Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

enero 02, 2009

En el 2009...

Esta isla se declaró emancipada y ahora usa Wordpres, aquí: Anchas Alamedas

Mantuvimos el estilo que nos distingue: ashilenao ecléctico. Mantendremos la irregularidad en la publicadera, la soñadera utópica, el hacerme la víctima a punta de rceuerdos duros, los personajes de siempre, incluyendo al Patán y los temas revueltos. Si aprendo a usar lo de las categorias, puede que se vea más ordenado.

Dice el Antídoto que soy .org y no .com porque soy sin fines de lucro, lo cual habla muy mal de mi capacidad de negocio, un trait indispensable en un mundo capitalista.

Y finalmente, se le hizo un macuá al sitio de blogspot, así que si no actualiza su RSS Feed (vio la indirecta? o sea, actualícelo) e igual entra a blogspot, en minutos se le convierte en el sitio nuevo, pero de blogspot no podrá ya leer mis tonteritas.

Nos vemos en el nuevo sitio: www.Anchas Alamedas.org. Pásenle a lo barrido. Gracias por leer!

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diciembre 23, 2008

Instrucciones corporativas para enfrentar la crisis

"Navegaremos bajo la bandera de pendejos todo el año entrante"

Esa pieza de estrategia es de mi jefe Y explica porqué ayer terminé yendo a la oficina, porqué hoy voy para una reunión y después a hacer unas vueltas de brete y en general, porqué aguantaremos desplantes de los clientes más diíficiles con las orejitas gachas y diciendo "usté tiene razón, encantaos, con mucho gusto, ya mismo lo hago y no le cobro".

Parece que la crisis saca lo peor en la gente. Los patanes contenidos, ya no tienen miramientos y se exponen en su estado natural. Normalmente los hubiéramos mandado dignamente para la mierda. Pero bajo nuestra nueva bandera, sonreímos beatíficamente y ponemos la otra mejilla. Ojalá pase pronto la crisis, porque estoy segura que aunque la Magdalena no está para tafetanes, nadie está tampoco muy acostumbrado al trato de empleado.

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diciembre 19, 2008

El asma

Vos te despertabas a cualquier hora de la noche, con ese respirar agitado, con los ojos hundidos, las ojeras marcadas, el hueco en la garganta del esfuerzo de tratar de succionar un poco de aire y ese maullido a veces estridente de tus bronquios colapsados por el asma. Y si podías hablar se oía tu vocecita de niño enfermo a través del corredor “Mami, tengo el gato”. Y ella se levantaba como autómata y se sentaba a la par tuya y te daba golpecitos rítmicos en la espalda, de abajo hacia arriba, con la mano ahuecada a ver si acaso te liberaban la presión en el pecho. Y del botiquín o de la mesa de noche, la bomba, el salbutamol, el ventolín y después ese efecto secundario de siempre, la taquicardia. Y vos a veces llorabas. A veces estabas tan agotado del esfuerzo de cada respiración que no podías decir nada. A veces eran horas y en lugar de mejorar, el gato, tu silbidito del pecho, se convertía en una crisis completa que amenazaba con asfixia. Te ponías pálido.

Y entonces corra al Hospital de Niños, a la hora que fuera, con vos alzado, envuelto en alo caliente para nebulizarte. Y esperar en una banca de madera que hubiera alguna nebulizadora libre y pedirte que por favor no te quitaras la máscara. Y vos, agotado de la falta de sueño y del esfuerzo no hacías ni siquiera el intento de nada y a veces te quedabas dormido sentadito en la silla en la que te nebulizaban.


Varias veces te dejaron internado, por días completos porque la crisis no amainaba. Ella iba a trabajar 4 horas y volvía para sentarse a la par tuya hasta que te dieran la salida. No sé si te acordás el día que murió otro de los chiquitos del salón, asfixiado por el asma. Vos viste lo que pasó y preguntaste si te podía pasar lo mismo y del susto, te volvió la crisis.

Sí, del susto. Porque lo tuyo no era físico. Te vieron todos los médicos que podían pagar un salario de empleado de gobierno. Y cuando eso falló, con vos probaron de todo, hasta brujerías y sin contar el jarabe de zorrillo. Pero no era cosa de clima, ni de fríos, polvos, alfombras o alergias. Lo tuyo diría algún psiquiatra que era psicosomático.

Porque cuando empezaban los gritos entre ella y tu papá, que es mi padrastro, aunque vos seas mi hermano, yo me encerraba y me negaba a ser testigo. Vos, en cambio – y lo sé porque me consta- te quedabas paradito en una puerta, medio escondido en la sombra y veías todo aquello. Y cuando empezaban las amenazas o ella lloraba fuerte, yo llamaba a Mimí. Vos, en cambio, empezabas con asma: te ahogabas.

Así fue para cada Navidad, para cada cumpleaños, para tu propia primera comunión: en la foto, vestidito de traje entero con una corbata que te quedaba grande, la velita encendida lo que ilumina es tu carita del color de la cera y las ojeras moradas.

A veces yo iba con vos al Hospital porque no había con quien dejarte. Me quedaba por horas afuera de emergencias porque no me dejaban pasar. Y me sentí muchas veces culpable por estar sana. Por tener a Mimí, por poder irme a otra casa cuando la tuya y la mía se incendiaba.

Y cuando finalmente te daban la salida, usualmente a media mañana, en la esquina del Hospital vendían juguetitos de batería, carritos sin marca, muñecos de inflar, copias plásticas de super héroes, baratijas de negocios de la calle.

Y si te compraban uno, a pesar de las noches sin dormir, del efecto de las medicinas, de la manita maltratada por la vía del suero, del dolor de las inyecciones, vos lograbas sonreír. Y pasabas el día dormido abrazado a la baratija que te iba a entretener todas esas tardes encerrado en la casa, sentado en la cama, viendo a los otros jugar desde la ventana porque a vos había que evitarte el riesgo de recaer.

Ahora yo voy al Hospital a cosas de mi trabajo. Y cada vez que salgo, paso por la misma esquina de los juguetes baratos. Ahora vos sos el papá del machillo que es verte a vos a esos mismos años. Y yo, yo siento una necesidad enorme de comprarle cualquier juguete porque en mi memoria estoy convencida que son casi mágicos.

El machillo en cuestión, que es un clon de su papá, que es, a su vez, mi hermano.

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diciembre 05, 2008

Vuelvo

diciembre 04, 2008

Un ansia fiera en la manera de querer

Puntualmente un cuarto para las tres llegan en camionetas que tienen el pañuelo blanco característico de las Madres estampado en las puertas. Primero me alegra pensar que han progresado. Luego pienso que tal vez ya estás muy viejitas para llegar caminando y sí, sí están viejitas. Pero prometen que mientras haya una madre viva, seguirá llegando los jueves a la plaza. Y seguirá marchando.

Se instalan debajo de una sombra con mesas, sillas y sus cosas de venta. Les cae encima una manada de turistas que quieren vinear qué hay, cuánto cuesta y qué será suficientemente representativo. Muchos les toman fotos sin ni siquiera pedir permiso.Las madres, con sus pañuelos a la cabeza, atienden a la clientela, saludan de beso y abrazo a los conocidos, impactan, con solo verlas.



Un gringo larguirucho y con camiseta de Obama, se acerca y quiere saber quiénes son ellas. Una de las asistentes más jóvenes le explica en inglés. El pregunta si los hijos están muertos. Ella le dice que como desaparecieron en dictadura, mantienen la condición de secuestrados. Aunque se lo dice en español, él entiende. Entonces se acerca a una de las madres que está en la esquina y la toma del brazo y le dice que quiere pedirle perdón, porque sabe que eso pasó en un régimen que fue apoyado y financiado por su gobierno. Que siente mucho su pérdida. La madre le da las gracias y lo abraza. La asistente le pregunta si entendió lo que el gringo decía y la madre le dice "No, pero por lo flojo de la voz, pude darme cuenta que estaba muy emocionado"

A las 3 y 30 en punto, se colocan todas las madres llevando la manta que exige la reforma agraria. Aquello parece la conferencia de prensa de una estrella de rock. Todos les toman fotos mientras caminan. Hay una cantidad enorme de gente viéndolas, pero pocos caminan con ellas.

Yo no me decido si quedarme a la orilla o caminar con ellas. Qué derecho tengo yo de hacer del dolor ajeno una experiencia turística? Qué sé yo de lo que se siente perder a un hijo o a varios, saberlos secuestrados torturados, lanzados al mar? Pero me uno. Porque creo que lo hago por ellas y por apoyo a lo que hacen aunque en esta ciudad tan grande y 30 años después ya casi no se les de pelota y ellas insisten, con esa ansia fiera en la manera de querer de llegar todos los jueves a la misma hora a la plaza y de dar sus tres vueltas muy despacito, algunas con bastón, haga sol picante o lloviendo torrencialmente.

No vi a Elsa. No pudo llegar hoy, parece. Yo la quería ver, peor luego pensé qué hubiera hecho si la veo. Qué le iba a decir aparte de cómo éstas. O talvez no era cosa de decirle nada y bastaba solo con verla o más bien con que ella me ve a mí.

Al final, Hebe Bonafini habla en la Plaza, como todos los jueves. Hoy justo estaba cumpliendo 80 años. Y dice que no había cumplido 49 cuando empezó a llegar a la Plaza y la policía le decía que no podía nada más quedarse ahí sentada y por eso ella y otras madres empezaron a dar vueltas. "El proyecto de las Madres es un proyecto enorme, un proyecto de vida, algo que no imaginamos cuando empezamos a venir aquí exigiendo la aparición con vida de nuestros hijos". "Han habido y siempre habrán altos y bajos. No es un proyecto para todo el mundo, por eso siempre habrá gente que se marcha y está bien. Si no lo entienden, no deberían estar con nosotros" "Lo hacemos por nuestros hijos y por sus ideales, por lo que ellos estuvieron dispuestos a dar la vida"

Es algo corto, pero fuerte. Y luego las consignas "Ahora, ahora, resulta indispensable, aparición con vida y castigo a los culpables" "Alerta, alerta, alerta que caminan, milicos asesinos por América Latina"

El 10 de diciembre, Argentina conmemora 25 años sin dictadura. La foto que sigue es de hoy (aunque no es mía).



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diciembre 03, 2008

Buenos Aires se ve... tan suceptible

Por motivos de esos que no deben dejar dormir a Al Gore y que pone en riesgo la existencia de la raza humana en este planeta, este debe ser el verano más fresco que he experimentado en mi vida. A cómodos 15 grados, recorro enchaquetada las calles del centro porteño, sin querer tomar el Subte porque yo insisto en verlo todo, recorrerlo todo, absorberlo todo.

Camino por cada tiro unas tres horas. Me trazo rutas inventadas por las calles más concurridas. Visito librerías, tiendas de curiosidades, me como unos helados, me compro unas uvas. Quisiera saber cuál es el mejor café, el mejor lugar de repostería, el restaurant de barrio con las mejores milanesas, esa pizza a la piedra de chuparse los dedos. Frente al Café Tortoni, emblemático en Buenos Aire, abro las puertas dobles dispuesta a tomarme una coca lai y de inmediato las cierro, espantada. Fue como entrar en una película: la luz dorada, la actitud de la gente, lo cómodo de los asientos, la vajilla, los cristales: el Club Unión de las confiterías.


Todos comentan que hoy se canceló el primer concierto de Madonna porque no llegó el avión con el vestuario y con el sonido, que Madonna se encontró con Ingrid Betancourt en la Casa Rosada, que "Evita" es una comedia musical de Andre Lloyd Weber que no tiene relación alguna con la historia y en eso han pasado los noticieros entretenidos todo el día. Yo en cambio, quisiera estar el 6 aquí para el Concierto de Cacho Castaña, ir al teatro, al festival de cine, a lecturas de poesías, a presentaciones de libros, a conciertos y a tertulias; en lugar de andar persiguiendo copias chinas de camisetas futboleras para amigos abusados que no piensan que son mis vacaciones y se rajan con encargos.

Llegué a la Casa de las Madres de la Plaza de Mayo, al trole. Algo tímida entré en la librería a ver qué me llevaba. Arrasé con las camisetas y los llaveros. A veces me siento incómoda de comportarme tan consumista con una causa noble, pero me consuelo pensando que al menos así ayudo a financiarla.

Me quedé conversando con el encargado. Le conté de la vez en Chile que un militar no me dejó entrar a La Moneda porque yo andaba puesta la camiseta. Me preguntó que si yo tenía padres exiliados. Hablamos de los libros que llevaba y él le pidió a otra muchacha que le pidiera a Hebe más remeras. Pregunté cómo estaba Hebe - Hebe ya carga 80 o más almanaques- y él se rió y me dijo que estaba bien. Quise saber de otra de las madres. "Y la Elsa, cómo está?". Me costó encontrar la pregunta, porque lo que de verdad quería saber es si estaba viva.

Me contó que ella estaba bien, pero que hacía unas semanas habían entrado a robar a su casa, que la habían golpeado y amarrado y que entonces ya casi no venía a la casa de las madres, que se quedaba con su marido, que no escuchaba bien, para cuidarlo. Pero que todos los jueves iba a la marcha. Yo no quise contarle que la Elsa era la madre que me había dicho que yo me parezco a su hija. Que me tomaba de la mano y me tocaba la cara, sentadas las dos en una banca de la Plaza de Mayo, antes y después de la marcha.

Yo me pregunto si Ella habría tenido la fuerza de buscarme 31 años. De ir a la Plaza, de soportar los golpes, las persecuciones, de ser tildada de loca, de ser solidaria. Y luego dejo de culparla por lo que habría podido hacer Ella y empiezo a pensar en qué sería capaz yo de hacer por un hijo. Y en lo que Ella, con todos sus defectos, en efecto hizo por mí, en su propia lucha, en su propia guerra.

Cuando llegué aquí, el taxista me dijo que las madres ya no marchaban, porque el gobierno les había prometido llegar al fondo de todas las investigaciones de sus hijos desparecidos. Hoy me aclararon las cosas, y mañana, a las 3 y 30 de la tarde, estaré con ellas, caminando a pasitos chicos, alrededor de la pirámide de la Plaza de Mayo, cantando consignas, recordando a los desaparecidos, retomando mis compromisos. Uno no sabe de lo que es capaz hasta que se pone de pie y lo hace. Entonces se sorprende. La mayoría de las veces, claro.

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diciembre 02, 2008

Querés el meniu en inglish?

Hoy salió finalmente el sol y pude recorrer todos los recovecos de la ciudad vieja. Al lado mío, el mar del plata cambia de color dependiendo de cómo lo va golpeando el sol.

Mi calle favorita es la Calle de los Suspiros, con sus casitas bajas y sus ventanas pequeñas y sus adoquines de piedra irregulares. La primera vez que vine, me la imaginaba como escenario de una tragedia entre algún rudo portugués y una delicada dama española, o entre un pobre poeta y una gran dama de sociedad o entre dos personas casadas. Algo así, imposible y clandestino, que hubiera inspirado semejante nombre para la posteridá. Pero hoy me sacudieron las palmeritas de colores que me había pintado en la jupa y me cantaron las cuarenta: en la colonia, mi calle favorita, albergaba los puteros de la ciudad. De ahí su bello nombre que prevalece hasta nuestros tiempos, inspirado en los alborotos y ollecarnes que se armaban cada noche. Salados mis amigos, porque a todos les llevo mosaicos en miniatura con el nombre de la famosa calle.

Encontré un restaurante donde había comido hace cinco años. Para mí es un tirunfo, sobre todo porque no considero comer como un placer. Para mí es ante todo, una molestosa necesidad. La comida estaba exquisita, como la última vez. Increíble lo que le pueden hacer a un plato de macarrones. Me llevo para la casa la idea de dos o tres recetas mejoradas.


He notado que aquí y en Buenos Aires, los meseros tienen una personalidad apabullante. Opinan de qué y cuánto pedís, si la elección es la correcta, hasta piden por vos si te ven con dudas. escogen si podés tomar o no un postre y recomiedan el mejor tecito para los problemas hepáticos. Para cualquiera que no hable español, se la juegan hablándole muy despacio, pero siempre con acento y tratándolos de vos.

El recorrido de los 50 kilómetros de vuelta fue muy movido, pero rápido. De maicera, me emociona viajar en barco. este es como un cine gigante que flota, con duty free, primera clase, sillas alredor de una mesa y los sillones normales tipo avión, pero cómodos y con espacio para las piernas. Fue bueno ir a Colonia y a Uruguay. De regreso pensaba que me hubiera ido un día a Montevideo. Como Evita, yo volveré. No sé millones, pero con el Antídoto, codo a codo, seremos mucho más que dos.

Sigo de angurrienta. Caí en la tentación de los quesos y los fiambres y ya me los mandé con un baguette tamaño personal. Compré un alfajor y un suspiro gigante relleno de dulce de leche. Solo me faltó el vino, que de por sí no tomo. La coca lai aquí sabe como si le hubieran echado agua. Me compré además un dulce de leche casero que ya etsoy tramando cómo contrabandearlo de vuelta a Chile sin que me obliguen a tirarlo al basurero. Creo que utilizaré mis encantos. pfffft!

Me pasa, al menos dos veces por día, que cuando pido algo, me imitan en la forma de hablar. Aunque estoy hablando despacio. Aunque me esfuerzo por usar español neutro, de CNN. Aunque le pongo empeño a no imitarlos. Me sorprende cada vez que pasa, porque la imitación suena como un cubano con resfrío. La próxima vez voy a preguntar "Así es cómo sueno?" Y estoy segura que algún aventado se animará a contestarme.

Mañana, muy temprano, caminaré lo que haya que caminar. Voy a la sede de las Madres de la Plaza de Mayo.

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