La Solteronidad, como una condición a evitarse
Entonces la profe dice “Lo que Sole apunta es de suma importancia, porque blah blah blah”.
Me cambia la actitud. Quién es? De dónde nos conocemos? Le caigo mal o directo me odia? Será alguien de quién tenía que acordarme? Cómo disimulo ahora tanto aburrimiento? Cómo me muestro simpática?
En el recreo, se me acerca y me pregunta si ella y yo salimos del mismo Colegio. Resulta que sí. Tengo la excusa que los mayores nunca estábamos obligados a recordar a la mostacilla. Comparamos recuerdos, profes y conocidos. Queda claramente establecido que yo soy apenas dos años mayor que ella. Se agota el tema y entonces ingresa, pesado, el silencio. Digo cualquier cosa para salir del paso, algo así como “Qué tema tan interesante!” y de repente, me dice:
“Sí, vieras que mi novio es de Timboktú y viene todos los meses, ocho días al año a verme; todos los meses, sin faltar ninguno”.
A mí, me lo dice. Como para defenderse del ataque de mi presencia, de compartirme este pedacito de información personal que revela que tiene más de treinta años. A mí me lo dice, que no me conoce, que no sabe quién soy, que no soy su amiga ni su hermana ni su nada. A mí, para que me quede claro, por cualquier cosa, que a pesar de tener más de treinta, ella no está sola, que tiene a alguien que la quiere tanto, que paga una vez al mes un tiquete de avión completo y recorre el mar para verla.
A mí, que me quedo pensando si el Timbotucense tendrá novia en su país de origen y esto será un lance tropical apenas para las visitas de trabajo, como tantos otros. A mí, que me duele verle esa soledad, esa necesidad de reafirmarse con una extraña, ese “tengo novio, sabés?” que no me impresiona. A mí, que la palabra novio, ya para estas alturas de la vida, me parece demasiado quinceañera, demasiado decente. A mí, que talvez hace mucho, ese despliegue de plumitas de colores me hubiera hecho sentir secretamente humillada, obligándome a compararme, perdiéndome ante la exigencia social, pero que ahora, pensándolo, casi que me da lástima.
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