Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

noviembre 30, 2008

Sole Cafieri: evidencia gráfica

Hay dos cosas que siempre hago cuando estreno sello en el pasaporte: hacerme una caricatura callejera, y permitirle a algún city tour que me destucen, haciendo paradas en trampas de turistas, corriendo como loca en 20 minutos de compritas y fotos y vineando un poco la historia de la ciudad en cuestión. Hoy hice ambas.

En mi hotel pulguero se duerme limpio y cómodo aunque las sábanas tengan zurcidos y la cama un huequito curioso en el respaldar al lado de una placa con el dibujo de una mujer. Casi casi diría que tiene toda la cara de haber estado antes en un motel.

En el Caminito, me metí a cuanta tienda pude y curiosié en cada puerta que encontré abierta. Recorrí una recreación de eso que llaman conventillos, que es el equivalente tanguero de nuestras cuarterías de inmigrantes. Al contemplar ese cuarto pequeño, mal iluminado, con una bacenilla, una cama y una silla, con tangos rodeándome por los cuatro costados, no puedo dejar de pensar en Mimí y su sueño de joven de venirse a vivir a Buenos Aires porque ella juraba que podía cantar tango. Cantaba todo el día, de hecho. En un lugar como este, en un tiempo como ese, con estas condiciones que hoy aparecen turisteras, pintorescas y hasta románticas, a una mujer como Mimí o como cualquier inmigrante no le hubiera quedado más que ser prostituta.

A la Bombonera afortundamente no nos dejaron entrar. Yo, al fúbol, no lo bajo. Algunos fiebres le tomaron fotos al estadio, pero yo ataqué las tienditas de recuerdos con la furia de un huracán caribeño. Nunca había comprado tanto y tan caro en tan poco tiempo. Por dicha son encargos y contra factura me pagan todo.

Finalmente, soy la feliz dueña de dos sombreros tipo gangster o a lo Gardel, que viene a ser lo mismo. Me siento orgullosamente canchera. No, no sé cuando los voy a usar en Costa Rica. Y sí, sí sé que allá nadie usa sombreros. Y es correcto, me vale un carajo si los usan o no porque igual pretendo usar los míos.

Los argentinos tiene prohibido viajar a las islas Malvinas, porque se consideraría un acto de invasión de un gobierno extranjero en contra de Inglaterra. Hay un monumento a los 800 muchachos masacrados en esa guerra y como desquite de la humillación que los hizo pasar Inglaterra, se le cambió el nombre a un regalo de la corona inglesa. La torre roja de aquel parque, ya no se llama más la Torre del Inglés. Desde 1982, año de la guerra, se llama la Torre Monumental. "Era todo lo que podíamos hacer" explica el guía.

La casa de Eva Perón fue destruida y arrasada. No quedó nada. Los militares no querían que se convirtiera en un templo de peregrinación y la mandaron a botar en 1955. Fue hasta el regreso de la democracia que se erigió un monumento en el mismo lugar para recordar a la mujer que muchos argentinos veneran como una santa.

El clima, perfecto. Aunque para esta época Buenos Aires tiene comportamiento de swampo, hoy ha estado fresquito, gris y ventoso, con casi casi lluvia pero al final no se atreve a llover. Para todos mis recorridos ha sido perfecto.

En el internet café, salí al auxilio de un ginguito. El gringo hablaba bien español, pero insistía en que solo había usado la máquina 59 minutos y le estaban cobrando 62, o sea todo UN PESO (treinta centavos de dólar) más. Yo me eché los toros completos dle gringo diciendo que se levantó de la máquina cuando marcaba 59 y del porteño diciéndole que dejara de joder, que pagar y listo. Intervine cuando el gringo no entendió la amenaza de "O pagás, o esto termina mal, porque lo que soy sho, te rompo la cara y no tengo porqué pagar ese peso por vos". Me ofrecí amablemente de traductora y además de advertirle los peligros a los que se exponía, le ofrecí al gringo donarle el peso de la discordia. Resultó que el gringo tenía harina de sobra y era por necio que no quería pagar, partiendo del principio básico de que todos estos indios que hablan español me quieren coger. Me fui y los dejé en media bronca, no sin antes advertirle al gringo que ya sabía qué hacer la próxima vez que se encontrara con un extranjero en desgracia.

He llegado a la conclusión de que este país tiene como una crisis permanente más o menos desde la segunda guerra mundial. Los argentinos, en lugar de terminar de deprimirse, se lo toman con filosofía o tal vez es que les ha servido eso de desfilar en manada por el diván del terapeuta cada semana. Es un enorme desorden organizado, donde a nadie le extraña pero tampoco les molesta y todos andan esencialmente contentos y corteses con el resto del mundo.

Mañana regreso a un lugar mágico. Cruzaré el río de La Plata y me reencontraré con Colonia del Sacramento, en Uruguay.

Adjunto ilustración de mis entretenidas ocupaciones:




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noviembre 29, 2008

Mi Buenos Aires querido...

Se me había olvidado lo maravillosa y cálida que podía ser esta ciudad. No es la primera vez que vengo, pero cuando la conocí, está demasiado enterrada yo en eogísmos y broncas como para poder disfrutarla. Hoy, literalmente, la redescubro.

Hay un algo en el trato cordial de la gente, en eso del slow living, del disfrute de cada cosa, del nada urge; tan distinto a ese Santiago duro y estresado que dejé detrás de la cordillera, donde la gente ni saluda ni sonríe.

Recorriendo la feria de artesanías del Parque Recoleta, que viene a ser como una convención de hippies, tuve esa sensación que sin sonar kistch quisiera identificar con felicidad porque tenía ganas de hablar con todos, de sonreír con todos, de sentarme al sol, de decirles que qué bonitas cosas habían hecho. De lo único que me arrepiento es de estar recorriendo estas calles sola. Buenos Aires está hecho para disfrutarlo con alguien más, comer con alguien más, comentar con alguien más. Es tan lindo que entiende uno esos prejuicios malintencionados de que los argentinos son pesados. Nada más alejado de la realidad.

En mi hotel pulguero, no hay conexión de wi-fi, pero la recepcionista me dice que si me siento cerca de la puerta, me puedo colgar de la señal del vecino, que no la tiene con seguridad y se la presta a los huéspedes. Recién empezaba a escribir este post y se fue la luz en el locutorio donde estaba. Aunque llevaba más de una hora, no me cobraron ni medio peso. LLueve torrencialmente, con aceras inundadas y rayos. La gente se ríe y sigue caminando empapada. Nadie se enoja. Es un algo de saber vivir diferente. La gente pasea sus perros, en media Avenida Santa Fe me encuentro a una señora con un pastor alemán bebé. Ella se da cuenta de que me emociono con verlo y me dice "Te gusta, no? Tocalo, si él es un lindo, a todos los quiere"

Es casi un shock cultural. Y encima de eso, los hombres se saludan de beso, la gente se trata como iguales, las mujeres muy mayores siguen siendo exageradamente bellas, con esa sensación de competencia desleal que impregnan. Los hombres, como el que venía en el avión, el chofer, el que me recibe, tiene esa cara de estatuta florentina, una perfección perversa, el pelo largo y esa maravilla de acento con el que hablan.

Ya me comí un helado de Freddos, pasé a buscar empanadas y Strudel y tengo localizada la Farola para ir a comer Fugacetta. Estoy saciando mis hambres atrasadas, porque en Santiago, la verdad, comí pésimo y todo me cayó mal.

Mañana quiero ir a San Telmo, venir de nuevo a la feria y recorrer El Caminito. Me muero de ganas de ir a una tanguería, comprarme un sombrero a lo Carlos Gardel, ir a escuchar a la Gata Varela, toparme a Sandro de América y si d10s quiere, hasta al mismo Maradona.

Alguno de todos esos le leí alguna vez que Buenos Aires huele a jazmines. No sé si fue al Pinochetista de Borge. O tal vez fue Cortazar. No sé. Pero es cierto. En cada esquina. A eso es lo que huele, a jazmines.

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noviembre 28, 2008

El acoso

En la calle, de todos los hombres de una sociedad machista, que te hace sentir primero deseada y conforme pasan las horas, en peligro que alguien te meta un agarronazo de una nalga. Algunos me pasan al lado y me dicen sus piropos cartuchos, porque no se animan a nada más grueso "buena moza", "Belleza". Yo no me engaño. y consciente que no soy un mujerón, me fijo a mi alrededor a ver qué es lo que hago diferente aparte de ser muy alta, que es algo que soy y no que hago. Solo yo ando con enagua encima de la rodilla. Las demás, de pantalones o faldas largas. O sea, vengo a ser como el putarrón del barrio.

Entonces decido empezar a poner orden. Les devuelvo las miradas de escrutinio, con rabia. A uno de los militares que custodian la entrada de La Moneda, le digo muy seria "es mala educación ver así a una mujer, tu madre no te enseñó modales?" y a un paco que me sigue con los ojos cuandro yo ando de particular mal humor, le le acerqué y le gruñí en mi mejor acento tico "QUE me vesss? nuncasvisto una mujer?". La distancia, nótese, me pone estúpidamente valiente.

En el ambiente, eso que me duele tanto, eso de aquí no pasó nada, del pasado está superado y esas cosas que quedan en la calle como una camiseta de Allende o una casa de tortura abandonada es cuestión de tiempo para que desaparezcan y se dejen de estar jodiendo. Nunca más en Chile. Nunca más comunistas. Nunca más hasta que haga falta. Y los momios fachos le sacan esquelitas de feliz cumpleaños en El Mercurio al desgraciado de Pinochet que debe estarse asando en el infierno.

Del olvido, porque ahora reapareció un irresponsable que se tenía por detenido desaparecido y lleva años en Mendoza con otra mujer y otros hijos. Y a los de aquí, los compensó el gobierno, le pagó estudios y los mantuvo, todo por su padre desaparecido. Y el irresponsable incluso vino hace un par de años y sacó cédula y pasaporte nuevo y nadie se enteró de nada. Y entonces, ahora dicen que si viste, que te lo dije, que no era cierto que estaban todos muertos, así como ese que estaba en Argentina deben estar todos pasándola chancho. Ahorita se descubre que tampoco los torturaron, a lo sumo un par de combos. Y yo, escucho, con decencia porque son clientes, pero profundamente triste.


En el futuro, un pasaje de avión y una maleta vacía. Mañana me voy a Buenos Aires. Llevo tres camisetas, los jeans que ando puestos y el corazón lleno de esperanzas. /span>

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noviembre 27, 2008

La Montiel

Almorcé en un mercado, dos empanadas de pino y de postre una cajita de frambuesas. Solo me faltó el tinto que no tomo. Me escapé del día helado con las crónicas de Lemebel en la mano. Me contó de la visita a Chile de Chavela Vargas, en los años setenta y de cómo se cortó las trenzas para dejarlas de recuerdo a una mujer que la engañó. De la Isabel Parra, acusada penalmente, por rayar la pantalla de un avión de Lan Chile, con un "quién mató a Víctor Jara?" con un pilot rojo ante el horror de la pitucada de primera clase.

Y mi favorita, la del presidente Jorge Alessandri. Educado en la derecha absoluta, solterón por homosexual y reprimido por la derecha, la política y la familia, era la burla de los periódicos que se referían a él como "la señora de La Moneda". Alessandri todos los viernes caminaba cuatro cuadras a la calle huérfanos para ver El último couplé, de Sarita Montiel y suspirar en la oscuridad al lado de su pareja que se hacía pasar por su guardaespaldas y chofer. Cuando la artista visitó Chile, a mediados del año cincuenta, Alessandri culminó su sueño, invitándola a La Moneda a tomar el té. Lemebel le dice "la Montiel" y habla de ella como una diva y a mí me da a mí como cierto sonrojo, porque siento que me lo está diciendo a mí, a la otra Montiel.

En el Parque Arauco, rodeada de los descendientes de los conquistadores que compran desesperadamente las marcas transnacionales, lo que me quedó de Lemebel se me rebeló con violencia. A pesar de todos los remedios, tengo el estómago definitivamente revuelto.

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Caminando

Me he dado cuenta que la ausencia del Antídoto me quita el hambre golosa. Mientras recorro Santiago, a pie, ya no me detengo en cada kiosko que unas galletas, que un dulcecito, que unas papitas, que un heladito. Ayer, sin embargo, paré a comprarme 2 kilos de cerezas en media calle Providencia. Me las mandé completas en el metro, maravillada de que las vendan como si fueran mangos celes, en todas las esquinas, a 500 pesos el kilo. Peores cosas he comido sin lavar. Nances, por ejemplo.

El precio de los libros es prohibitivo, apenas para mantener al pueblo bruto, pendiente de si el Felipe Camiroaga tiene polola o si esta vedette le dijo a la otra que es un putarrón. Igual yo recorro las librerías y me compro a Lemebel, por ejemplo. En los estantes, descubro cuentos y novelas de los jurados del concurso de Chile con mis ojos. De repente son ellos reales, escritores, verdades.


En este país que se las da de desarrollado, profesionales con sueldos de 250 mil pesos al mes trabajan desde un café internet redactando informes y curriculums. Con ese sueldo, tienen que pagar solo en locomociòn, casi mil pesos diarios. Una computadora con conexión en la casa es un lujo exclusivo del barrio alto. No hay wi fi en ninguna parte.

Los loquitos me encuentran simpática. El del buzco picapollo rojo me siguió unas cuatro cuadras. Me volvía a ver y se reía. Aquel otro paró a pelearse con algún kioskero que se reía de sus pantalones por la rodilla. Hay uno que toca la flauta en las escaleras del metro. Y hay otra que me duele: ella está catatónica, en otra de las entradas del metro, con los ojos muy abiertos, mirando con espanto y fijamente el pasado sangriento de este país. Aquí, el desarrollo se mide con la cantidad de viejitos que duermen en la calle multiplicado por el número de gente que los ignora.

La abuela también camina por todo el centro para encontrar todos los encargos de mis suegros. Ellos las necesitan esas cosas porque así ellos perpetuan tercamente el Chile que perdieron cuando tuvieron que exiliarse. Entonces llevamos pasas, fruta confitada, harina, zapatos, camisas y las cosas más cotidianas para forzar la ilusión de un Chile, que, como el acento, se niegan a renunciarlo.

Mientras camino por Providencia, de repente me entra como una certeza de que es posible que, de no ser por trabajo, yo, a Chile, no vuelvo.

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noviembre 26, 2008

El otro Santiago

Ayer me llevaron a cenar al Barrio Alto. Allá por Vitacura. Los edificios son tan lujosos que en esa ansia de los ricos de aquí por vivir en otra parte, le dicen Sanhattan. Y a la pista que bordea esa cloaca abierta que es el Río Mapocho, lleva el presuntuoso nombre de, la Costanera.

No pude comer en paz pensando en los meseros, que a qué hora salían, si habrá metro, si demorarán mucho en llegar a su casa, si esos mocosos malcriados de la mesa de al lado entenderán que el mesero es un ser humano y lo dejarán de tratar como un esclavo. Cuando me consolé un poco pensando que al menos tenían trabajo, un toc toc en el vidrio me llamó la atención y allí, paradito en el frío, un chiquitín moreno me extendía la manita pidiéndome algo. Debe haber sido un fantasma, porque de todas las mesas que estábamos en esa terraza, parece que solo yo lo vi y solo yo me angustié y solo yo no pude seguir comiendo.

El Leo me lo había explicado en la mañana: "Somos una sociedad totalmente vertical y estratificada. Aquí, sin dinero, te mueres. No hay movilidad social. Tenemos diferencias severas en la forma de interpretar el pasado. La gente siente vergüenza de reconocer que su padre fue obrero o hijo de una madre soltera". Leo me cae bien, habla suavecito, se nota que es de izquierda, pero no lo dice así, a lo abierto. Me dice además que la Teletón es la única actividad casi religiosa, donde se unen los colores políticos para donar, lo único que les da unidad de identidad como país. Que en la euforia nadie ve la trampa del marketing o los millones en publicidad.

Cuando regresé a medianoche a la casa, en las escaleras había un cocker spaniel, solito, evidentemente perdido y buscando donde pasar la noche. Se veía triste. O tal vez la triste era yo. Sin pensar en el pulguero, me senté con él un ratito a acariciarle la cabeza y a llorar esa como rabia de lo que había visto allá en el Barrio Alto. No pude entrar al perrito conmigo, ni darle de comer. Hoy, ya no estaba.


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noviembre 25, 2008

Sole, conferencista

Cada paso en tacones, es un matirio. Si fuera creyente, se lo ofrecería en sacrificio a nuestro señor Jesucristo. Hoy no se crucifican los pies. Me voy en metro, de traje de luces y maquillada, pero con tennis. Al llegar al Hotel del evento, momentos antes de que llegue la gallada, me cambio. Soy la mujer enorme del saco rojo.

Pensé que me iba a temblar la voz. Que se me iba a olvidar algo. Que me iba a trabar o que iba a hablar demasiado rápido. Hablé como si le estuviera explicando a mi hermano y parece que fue un pegue. Por sapa, ahora tengo reuniones en la mañana y en la tarde de aquí al sábado. No sé a qué hora podrè hacer mis vueltas y mis visitas a mis lugares.

El Patán me extraña tanto que me mandó una foto de él cuando tendría unos 35 años. Es perturbador ver lo mucho que se parece a mi Antídoto. Tenía la barba cerrada y el pelo largo y negro. Los dos con esos ojos achinados, soñando con cambiar el mundo. Mi antídoto todavía sueña. El Patán, en cambio, me dice que la vida, los años y las malas mujeres lo fueron destruyendo. Y quiere que filosofemos si era o no un desperdicio haber estado casado para esos tiempos.

El Ocean Pacific, por dentro, es un barco de esos con mascarones enormes de los que dan nostalgia. Y del otro lado en un submarino con todo el aparatero. Por fuera nadie diría la maravilla que le espera a uno por dentro. El dueño es un milloneta de esos que no lo dejaron estudiar teatro, arte o escenografía y se tuvo que conformar con hacer un gigantesco restaurante temático. Es lo más cercano que he estado a un barco de esos.

En la tele, la presentadora que siempre se ve simpática, es, en realidad, una princesita arrogante. Conocí a Claudio Narea, de Los Prisioneros, y como la más bestia, le digo en inglés que "yo soy big fan de los prisioneros" y hablamos casi una hora. Me pide que le diga qué no me gusta de los chilenos. Le digo que los fachos. Me dice que somos de los mismos.
Los Hermanos Zavaleta, muy conocidos entre los chilenos de la edad de mis suegros, cantaron en vivo. Todo el estudio les coreaba las canciones y decían "mirame la piel de gallina" y suspiraban. Yo no sé quienes son. O si son fachos o amigos. Por si las moscas, les pido el autógrafo.


Yo extrañaba a mi abuela, hasta que me tocó enfrentar sola a la del Antídoto. Me arregla las maletas, me acomoda la ropa, me recoge el desorden. No pare de hablarme ni un minuto. Entonces yo le huyo y divago por las calles de Santiago hasta que sea hora de mi próxima reunión o cena. Cuando regreso a las 12 de la noche, me dice que qué bueno que vine, que la tenía pensando. Cuando le digo que no se preocupe, que ya cené, me dice "Estás mintiendo"

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Las calles de lo que fue Santiago ensangrentado

Mi primera parada, es, por supuesto, La Moneda. Uniformada con mi camiseta del signo hippie que dice "back by popular demand", le digo bien despacio al paco que me bloque la entrada que se haga parallacito, porque esta turista va directo a lo que fue el despacho del compañero presidente. Antes de que me de cuenta, el borde del kepis del Paco pega con mis anteojos oscuros y desde el borde de abajo del ojo, veo como me dice algo asì como que no se puede. Insisto. El también. Vuelvo a insistir. Me hace cara de no me hace ni mierda de gracia que ya le dije que no. Entonces le sonrío inocentona mientras me recuerdo por dentro que esas botas negras no me pueden hacer nada. Aquí eso de andar sonriendo en la calle es un crimen social y por un momento trastabilla. Me sonríe también, pero igual me dice que no, que lo siento mucho.

En el metro, el único que me sonríe, es un chiquitín como de 5 años que se sientra enfrente mío. Recorremos todo Santiago ensaguchados entre mucha gente. Cuando me bajo en la Escuela Militar, él y yo ya estamos profundamente enamorados.

En el partido comunista, se repite el viejo fenómeno. Entro y saludo y es como hablarle a una pared. El señor que atiende me mira por encima de sus anteojos como si viniera a pedirle plata con una lata en la mano. Vineo toda la mercadería y sin anestesia, pregunto por las camisetas de Allende. Entonces algo se le cae de encima y se le empañan los ojos y de repente es dulce y nostálgico. Me pregunta cosas, me pide que me siente, me cuenta sus historias.

En la noche, me entrevistan en TVN y buscan mil explicaciones al porqué de esto mío, tan chileno. Nadie quiere entender que no depende de nada. Es, y punto

Y qué si esta ciudad me recuerda cosas tan tristes? Y qué si a veces cuando voy caminando se me vienen las lágrimas? Yo aquí me siento libre, feliz, hallada. En casa.

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noviembre 23, 2008

Leaving on a jet plane

Hoy regreso a Chile, como la primera vez, sin nadie más que conmigo, mochila al hombro pasaporte en mano y con el corazón atragantado. Es la primera vez que voy de trabajo. Aquí la suscrita le explicará a la chilenada cómo funcionan esas cosas aburridas de las licitaciones públicas en Costa Rica.

A juzgar por lel afiche, el público tendrá la expectativa que salga yo en traje de luces tropicaloso y playero, con piña colada en mano y acento guapachoso. O al menos se preguntarán si esa gente exótica que vive entre mar y palmeras (nosotros los ticos) compraremos cosas tan sofisticadas como medicamentos.

A juzgar por la cantidad de correos que he recibido, parece que almorzaré por aquí, cenaré por allá y le sonreiré mucho a gente que no conozco. Qué terrible es esa vida de ser diplomático. Ya me dijo una funcionaria de la embajada, así, por debajo, que tratara de disimular la mala cara cuando me hablen de cómo Pinochet hizo grande a la patria.

Para mi patita, voy hiper anticoagulada, con medias de señora viejita y medicada con una cosa que se anuncia en cable con efectos secundarios como pérdida repentina de toda memoria y sonanbulismo.

Prometí que de este viaje no volvía. Y lo reafirmo. La misma no vuelve. Allá se quedará algo y yo vendré otra.

Para tu ausencia, llevo mis libros y mi libretita y lo que llevo dentro. No, yo sé que no será lo mismo.




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noviembre 19, 2008

Llegó carta...

Desde Santiago de Chile a mi Inbox. Y dice (y cito):

Es muy grato para nosotros comunicarle que su obra titulada "Promesa para un Hijo" ha sido seleccionada por nuestro Jurado, como uno de los 34 relatos ganadores de la versión 2008 de Chile con mis ojos.

(Es el segundo año consecutivo que recibo un correo así. Van dos años, pues, que me seleccionan. Al Igual que el año pasado, Televisión Nacional de Chile hace un video, lo pasan en la señal internacional, me hacen un cuadro alusivo y además se publica junto con los demás relatos.)

Este fue mi cuentito:

Caupolicán cabalgaba en las pesadillas de los conquistadores, en el temblor del aire que presagiaba su ataque. A todo galope, recorría los campamentos españoles. Sus palabras potentes atravesaban la noche: “Yo maté a Valdivia. ¡YO!”.

En el gran Toqui, América entera resistía. Su pueblo no conocería ni dios ni amo.

Murió como mueren los hombres valientes: traicionado. Se sentó en la pica que le atravesó las entrañas, con los ojos muy abiertos, fijos en los verdugos que nunca lo vieron derrotado.

En la noche más larga de Chile, cuando la fuerza se impuso a la razón y los sueños fueron fusilados; en el Estadio del que nunca me habla, mi padre fue Caupolicán.

Por ti, mi niño, yo seré mil Caupolicanes.


Esta historia no es mía. Me la regaló mi amigo Camilo una vez que me contó lo que le contaba su papá cuando Camilo estaba pequeño. Cuando Camilo fue papá del Matías, yo quise hacerle un cuentito a la medida de regalo, para que el Mati supiera un poco del Chile de su papá y de su abuelo.

(Algunos datos esclarecedores: Caupolicán fue un indio araucano que impidió que los españoles terminaran de conquistar América. Los araucanos mantuvieron a raya a los conquistadores casi 400 años, matando incluso a Pedro de Valdivia, que fue el conquistador de Chile. Toqui es la palabra mapuche que se usa para designar al jefe. Fue traicionado por otro indio y murió atravesado por la pica en la Plaza de Armas de Santiago, sin una sola queja. El escudo de Chile dice "por la razón o por la fuerza", por eso usé esas dos palabras.)

Yo me siento, pues, qué te diré, muy contenta. A la vez, tengo un poco de miedo. Tal vez sea una señal de que debería ponerme a escribir en serio.

Ya le avisé ya a los más cercanos. Pero me falta algo. Quisiera poder irme a la casa de mi abuela, abrir la puerta y encontrarla de delantal en la cocina. Darle un beso, comerme un pedazo de zanahoria cruda y darle a ella, de primera, la noticia "Viste Mimí? hoy, justo hoy me avisaron. Apenas para que celebremos tu cumpleaños!"

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noviembre 17, 2008

De cuestiones presidenciales

Zapote comenzó a ser un desastre de tránsito más o menos a las 7 de la mañana. Yo, por ejemplo, manejé contravía unos 300 metros, pero es que la fila de buses y trailers en esa calle por la que nunca pasan nada que avanzaba. Además, Furia me esperaba en la panadería.

Los tombos, en su afán de ser meticulosos, ayer le prohibían a los empleados del Hospital México del turno de la tarde, usar los puentes peatonales "por motivos de seguridá, meentiende?". Los pusieron a cruzar la pista corriendo.

Gracias al Chino, tuve la excusa perfecta para no irme hasta Escazú e ir de vina a un evento que me interesaba.

Escuché a Luis Guillermo Solís decir en la radio que él fue parte de la comisión de enlance y coordinación para cuando vino Clinton y que los gringos estaban pidiendo que por favor soldaran todas las tapas de las alcantarillas de San José y que le pusieran tapa a las que no tuvieran. Se tuvo la dignidad suficiente para responder que si estaban locos.

Hoy Itz me dijo que qué emoción eso de tener un presidente guapo en el Norte. Claro, para la gente más joven es novedad. Yo, en cambio, tenía 20 años cuando asumió Clinton. Con esa certeza que da la experiencia, opiné con soltura al respecto "Querrás decir volver a tener un presidente guapo. Yo es que esto ya lo viví con Clinton".

Obama me encanta, pero soy fiel a mi primer amor. Papi es papi. De haber sabido que las tapas de las alcantarillas estaban flojas, me hubiera colado por algún túnel y lo hubiera sorprendido a la altura del Parque Central. Algo de fijo se me hubiera ocurrido.



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noviembre 14, 2008

El palpitar

Nunca le dije porqué empecé a oír música en español. No le dije de esa noche en que aquel profesor explicó que los sentimientos hablaban el idioma materno. Que I love you no era igual que te quiero. Que él no entendía cómo podíamos ser tan alienados y enamorarnos en inglés. Que esas canciones que siempre salían en la radio, era como querer a alguien envuelto en un plástico.

Por ese palpitar que tiene tu mirar
Yo puedo presentir que tu debes sufrir
igual que sufro yo por esta situación
que nubla la razón sin permitir pensar


No le dije que alguien levantó la mano y preguntó que cómo hacía para que le gustaran esas canciones tan polas que solo escuchaba la empleada mientras limpiaba la casa. Y que el profesor dijo que se obligara, que las oyera todo el día, que se aprendiera la letra, que las cantara, y que entonces un día, si lo suyo era genuino, lo sorprendería esa sensación ardiente en el pecho, una euforia o unas ganas de llorar tremendas.

No le quise decir que por eso fue que cambió todo. Que por eso de repente me encerraba por horas a oír a Nelson Ned, a Leonardo Fabio, a César Banana, a Roberto Carlos, a José José, a tantos.

En que ha de concluir el drama singular
que existe entre los dos, tratando simular
tan solo una amistad, mientras en realidad
se agita la pasión que muerde el corazón
y que obliga a callar: "Yo te amo, yo te amo"


No le dije la repugnancia que me causaba Sandro de América. Lo que me chocaba esa voz ronca, lo afectado de la forma de cantar, lo ridículo de sus letras. La sonrisa de burla por sus pantalones de diolén apretados, las camisas abiertas, el medallón de oro falso, lo agitado de las caderas, el aire de indio, la melena de pelo negro, el sobrenombre artístico de "Gitano". No te dije que me resultaba perturbadora y salvajamente hombre.

No le dije que por eso me aprendí esa canción y la cantaba una, dos, veinte veces, hasta que aprendí los gestos, los quiebres de voz, su dolor, sus pausas, el sentimiento.

Tus labios de rubí de rojo carmesí
parecen murmurar mil cosas sin hablar
y yo que estoy aquí sentado frente a ti
me siento desangrar sin poder conversar


Yo recién me enteré de todo ese día que la oí y abrí la puerta de golpe y ahí estaba usted, en la silla, en la puerta del cuarto, con los ojos rojos y la cara bañada en lágrimas y un pañuelito viejo de hombre, empapado. Cuando usted, sin que yo le preguntara nada, me dijo, por toda explicación, que “Esa canción me la cantaba su papá todo el tiempo” y se soltó en llanto.

Tratando de decir, tal vez será mejor
me marche yo de aquí para no vernos mas
total, que mas me da, ya se que sufriré
pero al final tendré tranquilo el corazón
y al fin podré gritar: "Yo te amo, yo te amo"


Entonces yo no sabía. Yo no sabía que ustedes se conocieron cuando Alejandro estaba casado.




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noviembre 07, 2008

Algunos botones: Obama '08

En California, los mormones, un 2% de la población de ese Estado, volcaron millones de dólares en una campaña llena de mentiras para que prevalecería la discriminación y se impidieran los matrimonios del mismo sexo. No es una cruzada novedosa. Ya hace unos 150 años atravesaron el país y crearon su propio estado, Utah, para defender su derecho al matrimonio como dios manda para que la familia tradicional siga siendo la base natural de una sociedad civilizada, es decir, la unión entre un hombre y un número indeterminado de mujeres.

El Air Force One tiene nuevo nombre: Soul train

Para el 2012, dos hombres flacos y altos de Illionis habrán marcado la diferencia en este país: Abraham Licoln y Barck Obama” - El mentor de los Obama en Harvard, que además creía que Michelle llegaría a ser presidente y Obama, a lo máximo, alcalde de alguna ciudad.

Las lágrimas de Jesse Jackson. Por Martin, por Malcolm, por Bobby y por Jack Kennedy. Por todos sus muertos. Por todos mis héroes.

Colección de rótulos favoritos: el de “Foreclosed” en las rejas de la Casa Blanca. Y el de “Hang in there. Help is on the way”.

Hubiera sido divertido que la ignorancia de Palin se luciera más durante la campaña. Ya con todo atrás, Fox News confirma que el pitbull con pintura de labios no sabía si África era un país o un continente; no podía nombrar los tres países de Norteamérica y hacía pataletas cuando leía cada mañana los artículos de prensa que la atacaban. Afortunadamente, she has been tagged and was released back into the wild.

No dejo de pensar en mi primer viaje a Estados Unidos, a los 8 años. Tuve que llenar el formulario de migración mío y de Mimí. Nos pedía indicar cuál era nuestra raza. La opción de “morena” no existía. Mimí era mucho más oscura que yo, pero no era negra. Ninguna de las dos era blanca caucásica, esos eran mi tío Adolfo y mi prima Némesis, con sus ojos gatos. No entendía que significaba “Raza hispana”, porque en América, somos blancos, negros, chinos, mulatos, mestizos, indios y mezclados. Cuando entregué las boletitas en la ventanilla de migración, el gringo me dijo que me faltó llenar esos espacios. Le contesté en inglés “Yo no tengo raza.

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noviembre 04, 2008

Obama & me


Leía el otro día a un editorialista de algún periódico local, quejándose de eso que nos ha agarrado a muchos ticos de estar de desesperados siguiendo la campaña política en Estados Unidos. Se quejaba del snob de sus amigos pseudo intelectuales, que solo de eso hablan, se ríen de los chistes gringos, ven las noticias en CNN y no salen a ningún lado las noches en las que había debate. Además, se las dan de muy sabihondos y leen los periódicos y los websites y hasta aventuramos nuestro propio análisis sobre cada pequeña cosita.

En algo tiene razón: yo no puedo votar en esas elecciones. Mañana, Estados Unidos tendrá un presidente que hará historia, pero eso no detendrá la bola de nieve de la crisis económica o que la gente pierda sus trabajos, sus casas y su dinero. Mañana Costa Rica será la misma, aunque el PAC salga a anunciar que, según ellos, se renegocia el TLC. Para nosotros, todos sabemos, la cosa será esencialmente la misma.


Entonces, porqué este camote con Obama? Porqué las camisetas, el yes we can, la emoción al verlo hablar, la insistencia en que gane, el apoyarlo desde aquí, el estar pendientes? O sea, yo, que soy lo más rejega, si estuviera en Estados Unidos llevaría unos 15 días durmiendo en el club demócrata del barrio, aunque sea sirviendo agüita. En mi humilde opinión, toda esta pelotera vale de algo si uno lo aplica a lo que realmente sirve: su propia vida. Cualquier otro uso es adorno.

En lo personal, Obama representa para mí el tipo excluido, por lo que fuera. El por su raza, yo por alta o por tímida, aquel por feo, aquel otro por nerdo, fulano por enano, zutano por gordo, perencejo por cualquier otra cosa por la que los demás te hicieran a un lado. Tiene suficientes años como para haber vivido la experiencia racista y haber pagado muchas veces el black tax. El tener que ser muchas veces mejor o más capaz para que apenas lo consideren igual a un hombre blanco.

El tipo que ante la situación más adversa, en cualquier momento de su vida, en lugar de llorar y aislarse, en lugar de darse por vencido, en lugar de enfurecerse y atacar, aprendió a hacer lo que sigue haciendo hoy: escucha a su enemigo con calma, sin alterarse y le contesta de la misma manera, destruyéndolo con su paz y rehusándose a ser parte de la violencia, aun cuando le dicen a la cara terrorista, traidor a su patria, musulmán o socialista. No se animan a decirle nigger- aunque va implícito el insulto- solo por temor a ir a la cárcel.

Obama me sirve a mí por el ejemplo, por su dulzura, por su forma de asumir las cosas más duras. Porque se ríe cuando está cansado, es genuino al saludar a los más pobres, porque tiene la capacidad de reírse de sí mismo. Porque no le da vergüenza reconocer que vio morir a su madre revisando formularios de seguros para ver hasta dónde la cubrían, que no conoció a un papá o que el domingo perdió a la mujer que lo crió como un hijo y que era la única que quedaba viva. No se puede hablar con quien no ha comido su pan con lágrimas. Y Obama ha tenido una vida que se parece a la mía o a la tuya. Con oportunidades, con problemas, con decisiones sociales, con dolor, con exclusión de alguna manera. No es el Golden boy de la vida perfecta que nos venden en las películas.

Para ser justos, McCain también ha visto la peor parte del ser humano. Se enfrentó a otra forma de odio. Vivió lo mismo que su gobierno le hizo a miles de latinoamericanos. Yo hubiera apoyado a un hombre como él, porque su trayectoria lo había mostrado como un hombre más o menos independiente y casi de centro. Pero en su ambición por el poder, terminó renegando de lo que ha sido su historia y su vida. Un hombre que se traiciona así a sí mismo, no merece tener en sus manos el destino de un país que casi siempre se atreve a dictar el camino que debemos seguir los demás.

Hay otra cosa: Obama me transporta cuando habla, desde la primera vez que lo escuché. Me hace volver a creer en mí, a creer que hay una esperanza, que está bien no rendirse, que lo podemos hacer lo que sea que queremos hacer y si un hombre negro está siendo elegido como presidente de los Estados Unidos en este momento, no hay razón para que yo no pueda con mis luchas chiquititas en mi vida chiquitita de país bananero. Me permite volver a creer que no todos los hombres buenos terminan con un balazo en la cabeza. Me permite volver a creer que yes, I can.

Yo sé que el grinch de las elecciones me dirá que Obama no es él, es el producto de un spin doctor y de un aparataje de consultores de imágenes. Que ya electo es posible que decepcione porque no tendrá mucho espacio ni podrá hacer muchos cambios ni tiene una varita mágica para que de repente todo esté bien de nuevo. No importa. Al fin y al cabo yo no puedo hacer nada por modificarlo. Lo que ya ha hecho es suficiente para mí. Yo, lo que le agradezco, es la inspiración y el ejemplo.




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noviembre 02, 2008

La culpa fue de los barbarismos

El sistema de facturación de Taco Bell se alzó en huelga. Por eso me quedé más tiempo de lo normal en la caja, discutiendo que no era mi culpa lo del sistema y que no, no andaba efectivo y que no me daba la gana esperarme a que se arreglara la cosa porque cualquier baboso sabe que la comida de ese lugar no se puede comer fría y que vieran a ver qué hacían porque si no tenían un buen sistema no me tenían que haber tomado la orden y mucho menos alistarla. Y así hasta que me regalaron la orden y tuve la oportunidad de escuchar la conversación que a continuación transcribo para la posteridá:

Cliente: (revisa lo que va en la bolsa de “para llevar”) Señorita, mire, se equivocaron, me pusieron unas papas.

Cajera: (revisa el recibo) No. Usted pidió peCsi y papas. Aquí dice.

Cliente: (suspira, se cruza de brazos, y se contagia de mi intransigencia). NO. Yo lo que pedí fue peCsi y piCsa.


Cajera: (con sorpresa) peCsi y piCsa? Yo le oí peCsi y papas...

Cliente: (ya con tono cabrón) pero CÓMO
se va a confundir, AH? Yo le dije clarito “peCsi y piCsa” y no quiero estas papas y me urge así que quiero mi piCsa…

Cajera:(presintiendo quién iba a pagar la diferencia) Pero es que la piCsa es más cara y no le puedo cobrar la diferencia porque estamos sin sistema…

Ellos se quedaron discutiendo, mientras yo me alejaba con mi orden de grasa gratis, mordiéndome la lengua para no caer en la tentación arrogante de sugerir que ambos revisen sus pronunciaciones de barbarismos para evitar enredos cuando uno come cosas que se tienen nombres en lenguas que no le son connaturales a uno en franquicias globalizadas de comida basura. Cuándo se ha visto, por ejemplo, que se confunda una orden de gallo pinto con una de tortilla con queso? o un taco de la mexicana con un ceviche mixto?



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noviembre 01, 2008

Aplicaciones prácticas de la condición de Patán

El hijo del Patán es él a los 23 años. Pero simpático, educado, cariñoso, respetuoso y considerado. Yo diría que lo adoptaron si no fuera porque tienen los mismos ojos y el mismo algo contra lo que ya por dicha me he vacunado. Me pregunta por un conocido mutuo, consagrado picaflor y coqueto. Intercambiamos anécdotas durante un almuerzo. Lo piensa un poco y concluye: “Sí, él padece de lo mismo que mi papá, que está convencido de que todas las mujeres lo adoran”.

En un día particularmente cargado, con muchas llamadas urgentes de por medio y mil cosas dejadas de lado, el Patán se queja ácidamente de todo lo que ha salido mal ese día, sin almuerzo, sin cigarros, sin tiempo, refriado y con problemas. “Puta, y encima se me para este reloj de mierda”. Yo le ofrezco consuelo: “Bueno, no seás mal agradecido. A tu edad y con ese estilo de vida, demos gracias al señor que algo se te para”

Me recomienda a un banco para que me abran una cuenta corriente, porque es de los clientes a los que les asignan ejecutivo/esclavo para sus asuntitos. Su correo dice que soy “su amiga personal”. No dice que sea buena paga, confiable, responsable, abogada, recomendable, o cualquier otra condición de utilidad bancaria. Solo que soy algo suyo, que además es personal con la ambigua condición de “amiga”. Partida entre la curiosidad y la ofensa, le pido que me diga por escrito y dentro de los siguientes tres días hábiles, a qué me da derecho el título. “Tranquilízate”, me contesta.

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