales:

Vos sabías que ahora, además de chuparse la misa entera, hay que hacer fila como en el seguro para saludar al doliente que uno conoce? Ya no puede salir uno escupido con el podeis ir en paz. Yo con el demos gracias al señor ya estaba arrancando el carro. Ahora resulta que se demora uno como media hora mientras atraviesa el molote de gente, se le colan en la fila y se brinca uno las bancas. Dicen que es la única forma de asegurarse que lo vean a uno y que nadie se resienta”

Descubrimos que la vela está muy cerquita nuestro. Satia, poco convencial con estilo, me dice que anda en jeans y sandalias y que solo piensa ponerse una algo blanca. Yo, en jeans y camiseta, me sumo a la rebeldía y declaro que entonces yo solo me pongo una blusa azulilla.

Satia desciende las gradas de su casa en una visión fúnebre-chic en negro y en blanco, con cara de serenidad y resignación tan útiles para esos momentos. Su planchado y contraste perfecto hace que mi look de pitufo azul oscuro resalte chillón y molesto. Me consuelo pensando que no hay nada escrito que diga que el negro y el blanco son lo único autorizado para la mortandad.

Llegadas a la funeraria, inmediatamente me arrepiento. Yo soy la única que ha osado incursionar en el maravilloso mundo de los colores. Los demás parecen el televisor pequeñito de Mimí: blanco, negro y gris en diversas tonalidades y diseños. Todos menos yo, por supuesto.

Quisiera ser más pequeñita. Quisiera no llamar tanto la atención con este tamaño de jirafa. Quisiera no haberme puesto tacones. Quisiera que me gustara usar ropa negra o al menos que se me hubiera ocurrido planchar una enagua. Quisiera ser invisible. Pero ya es muy tarde para eso.

Ubicamos al Patán en medio de la rueda de chistes de la cafetería. Con la excusa de su dizque dolor por la partida reciente, me apercolla en un abrazo que, por simple concurso ideal* implica la comisión de unos seis delitos, encabezados por abusos deshonestos. Lo empujo suavecito y en tono amenazante le advierto que no se abuse o le clavo el palito de revolver azúcar en el pescuezo.

Estamos conversando de cualquier cosa, cuando se nos acerca uno de los parientes políticos del Patán. Es un señor chiquito, como así; dulce y simpático. En su voz de noche sin dormir por lo acontecido, me dice tímidamente que quiere hacerme una pregunta.

Yo pongo cara de comprensiva. Por la edad y otros datos, estoy casi segura que me va a preguntar por Alejandro. Me preparo con mi sonrisa piadosa y los ojitos ilusionados de sí, soy su hija, para darle mi edad exacta al momento de su muerte y compartir con un perfecto extraño los pocos recuerdos que tengo de mi papá y escuchar los suyos.

Pero me dice otra cosa: “Usté es la de la tele, verdá?

Me sorprende tanto, que en media funeraria me carcajeo ruidosa y sinceramente. No me da tiempo de mi respuesta clásica de “Sí, pero en la tele me maquillan y me peinan”. Inmediatamente el señor llama a hermanos, amigos y conocidos de confianza, todos varones, para que se acerquen.

Conformado el tumulto, me dice que siempre me ve, que me adora, que él a todo el mundo le dice que yo soy su ticher, que le parezco únicamaravillosasinigual que no se lo pierde, que soy tan linda y tan especial. Y les dice a todos que TIENEN que ver el programa, que les cambiará la vida, que aprenderán en paleta, que esto que lo otro. Porqué un señor de la edad de mi papá no se pierde un programa de sexo es algo en lo que prefiero no detenerme a pensar.

Yo no sé qué decir. La atención y los piropos no es algo a lo que esté acostumbrada. Mascullo por ahí un muchas gracias. y me voy poniendo cada vez más roja, sudando por la situación tan incómoda que no parece que se vaya a detener y que llevará irremediablemente a un “y podemos hacer una pregunta técnica?”

El Patán sonríe complacido del alboroto. El familiar le pregunta que si ha visto el programa. El Patán dice, con toda la carebarro, que sí, que no se lo pierde. El familiar le insiste que en serio, que lo vea, que es buenísimo y le vuelve a preguntar en que si sabe de qué se trata el asunto. Entonces el Patán hace ejecuta un ataque de territorialidad machista:

Que no me lo pierdo, huevón- y abrazándome por los hombros, le informa a mí público- Ella es la que me tiene así

Antes de que pueda terminar de asentarse el silencio incómodo, antes de alguien pueda interpretar esa frase con oscuras consecuencias, antes de que la esposa del Patán nos eche a Satia y mí de la funeraria a gritos y cachetadas; ingresa por la puerta principal un compañero del colegio, que no veo hace unos veinte años y al que ni entonces ni ahora le ha importado hacer una escena. De lado a lado de la funeraria me grita:

- Sole!

Yo levanto la vista esperanzada de que alguien conocido que me rescate de ese predicamento. Y le tiendo la mano lánguida esperando que la tome entre la suyas y huyamos a un Subway, por un café o algo. Pero él, embriagado de la emoción de volver a vernos, olvidándose de todas las convenciones sociales, se une inocentemente al fan club con su primera pregunta:

- Cómo hago para que me crezca el pene?

*Concurso ideal es un tecnicismo legal que se usa cuando con una sola acción se cometen a la vez varios delitos.

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julio 27, 2007

¿Pendejos quiénes?

Creo que no resultará sorprendente que ,para buena parte de la opinión pública de Centroamérica, la mención los ticos, provoca una sonrisa irónica, de cierto disgusto y el comentario obligado que somos insoportables y que nos creemos blancos y europeos, esa afirmación incuestionable y verdad popular del área que los hombres de este país tienen las bolas de adorno, secuestradas o empeñadas en algún oscuro y clandestino negocio en las vecindades del Mercado la Coca Cola.

Con las mujeres es otra cosa. Se les reconoce por putas, por esa capacidad impresionante y envidiable de entrarle a cualquier cosa y sin ponerle mucho trámite. Hay, además, un cierto cuestionamiento existencialista del porqué en un país carente de hombres muy machos probados, abundan mujeres tan generosas y dispuestas. Para mí que el insulto se origina en las envidiosas que no se dan permiso de hacer lo mismo. Se ponen el qué dirán de cinturón de castidad y exigen del solicitante una inversión mínima (cenas, regalos, salidas) o una promesa de casorio. Es decir, en el resto del itsmo, la condición de limpio implica presa y encima, abstinencia.

En mi defensa patriótica, recurro a mi charla para turistas recién llegados y muy convencida aseguro que la confusión se debe a que, históricamente, no nos ha tocado implementar aquello de trocar las toscas herramientas por Ak 47s. Explico el bucólico desarrollo de este país cafetalero y la visionaria decisión de la clase poderosa de permitir la seguridad social, para aflojar riendas y apaciguar chúcaros. Yo me he tragado completo el cuento de que somos pacíficos. por no decir maricones. Que aquí nunca pasa nada. Que preferimos perder algo a luchar por eso.


Y me defiendo y nos defiendo de las acusaciones que confunden nuestra sonrisa gentil con hipocresía; nuestro deseo de agradar a todo el mundo, con falta de compromiso y transparencia, nuestra amistad sin límites, con ser chupamedias y nuestra renuencia a entrarle a los pichazos, con cobardía.

Pero como tantas cosas programadas desde los días de los libros de Estudios Sociales, resulta que eso no es cierto. Una revisión histórica detallada demuestra que aunque hemos salido bien librados de conflictos tan terribles como los del resto de Centroamérica, han habido momentos en que los ticos, tan mansitos, han estado dispuestos a demostrar que aquí hay hombre. Un ejemplo entre muchos es este que escuché a propósito de la conmemoración del triunfo de la Revolución Sandinista.

Es día Manuel Mora (hijo del Manuel Mora Valverde) contaba el aporte fundamental que hizo Costa Rica, a través del partido comunista, de una brigada de doscientos hombres, que entró por el frente Sur a combatir internacionalistamente solidaria con la lucha nicaragüense. Parecían historias ajenas, de muchachos jóvenes entrenados en fincas prestadas, llenos de ideales, sin sueños de rambo, con el miedo en las manos, sabiendo que muchos no regresarían. Del primer día bajo un bombardeo intenso, la montaña, las balas, los gritos, la selva, los muertos. Del nombre orgulloso de la brigada: “Carlos Luis Fallas”, en honor al veterano de las guerras de barriada de los chiquillos del Paso de la Vaca y de las batallas sociales de los trabajadores bananeros.

Mi amigo Memo, que asegura haber estado breves días en esa Nicaragua convulsa, pero al que no le creo nada, dice recordar un viaje con otro grupo de ticos asustados y 6 o 7 cubanos, todos montados en un camión de carga, recorriendo pueblitos con nombres de musicalidad de marimba. Y de repente, una explosión terrible que los vuelca aparatosamente. Y el montón de ticos gritando, llorando, cayendo en molote y con un gran escándalo allá adelante, en un reguero de armas, salveques, raspones y morales destrozadas. Y los cubanos, entrenados, girando en el aire para caer en posición de ataque, con el fusil en la mano, alertas, tranquilos, silenciosos, ordenados, dispuestos a defender a aquellos pollitos mojados que se sentían más que nunca lejos muy lejos del pretil y de la notas protectoras de los bailes con Gaviota y el carapacho de Cotico.

Nadie nos habla de esos ticos que dejaron la inocencia tirada en alguna quebrada de una frontera confusa o que regaron con su sangre la tierra por una lucha que aunque ajena, era propia. Esos ticos no hablan de sus días de guerra. Nadie les pregunta qué sintieron, cómo lo vivieron, dónde quedó la marca, si se recuperaron. Nadie sabe de ellos, salvo sus familias y algunas hasta lo ocultan con vergüenza. Son una página perdida de la historia. Yo me ofrezco para entrevistarlos y rescatar esos días y aunque sea publicarlo aquí, en las Alamedas. Porque no debemos perder nunca los ejemplos.

Yo no quiero para mí, ni para mis hijos, ni para mi patria el dolor de vernos soldados para defender lo nuestro. Pero sí quisiera que se sepa que, cuando ha sido necesario, ha habido muchos que ponen el libro, la corbata, la calculadora, la vida a un lado y demuestran que en Costa Rica, sobran huevos.-

Para escuchar lo que dijo Manuel Mora Salas, pueden descargar el podcast de Desayunos de Radio Universidad del 24 de julio, aquí


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julio 26, 2007

Lo que canta Lorenzo (Valderrama)

"Devuélveme mi amor, para matarlo"

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julio 25, 2007

Mi promesa

Por hoy, seremos felices para siempre.

Mañana ya veremos.

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julio 23, 2007

Reforma laboral

Voy a proponer una modificación al Código de Trabajo. Una especie de licencia de soledad repentina, parecida a la de la maternidad, para que cuando alguien se separe, se divorcie o lo manden al carajo, el patrono, comprensivo y todo pago le diga:

"Vaya, tómese tres meses, llore, terapeése, pida cacao, enójese, deprímase, llame a los amigos a las 3 de la mañana, búsquese un sustituto, cójase todo lo que encuentre y cuando ya se sienta estable y pueda de nuevo hacer bien su brete, vuelva, que aquí lo estaremos esperando"

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julio 21, 2007

Encuentre las diferencias...


(El de la derecha es el mío)



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julio 19, 2007

TaLes from the darC side

Tengo una confesión que hacerles. Mi jefe tiene una relación civil reconocida por el Código de Familia con una negociadora del TLC. Al tesorero del Sí lo conozco y lo saludo de beso. Mi oficina ha ilustrado los entretenidísimos esquemas del Semanario Universidad con cierta frecuencia. Hasta salimos en una película. Así es: Yo trabajo en el lado oscuro de la fuerza. Pero eso NO me hace corrupta, ni vende patria, ni consumista ni capitalista ni arrogante ni escazuceña ni mala persona ni millonaria ni enemiga de un modelo solidario. Ni a los que trabajan conmigo. Y el que no me crea, salado, puede jartarme viva o sentarse conmigo, sin consignas y sin gritos, a que le explique lo que quiera de lo que acabo de confesar.

Con todo lo que ha venido pasando, mis antecedentes confabulan solo para convertirme en una persona cansada.


Me tiene cansada que cuando mi pedigrí se sabe, traten de convetirme ruseándome con agua bendita de la fuente frente a la Biblioteca Carlos Monge. O se santigüen horrorizados en el nombre del Comandante en jefe, su hijo, Hugo Chaves, y el espíritu santo del Che Guevara. Me cansa porque yo siempre me encomiendo a esas mismas tres personas. Porque las admiro y las leo mucho antes de que estuvieran de moda.

Me tiene harta que amigos de años, hoy asiduos de marchas, manifestaciones, boinas y pelos largos, cuando me topan se sientan conmigo y me preguntan con un supuesto tono casual y evidentemente fingido, qué se dice en mi oficia del sí y del no, en una misión de espionaje Mata Hari en la que Sole, supuestamente conocedora los planes estratégicos del sí y los va a compartir al calor de una tortilla con queso. No. No los conozco. Y si los conociera, tampoco cuento.

Me tienen hasta aquí los que vuelven y repiten que esto es una dictadura. Y me molesta porque evidencia una absoluta ignorancia de periodos de nuestra historia y de la historia de América. Porque me parece ofensivo para los verdaderos perseguidos, detenidos desaparecidos, torturados y violados. Y no hablo solo de los chilenos. Hablo de cualquiera que haya sido víctima, en este país, de la persecución de un grupo privado. Hablo porque los conozco. No porque me han contado.

Me tiene ya frita la intolerancia, el odio, la tirria que se llevan entre ambos bandos. Me asustan sus niveles de fanaticidad porque los he vivido, escuchado y sufrido de ambas partes. Me preocupa como ambos se sienten dueños todopoderosos de la verdad y descalifican a los demás sin argumentos, valiéndose solo de insultos.

Me desgasta que todos opinen sobre lo que dice el TLC cuando ni siquiera lo han leído, pueden ubicar una parte del documento en un programa de radio o se ponen a hacer interpretaciones que ni siquiera una décima parte de los 17 000 abogados que hay en este país puede hacer técnicamente. Me molesta que se le falte al respeto a personas admirables como Luis Baudrit o Fernando Cruz solamente porque no se comparten ideologías. Me tiene abrumada la invasión de los foros de Internet con el tema, con las mismas cinco personas y los mismos ataques por todas partes.

Y en ese desastre de acusaciones, insultos, traiciones, sarcasmos, ironías, amenazas, estigmatizaciones e intrigas, yo tengo clara mi obligación personal e intento centrarme y leer, informarme, escuchar a las dos partes. Me echo todos los artículos de opinión de La Nación y también el Semanario Universidad. Escucho al menos tres veces a la semana Desayunos de la UCR y cuando puedo, a Amelia Rueda. Asisto calladita a algunas actividades y pongo atención a los puntos de vista. Me leo sentencias, argumentos, estudios, análisis. Y me armo de paciencia.

Yo no soy una indecisa. Ni tampoco una vendepatria ni una valeverguista por sentirme cansada de tanta mierda. No me estoy dando por vencida. Yo tengo muy claro qué es lo que está en juego, las cosas en las que creo y lo que yo, con mi voto, defiendo.
Mi corazón, ese que tanto se pelean como si estuvieran en cuarto grado, sabe perfectamente de qué lado marcar la X que para muchos será fraudulenta el próximo 7 de octubre.

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julio 12, 2007

Para el grupo de tesis II (o de cómo Sole sigue incursionando valiente e imprudentemente en la lingüistica)

Seguimos!

En todos los idiomas, el estudio del insulto es un tema de especial interés y hasta libros hay al respecto. En español, el insulto busca específicamente ofender y nuestros favoritos, son, por supuesto, las ofensas relativas al pasado o presente sexual de uno o de su santa madre. Son menos frecuentes los relativos a funciones corporales, salvo para la mala suerte (“un mae meado”) o para indicar parecido (“es cagadito a fulano”).

Supongo yo que por ser actividad humana, el lenguaje padece de los mismos males sociales, incluyendo la doble moral. Para sobrevivir al qué dirán lingúistico, usamos eufemismos, es decir, palabrejas socialmente aceptadas que no suenan tan horrible como la palabra soez. Por ejemplo, todos sabemos que cuando alguien dice pucha, puña, púchica o púñeta, en realidad lo que quiere decir es puta y lo hace completamente consciente de la sustitución por respeto al auditorio.

Ya que andamos en esos vecindarios de bombillas rojas, calles oscuras y reputación, valga la redundancia, de sobra conocida y comentada; deben ustedes saber que Costa Rica es el único país de América donde jueputa (jueputa, no hijo de puta, sino jueputa), no es un insulto según la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia. Madrear a alguien no es una injuria contra uno o su madre. Es parte de nuestra forma de interactuar entre nacionales. Mi entrevistado opina, igual que muchos de los del NO, que los magistrados son unos brutos, porque la condición de insulto no depende de la palabra solita, si no del contexto, de la forma en que se diga y de la entonación. El insulto se transforma entonces en una expresión de inmesurable e incuestionable cariño, “¡Puta, cómo te quiero!”, “Yo a este jueputa lo quiero tanto!” o mi favorito personal “Jueputa más lindo”.

Siempre en el terreno sexapiloso, tenemos el ejemplo de la palabra “rico”. El diccionario dice que es adinerado, pero nosotros, para referirnos a alguien papudo, decimos que tiene plata. Usado para referirse a personas, rico inmediatamente se asocia a un tema sexual. Y no me refiero a lindo o atractivo en términos generales. Me refiero más bien a la segunda parte de la frase “lindo mi hermano vestido de angelito”, o sea a a puro sabor caribeño que nada tiene que ver con si se parece o no a un modelo de revistas.

Para una mujer, rica, con énfasis en la rrrr, trae imágenes de una construcción, tentativa de violación verbal, susto con pasos rápidos y una acera estrecha. O de una fantasía con el patán de su vida y ella en extásis audifílico. O lo que le gritó a Sting desde las gradas del gimnasio de Heredia allá por los noventas en un trasnochado concierto.

Pues resulta que Rico ha evolucionado y yo no me había enterado. Cada vez más, las madres que les hacen cosquillitas a los enanos o les apretan los cachetes, les refuerzan el ego diciéndoles que son unos ricos, por decirles algo superior a simplemente guapos. Esa me sacó el menudo y en honor a la verdad, me hizo sentir anticuada y conservadora. Yo, y esa es una apreciación personal, me sentiría incestuosa y depravada de decirle a mi criatura que es un rico. Tal vez porque ni siquiera lo uso para referirme a adultos que sí se merecen, con todos los méritos, el calificativo, que cada vez deja de ser sexual para ser más y más simplemente positivo.

Finalmente, hablamos de mi condición autoprocalamada de políglota cosmopolita en español de América, con énfasis y especialidad en chilenismos. Le expuse mi amplio conocimiento de expresiones idiomáticas y compartimos teorías de porqué en Chile se dice que cuando uno toma café en la tarde, toma once. Para medir si mi chilenidad por adopción era genuina o pura tusa, me pidieron que indicara de qué tamaño sería un hijo mío de unos 7 años. Sin pensarlo, coloqué la mano horizontal a la altura más o menos del pecho, porque yo calculo que Santiago herederá mis genes y a los 7 se verá además de papucho, altísimo.


Don Víctor, impactado, me declaró transcultural auténtica, porque resulta que en Costa Rica la altura se muestra, para los niños, con la mano vertical. La mano como yo la puse, es solo para las bestias. Pero es alrevés en el resto de América. Me sonrojé agradecida, sin atreverme a revelarle que, además, tengo antecedentes vergonzosos de alienada y que yo, a mi perro, considerado por insensibles como una simple bestia, lo quiero como a un hijo.

Chinear es una palabra de origen quechua, que en su versión original significa mimar, arrullar. No sé de dónde salió la expresión de hacer piojito. De alguna epidemia del animalito debe haber salido.

Cuando aquí decimos que me tienen hasta aquí (cansado), hacemos ademán de cortarnos el cuello. En España se palmotean la nuca. Para los alemanes el límite está por encima de las orejas. En otros lugares de América se indican los ojos o incluso pasan la raya por encima de la cabeza. Exponemos así nuestros niveles de tolerancia. A nosotros algo puede estar a punto de ahogarnos, pero nunca nos quita la claridad de pensamiento, la capacidad de ver, de escuchar y por supuesto, la favorita de todos: la de quejarnos.

Le conté de Mimí y de sus palabras como cañambuca, que encontramos en un diccionario de localismos. De cómo en mis visitas a Nicaragua, había un algo casero y muy mío en el “qué se te ofrece, madrecita?” que me hacía añorar con desesperación a mi abuela. De la vez que pude presenciar a cuatro generaciones de cubanos hablando juntos: doña Pura, de 98 años, hija de españoles. Don Carlos, de 65, nacido en Cuba, emigrado a Miami hace 43 años. Yoyito, de 42, hijo de don Carlos, cubano-americano, nacido y criado en la Yunai y Ernesto, de 25, recién llegado a Miami, educado en la revolución. Los cambios y las diferencias en sus vocabularios e incluso en sus acentos era impresionante. Era observar en vivo el efecto de un evento político en la forma de comunicarse de las personas.

Hablamos de la imposibilidad de traducir cosas como compañero, con su solidaridad y su revolución implícita. De porqué el inglés no tiene un equivalente para gestión o trámite. De cómo él no ve una destrucción del idioma en ese todos y todas que a mí me resulta tan molesto o en el hablar de las generaciones jóvenes. De los cambios propios de la globalización, del desarrollo del español CNN, de los aportes del feminismo, los malles y las comidas rápidas en la generación de nuevas palabras. De cómo cambió el término maje y coparse (verbo reflexivo que se ejerce sobre otro) y otro montón de cosas interesantes.

Sole salió convencida de que se equivocó de carrera. Y don Víctor me tentó diciendo que los mejores semantistas fueron antes abogados. Me regaló un montón de nombres de libros y artículos. Quedé encantada con la idea de sentarme con él otras tres horas o de matricularme a lo macho en la maestría. Internetié buscando el sueño de un doctorado en lingüística en un país lejano, sin fijarme en los precios. Berlín, Oxford, Cambridge, Stanford. Marié al Antídoto con toda mi emoción y mi palabrería. Me compré mis primeros libros serios de introducción al tema. Así que se aliste, Norman Chomsky, que no me verá ni el polvo! (sabrán que Chomsky es un destacado lingüista).

Algunas cosas que se me quedaron por fuera. Por ejemplo una de mis joyas favoritas: el verbo sulibeyar, as in "cómo me sulibeyan".




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julio 05, 2007

Para el grupo de tesis I o de cómo Sole incursiona valiente e imprudentemente en la lingüistica

Entotorotada por todos los que afirmaron alegremente que podía yo convertirme en autoridá de respeto en temas de idioma, me enchaqueté y a la mañana siguiente, llamé con tono de urgencia y superioridad a la Facultad de Lenguas Modernas de la UCR, exigiendo que me comunicaran con el más gato y arrecho en el tema, porque la aquí suscrita tenía algunas consultas que hacerle de impresionante importancia.


No los voy a aburrir con detallillos sin gracia como que me hice pasar por importante periodista de la Imparcial y anuncié que me disponía a hacer un artículo a profundidad del tema, reconociendo mi ignorancia académica pero venteándome el hocico al afirmar que una de mis vagabunderías favoritas era inventar mis propias teorías e hipótesis sobre lingüística y comparaciones entre el español que se habla en América. Sin esperar invitación alguna, las expuse como cuando en el kinder se levantaba uno la enagua esperando impresionar agradablemente al compañerito que le gustaba con el espectáculo florido y pastel de los calzonillos. Tampoco les voy a contar cómo me hicieron acomodada y me dijeron que si bien eran ideas creativas, no tenían ni un cinco de ciertas.

Me pidieron que mandara un correo con las palabrejas de mi interés. Duré como tres horas en redactar dos líneas. Me comía esa condición que los gringos llaman el self-conciousness de saber que me estaba leyendo un filólogo doctor en lingüística, que con solo analizar mi semántica y mi sintaxis, sabría de inmediato que yo era un fraude. A pesar de mi vergonzoso correo, fui convocada a una reunión y me encargaron además, leerme como cuatro o cinco libros, que me hice tragados entre opiniones legales y llamadas de clientes.

Les comparto entonces, mis brillantes apuntes de las dos horas maravillosas que me regaló don Víctor Sánchez, director de Lexicografía de la Facultad de Lenguas Modernas:

Resulta ser que las palabras, como cualquier mata que me caiga en las manos, se mueren. Y se mueren porque poco a poco, por razones culturales, hay términos que se convierten en inoperantes, son víctima de una crisis o una crítica, se presenta otra propuesta o hay un adelanto nuevo que la supera. Es decir, dolorosamente idéntico a las razones de un divorcio. Y así tiene que ser, porque después de todo, la vida, como todos sabemos es heraclídea (“hera qué?- “-clidia” – “chanfle!”). Para que no se pierdan en esa exposición academicista que acabo de plagiar, procedo a la ilustración en términos legos: la palabra cable, para la generación de mi mamá, se refería a una comunicación, como a un telegrama, Hoy, cable, la misma palabra, tiene otro valor y se refiere más bien a la posibilidad de 170 canales de la misma porquería casi todos en inglés. Eso es porque Ella porque ella pertenece a la generación del telégrafo. La generación de cada quien en estos temas de lenguaje se mide dependiendo del medio de comunicación en boga cuando uno era chamaco. Así que saquen cálculos. La mía es de TV con hermano menor fungiendo como control remoto (“¡Que cambie el canal y no me discuta!”).

El origen de una palabra puede perderse. Por ejemplo, cualquier burro residente entre Peñas Blancas y Paso Canoas sabe o debería saber qué significa “yo sé la tusa con la que me rasco”. Pero al definir tusa, no cualquier burro sabe qué decir. Yo me rajé a opinar que eran las hojitas del elote, verde tierno, pero tal vez secas, para que explicara esa sensación de picazón de la frase. Pues no. Según un diccionario muy grosero (porque no explica y define con palabras que tampoco uno conoce), tusa es zuro. Y zuro, según el Drae, es lo que queda de la mazorca cuando se desgrana o se come y se seca. Es decir, el olote. Que era lo que usaban los campesinos para limpiarse el rabo antes de que tuviéramos perritos con relieve en el papel de doble hoja que hoy cumple la misma higiénica función. Es decir, de yo sé cómo y por dónde me limpio para ni ortigarme ni embarrarme, pasamos a la versión actual de “yo sé con quién estoy lidiando”. Me quedo con el dicho chileno para el mismo asunto: “no sabe la chichita que se está curando

Corrongo es de origen nacional, utilizado para algo muy bonito, asociado siempre a valores positivos particularmente de belleza. A mi generación le suena dulce, porque era una palabra usada por nuestras mamás y abuelas y esa relación, aunque hayan habido momentos al borde de matricidios, tiene su lugar en nuestro corazoncito. Es decir, por mamitas. Es una de las palabras que ya patió el balde.

Cursearse
es de origen andaluz e implica la presencia de diarrea, supongo que por eso es verbo reflexivo, es decir, algo que ocurre sobre uno mismo, sin control. Llevada al extremo, como cuando se aplica a un güila insoportable, es una ofensa, como “curseado”, que equivale a “mierdoso”. Cursearse tiene el nicho en el cementerio al ladito de “corrongo”. Pueden llevar calas blancas o anturios.

Don Víctor tuvo la amabilidad de confirmar una de mis teorías empíricas. En inglés gringo se usan palabras de comida, como honey, pumpkin, sweetie, sugar, muffin, para referirse a un ser querido porque esa cultura le da mucha más importancia a la comida, como bien lo demuestra Super Size me y el ranking que tiene los Estachos en cantidad de obesos a nivel mundial. El español, en cambio, es más bocón o lírico y usa palabras sublimes como amor, vida, alma, para esos mismos propósitos porque, como cultura, lo importante es ser bien vivos y querendones. Para nosotros, el alma y la mente residen en el pecho, a la izquierda, en el corazón. Los dolores emocionales duelen en el pecho. Las ausencias se sienten ahí. Y no, no es evidente: los bribris te quieren con todo el hígado, por ejemplo.

Se esperan entonces a que remate el cuento completo en la segunda parte.

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julio 04, 2007

Ateniéndose al santo...

Hace días leí que el ex miembro de las juventudes hitlerianas que hoy lidera el Vaticano, promulgó los diez mandamientos del conductor, con ese rango, es decir, escritos en piedra por el puño y letra del Hombre

Si se atiene a los índices de cumplimiento demostrados para la primera edición de Moisés en los últimos 5 mil años, de verdad, que Dios, o Marx o quien sea, los agarre confesados.

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