Girasoles
Salimos a recreo y todos corren a guindarse en las ramas de los cipreses para jugar de casita. Yo no, porque nunca aprendí a subirme a un árbol. Camino con mis botitas ortopédicas hasta el convento, que tiene atrás un jardín con un bosque de girasoles gigantes. Me deslizo entre las rejas y me interno en la sombra fresca de los pétalos, verdosamarillamente clara. Afuera, el zacate rechina con el sol de las nueve y media. Esteban Castro reclama que no quiere ser el papá porque lo agarran a besos y eso a él no le gusta. Me planto en el centro y miro desafiante al cielo. Dicen que esas flores se mueven con el sol y yo las quiero ver girando. Insisto hasta que veo todo negro y aparecen puntitos coloridos o hasta que suena la campana. Lo que ocurriera primero.
5 Comments:
Lindo cuando uno tenía tiempo para jugar con las imagenes a ojos cerrados.
También inmediatamente me acordé del post de Esteban Castro.
9:58 p. m.
Sole... para serte sincera... en el momento en que te saludé supe que no tenías ni idea de quien era yo... y como te vi acompañada... logré acordarme de tu nombre :P
Ambar no se ha dignado a aparecer en lo que va del día... y es una lástima... me hubiera encantado presentartela...
Eso a veces pasa ;)
PD. jamás me hubiera imaginado que ese es el patán... que dicha que no abrí mi bocota :jeje:
11:33 a. m.
Veías el sol?
Yo hice lo mismo porque quería descubrir la forma que tenía, si realmente era solo redondo o con rayos. Ni te cuento de los grados de miopía que saqué del experimento...
12:32 p. m.
mis incursiones en campos de girasoles siempre terminaron en picadas de hormiga muy prosaicas en las nalgas y las piernas...
2:28 p. m.
has traspasado como una filosa navaja eso que descartes pensaba era el centro del pensamiento.
saludos
hannibal
11:32 a. m.
Publicar un comentario
<< Home