Sole goes to Hooter's
(Disclaimer: Como me hicieron jurar que guardaría el secreto de esta aventura, los nombres, locaciones y acontecimientos han sido alterados para proteger las identidades de los involucrados. )
12 y algo. Medio día. Me armo de tarjeta y celular y empiezo a deambular por la oficina a ver cuál será la pobre víctima de la que me asiré como plantita parásita para no almorzar solita mi ración de pasto de medio día. (Nota de Sole: Prefiero comer pasto que cualquier otra de las porquerías del food court).
Los socios A, F e I, caminan en ese mismo instante por el pasillo que lleva hacia la puerta. Intercambiamos miradas cómplices con pupilas hambrientas. A me increpa directo: “Vas a almorzar?” No me da tiempo de afirmar con la cabeza cuando F me dice entre pregunta y compromiso: “Venís con nosotros?”. I, mucho más cauto y usualmente feliz entusiasta de mi presencia y mis chistes a la hora de almuerzo, baja la voz, se pone la mano en la boca, mira alrededor para detectar moros en la costa y me dice “eso sí… vamos para Hooter’s…”
Pensé que era para espantarme. Buscaban el mismo efecto que decirme “vamos a jamar al sushi de aquí cerca donde sale en setenta y dos mil trescientos veintiocho por jupa, un pedacito de sashimi y un vasito de agua fría” que esto de Hooter’s. Respetuosa y agradecida por la confianza y la sinceridá, les respondo:
“Aaaaaah…. Entonces ni se preocupen, yo ahí veo qué hago, me compro cualquier mierda al frente y me siento sola entre un mar de desconocidos, a comerme mi comidita fría y sin tener con quién hablar. Total, que más me da, talvez será mejor, ya sé que sufriré…”
Pero F interviene veloz. “A vos no te molesta, verdad?” Y le dice a los demás alzando las cejas: “Será divertido ver como reaccionan las muchachas con la presencia de Sole.”
Partimos en grupo con un extraño e incómodo silencio. Nos montamos todos en un solo carro y nos dirigimos a una nueva experiencia. No puedo evitar, a pesar de toda mi supuesta apertura mental, sentirme incómoda, ni puedo evitar recordar un episodio relacionado, con el Patán casualmente, cuando comentamos la apertura de ese antro, cuando con un comentario de corte feminista y de defensa del género, tan raro en mí, le espeté:
“Es que don Cosito, quién va a meter plata en eso? O sea, dinero en algo que cosifica a la mujer y explota su cuerpo?!?” Para que me respondiera, con su tono ronco y característico: “Ricas todas, ojalá me restrieguen las tetas en la cara.” Y hasta ahí había llegado la discusión del asunto.
Arribamos como partimos, con una extraña sensación de que algo del plan no era correcto. Al entrar lo comprobamos: las meseras del lugar, en su uniforme característico, se vinieron como abejas africanas en mood de ataque a saludar a los comensales con grititos histéricos y sonrisas dizque simpáticas… hasta que vieron la figura de Sole elevarse por detrás de los socios A, F e I, que me miraban preocupados al verse objeto de tan cacareado y escandaloso recibimiento.
“Es que eso del saludo a mí no me parece”- se excusa F
“En Estados no es así”- me aclara A.
“Me pregunto si le harán a todos lo mismo”- filosofa I
Yo, ya acomodada en mi sillita de banco, les respondo, sin cierta sorpresa: “Pucha, me las imaginaba diferentes. Hubiera jurado que la silicona was mandatory, pero vi a un par más bien chupadas”. Nos reímos los cuatro para romper la espesura del ambiente. La risa se muere pronto, como ocurre cuando se finge, y nos clavamos en el amplio menú, pletórico de carnes y grasas.
Una de las muchachas se nos acerca y F le dice: “nos tomás la orden?”. Era rubia, blanca, de ojos azules (Nota de Sole: El Patán me diría y de hecho me dijo cuando le pregunté si eran bonitas: “Qué? Tienen cara?”). Responde con acento fuerte y moviendo mucho las manos “hablou poquitou españollll”. A, siempre cosmopolita, se hace cargo “No problem. We speak english. We are ready”. Y la damita lo pone en su lugar “I don’t take orders” y se aleja meneando el traste. A exhibe su conocimiento del tema “Esa es la que le enseña a los demás. La deben haber traído importada”.
Mientras esperamos la comida, yo busco en que posar la vista. La mayoría de los visitantes son, eminentemente, hombres. Muchos con cámara, ruegan por una fotito a la que accede el cuerpo de camareras y se tiran aplaudiendo y haciendo mucho ruido a colocarse en posición alrededor del pobre idiota que cree que por tomarse una foto se hace más hombre. A los que dicen cumplir años, sospechosamente muchos hoy al mediodía, los ponen de pie en una silla, lo rodean y le hacen un canto a lo cheerleader pidiéndole que haga la danza del japiberdei, cuya letra y profundidad merece plagio:
“una alita por aquí, una alita por allá, colita por delante y colita por detrás” con los movimientos asociados de brazos y pelvis.
Las meseras disfrutan corriendo de un extremo del lugar al otro. Hago nota mental de hacer el comentario en mi supuesto programa de sexo de la importancia de usar un brassier adecuado que impida ese tongolelismo gelatinoso (Nota de Sole: A ver, a ver: quién recuerda a Tongolele?) o balanceo extremo. Estoy tentada a gritarle a una “Muchacha, por dios! Agarratelas que se te van saliiiiirrrrrr!” pero me contengo. Allá ella y su abundancia.
Los rótulos dicen cosas ilusas como “we are highly trained profesionals” y sinceramente descriptivas, merecedoras de ser el ejemplo de la autocrítica socialista como “Delightfully tacky, yet unrefined” lo que ya me sospechaba cuando vi que las servilletas era un ROLLO completo de papel de toalla puesto sobre la mesa, o la delicada dedicatoria del baño a Mr. John M. Crapper…Y me sorprende que la mayoría de las muchachas no son bonitas, detecto a dos o tres con panza, y algunas sin delantera. Hay de todas las razas. Creo que una, al menos es operada. Y sí, se me sale lo víbora y me comporto como una mujer comparando y comparándome y qué?
Nos enteramos de estrictas reglas que aplican a las chicas. Ganan por propina. Es parte del asunto sentarse en la mesa con el cliente para tomarle la orden (en la nuestra no se animaron, o sea, les arruiné parte del chingue), andan con hula hulas guindando que yo aposté que se usan para el table dancing. Tienen terminantemente prohibido relacionarse con los clientes. Media nalga afuera, shorcitos de los hot pants, pantimedias extragrueso, tennis blancas y camisetas de media copa (o sea media teta expuesta) es fundamental.
Algunos highlights de nuestra amena conversación:
F se lo toma muy científicamente y con ánimo de antropólogo social:
“Hay que dejarse de varas pero hay que tener cierta inmunidad al ridículo para prestarse a esto”
“Sole, qué tipo de gente se te antoja que viene aquí?” (mientras no para de saludar a los nuevos comensales que van ingresando, conocidos y amigos todos)
“Mi hija no quiso venir el otro día porque me dijo que esto no era un restaurante familiar. Tuve que aclararle que tampoco era lo que mami decía y que putero es una mala palabra”.
A creo que entra en shock y trata de desviar la atención de lo que indefectiblemente llama la atención en Hooter’s:
“No se han comprado en el aeropuerto un libro que se llama Why men have nipples? Pucha, super interesante, son varas de medicina y sexo y eso de los mitos. Sabían que esa vara de ER de clavar una aguja en el pecho no es cierto?”
“Qué patadón del barza! Eso es lo bueno, los teles, la pantalla gigante. Mae, te imaginás? Nos queda super cerca y cómodo para el mundial de Alemania!”
“Yo tenía que regresar a la 1 a la oficina” (eran la 1 y media).
Pero algo, algo revela:
“La semana entrante les autorizan la patente para vender guaro, o eso me han contado. También oí por ahí que la gente se ha quejado que de noche hay mucha luz”.
Casi le pregunto: mucha luz como para qué? O es que tienen que estar a oscuras para poder verlas a gusto?
I, más callado, aprovechaba los intercambios de one liners para echarse un ojito alrededor y sonreír entusiasmado y hace comentarios de tinte internacional:
“Si uno tiene una novia en otro zipcode no cuenta como infidelidad”
“La pegaron poniéndolo frente a un hotel. A mí, si me hubieran preguntado, abro un Dennis”
“Esos maes parecen turistas… hmmmm. Sip, vienen de Curri a jamar hasta aquí”.
La comida es un asco, a secas. Mi ensalada llevaba unos cuarenta días y cuarenta noches en el congelador y a la lechuga se le nota. Incluir un gajito de tomate, dos tiritas de zanahoria y medio pepinillo de los de las bocas no hace a la ensalada mixta, la hace paupérrima y no le quita la calificación de asco… es además pequeña y carísima. F también se queja del precio, con el incoterm correcto: overpriced. I aporta que es que estamos pagando por algo más que la comida. “Pay to see”- agrego yo, decepcionada -“lo cual me convierte en la única de la mesa que ha sido estafada”
Pienso que es bueno que hayan lugares como ese en San José, que tengamos como pueblo, una mente así de abierta. Fantaseo con un amparo interpuesto por alguna gordita que reclama discriminación por peso o una señora madura rechazada para el puesto por la edad. Me río de imaginar a una pareja típica tratando de bajarse unas alitas: “qué le ves? Pero porqué te le quedás viendo así? Nunca has visto un culo, no? NOTRATESDEDISIMULARSUCIOPERROSPERVERTIDO , qué es la vara si ya sé que te la querés coger, andá y se lo decís en la cara…” y otras linduras derivadas de los celos.
Trato de analizar a las meseras. Será necesidad? Será exhibicionismo? Será que esperan atrapar a uno de esos viejos verdes que les vienen a ver los cuerpos? Tal vez, me digo, tal vez, son estudiantes universitarias que ven en un brete definitivamente lucrativo (Nota de Sole: El patán estima en 2 mil dólares el ingreso por mes) el financiamiento de su carrera de neurocirugía, filosofía clásica o física cuántica…
La idea se me desbarata cuando vienen a recoger el pago de la cuenta. La mesera ve cuatro tarjetas de crédito sobre la factura, se nota que hace un esfuerzo matémático, pero igual, por las dudas pregunta y hace a la vez gala de sus habilidades de Pitagóricas proporciones:
“En cuatro mitades, verdá?”
Solo le falta que al regresar, pregunte: Cuál de los cuatro es Solentiname?
12 y algo. Medio día. Me armo de tarjeta y celular y empiezo a deambular por la oficina a ver cuál será la pobre víctima de la que me asiré como plantita parásita para no almorzar solita mi ración de pasto de medio día. (Nota de Sole: Prefiero comer pasto que cualquier otra de las porquerías del food court).
Los socios A, F e I, caminan en ese mismo instante por el pasillo que lleva hacia la puerta. Intercambiamos miradas cómplices con pupilas hambrientas. A me increpa directo: “Vas a almorzar?” No me da tiempo de afirmar con la cabeza cuando F me dice entre pregunta y compromiso: “Venís con nosotros?”. I, mucho más cauto y usualmente feliz entusiasta de mi presencia y mis chistes a la hora de almuerzo, baja la voz, se pone la mano en la boca, mira alrededor para detectar moros en la costa y me dice “eso sí… vamos para Hooter’s…”
Pensé que era para espantarme. Buscaban el mismo efecto que decirme “vamos a jamar al sushi de aquí cerca donde sale en setenta y dos mil trescientos veintiocho por jupa, un pedacito de sashimi y un vasito de agua fría” que esto de Hooter’s. Respetuosa y agradecida por la confianza y la sinceridá, les respondo:
“Aaaaaah…. Entonces ni se preocupen, yo ahí veo qué hago, me compro cualquier mierda al frente y me siento sola entre un mar de desconocidos, a comerme mi comidita fría y sin tener con quién hablar. Total, que más me da, talvez será mejor, ya sé que sufriré…”
Pero F interviene veloz. “A vos no te molesta, verdad?” Y le dice a los demás alzando las cejas: “Será divertido ver como reaccionan las muchachas con la presencia de Sole.”
Partimos en grupo con un extraño e incómodo silencio. Nos montamos todos en un solo carro y nos dirigimos a una nueva experiencia. No puedo evitar, a pesar de toda mi supuesta apertura mental, sentirme incómoda, ni puedo evitar recordar un episodio relacionado, con el Patán casualmente, cuando comentamos la apertura de ese antro, cuando con un comentario de corte feminista y de defensa del género, tan raro en mí, le espeté:
“Es que don Cosito, quién va a meter plata en eso? O sea, dinero en algo que cosifica a la mujer y explota su cuerpo?!?” Para que me respondiera, con su tono ronco y característico: “Ricas todas, ojalá me restrieguen las tetas en la cara.” Y hasta ahí había llegado la discusión del asunto.
Arribamos como partimos, con una extraña sensación de que algo del plan no era correcto. Al entrar lo comprobamos: las meseras del lugar, en su uniforme característico, se vinieron como abejas africanas en mood de ataque a saludar a los comensales con grititos histéricos y sonrisas dizque simpáticas… hasta que vieron la figura de Sole elevarse por detrás de los socios A, F e I, que me miraban preocupados al verse objeto de tan cacareado y escandaloso recibimiento.
“Es que eso del saludo a mí no me parece”- se excusa F
“En Estados no es así”- me aclara A.
“Me pregunto si le harán a todos lo mismo”- filosofa I
Yo, ya acomodada en mi sillita de banco, les respondo, sin cierta sorpresa: “Pucha, me las imaginaba diferentes. Hubiera jurado que la silicona was mandatory, pero vi a un par más bien chupadas”. Nos reímos los cuatro para romper la espesura del ambiente. La risa se muere pronto, como ocurre cuando se finge, y nos clavamos en el amplio menú, pletórico de carnes y grasas.
Una de las muchachas se nos acerca y F le dice: “nos tomás la orden?”. Era rubia, blanca, de ojos azules (Nota de Sole: El Patán me diría y de hecho me dijo cuando le pregunté si eran bonitas: “Qué? Tienen cara?”). Responde con acento fuerte y moviendo mucho las manos “hablou poquitou españollll”. A, siempre cosmopolita, se hace cargo “No problem. We speak english. We are ready”. Y la damita lo pone en su lugar “I don’t take orders” y se aleja meneando el traste. A exhibe su conocimiento del tema “Esa es la que le enseña a los demás. La deben haber traído importada”.
Mientras esperamos la comida, yo busco en que posar la vista. La mayoría de los visitantes son, eminentemente, hombres. Muchos con cámara, ruegan por una fotito a la que accede el cuerpo de camareras y se tiran aplaudiendo y haciendo mucho ruido a colocarse en posición alrededor del pobre idiota que cree que por tomarse una foto se hace más hombre. A los que dicen cumplir años, sospechosamente muchos hoy al mediodía, los ponen de pie en una silla, lo rodean y le hacen un canto a lo cheerleader pidiéndole que haga la danza del japiberdei, cuya letra y profundidad merece plagio:
“una alita por aquí, una alita por allá, colita por delante y colita por detrás” con los movimientos asociados de brazos y pelvis.
Las meseras disfrutan corriendo de un extremo del lugar al otro. Hago nota mental de hacer el comentario en mi supuesto programa de sexo de la importancia de usar un brassier adecuado que impida ese tongolelismo gelatinoso (Nota de Sole: A ver, a ver: quién recuerda a Tongolele?) o balanceo extremo. Estoy tentada a gritarle a una “Muchacha, por dios! Agarratelas que se te van saliiiiirrrrrr!” pero me contengo. Allá ella y su abundancia.
Los rótulos dicen cosas ilusas como “we are highly trained profesionals” y sinceramente descriptivas, merecedoras de ser el ejemplo de la autocrítica socialista como “Delightfully tacky, yet unrefined” lo que ya me sospechaba cuando vi que las servilletas era un ROLLO completo de papel de toalla puesto sobre la mesa, o la delicada dedicatoria del baño a Mr. John M. Crapper…Y me sorprende que la mayoría de las muchachas no son bonitas, detecto a dos o tres con panza, y algunas sin delantera. Hay de todas las razas. Creo que una, al menos es operada. Y sí, se me sale lo víbora y me comporto como una mujer comparando y comparándome y qué?
Nos enteramos de estrictas reglas que aplican a las chicas. Ganan por propina. Es parte del asunto sentarse en la mesa con el cliente para tomarle la orden (en la nuestra no se animaron, o sea, les arruiné parte del chingue), andan con hula hulas guindando que yo aposté que se usan para el table dancing. Tienen terminantemente prohibido relacionarse con los clientes. Media nalga afuera, shorcitos de los hot pants, pantimedias extragrueso, tennis blancas y camisetas de media copa (o sea media teta expuesta) es fundamental.
Algunos highlights de nuestra amena conversación:
F se lo toma muy científicamente y con ánimo de antropólogo social:
“Hay que dejarse de varas pero hay que tener cierta inmunidad al ridículo para prestarse a esto”
“Sole, qué tipo de gente se te antoja que viene aquí?” (mientras no para de saludar a los nuevos comensales que van ingresando, conocidos y amigos todos)
“Mi hija no quiso venir el otro día porque me dijo que esto no era un restaurante familiar. Tuve que aclararle que tampoco era lo que mami decía y que putero es una mala palabra”.
A creo que entra en shock y trata de desviar la atención de lo que indefectiblemente llama la atención en Hooter’s:
“No se han comprado en el aeropuerto un libro que se llama Why men have nipples? Pucha, super interesante, son varas de medicina y sexo y eso de los mitos. Sabían que esa vara de ER de clavar una aguja en el pecho no es cierto?”
“Qué patadón del barza! Eso es lo bueno, los teles, la pantalla gigante. Mae, te imaginás? Nos queda super cerca y cómodo para el mundial de Alemania!”
“Yo tenía que regresar a la 1 a la oficina” (eran la 1 y media).
Pero algo, algo revela:
“La semana entrante les autorizan la patente para vender guaro, o eso me han contado. También oí por ahí que la gente se ha quejado que de noche hay mucha luz”.
Casi le pregunto: mucha luz como para qué? O es que tienen que estar a oscuras para poder verlas a gusto?
I, más callado, aprovechaba los intercambios de one liners para echarse un ojito alrededor y sonreír entusiasmado y hace comentarios de tinte internacional:
“Si uno tiene una novia en otro zipcode no cuenta como infidelidad”
“La pegaron poniéndolo frente a un hotel. A mí, si me hubieran preguntado, abro un Dennis”
“Esos maes parecen turistas… hmmmm. Sip, vienen de Curri a jamar hasta aquí”.
La comida es un asco, a secas. Mi ensalada llevaba unos cuarenta días y cuarenta noches en el congelador y a la lechuga se le nota. Incluir un gajito de tomate, dos tiritas de zanahoria y medio pepinillo de los de las bocas no hace a la ensalada mixta, la hace paupérrima y no le quita la calificación de asco… es además pequeña y carísima. F también se queja del precio, con el incoterm correcto: overpriced. I aporta que es que estamos pagando por algo más que la comida. “Pay to see”- agrego yo, decepcionada -“lo cual me convierte en la única de la mesa que ha sido estafada”
Pienso que es bueno que hayan lugares como ese en San José, que tengamos como pueblo, una mente así de abierta. Fantaseo con un amparo interpuesto por alguna gordita que reclama discriminación por peso o una señora madura rechazada para el puesto por la edad. Me río de imaginar a una pareja típica tratando de bajarse unas alitas: “qué le ves? Pero porqué te le quedás viendo así? Nunca has visto un culo, no? NOTRATESDEDISIMULARSUCIOPERROSPERVERTIDO , qué es la vara si ya sé que te la querés coger, andá y se lo decís en la cara…” y otras linduras derivadas de los celos.
Trato de analizar a las meseras. Será necesidad? Será exhibicionismo? Será que esperan atrapar a uno de esos viejos verdes que les vienen a ver los cuerpos? Tal vez, me digo, tal vez, son estudiantes universitarias que ven en un brete definitivamente lucrativo (Nota de Sole: El patán estima en 2 mil dólares el ingreso por mes) el financiamiento de su carrera de neurocirugía, filosofía clásica o física cuántica…
La idea se me desbarata cuando vienen a recoger el pago de la cuenta. La mesera ve cuatro tarjetas de crédito sobre la factura, se nota que hace un esfuerzo matémático, pero igual, por las dudas pregunta y hace a la vez gala de sus habilidades de Pitagóricas proporciones:
“En cuatro mitades, verdá?”
Solo le falta que al regresar, pregunte: Cuál de los cuatro es Solentiname?
16 Comments:
Pero miren en dónde anda Sole haciendo estudios sociológicos de la lechuga congelada... pero confesá... ¡fuiste vos la que mató a Tongolele!
Generosas las propinas si sacan dos mil pericos así... será "value added service" o algo por ahí. Y pa' tranquilidad de usté, las candidatas a estudiante universitaria no están sacando física cuántica porque la carrera no se ofrece en el país. Eso no quita que estén haciendo un curso por correspondencia como aquellos de Charles Atlas.
10:28 p. m.
Ese Patán es patán.... y genio. Y ahora sigo leyendo el resto del post. Ahorita regreso!
10:48 p. m.
Bueno, cómo me he reído! Ahora que cancelaron A Teta Dar, pues está bueno que abran Hooters, para que las "pobres" chavalas tengan brete y los pachucos tengamos donde verlas...
10:58 p. m.
Yo casi sufro un "accidente" por culpa de la risa que me causó todo tu post. Yo aun no he hecho el viaje de reconocimiento a Hooters. El día que vaya me aseguro de invitarte a almorzar. Así me garantizo el amenísimo comentario de toda la experiencia. A lo mejor termino disparando la cocacola por la naríz de tanto reirme.
Hey, y si lo que querías era una confesión de mi avanzada edad, aquí te va: yo soy de los que se acuerdan de la Tongolele, y de la Iris Chacón, y... pero todo eso es historia para otra ocasión.
;)
9:01 a. m.
pues yo también recuerdo a tongolele, a iris chacón y a maripepa.
y este es un comentario tanto inútil como irrelevante :)
saludines solentiname!
9:13 a. m.
Si los blogs fuesen una novela, yo escogería este artículo tuyo para coronar (con lo mejor) el final. Hasta me incita al retiro por lo insuperable de la anécdota.
(Nota sobre Maripepa: acaso es la misma vedette que Oscar Arias trasladó en la limosina presidencial del aeropuerto a su despacho?)
11:55 a. m.
Jajaja... había manejado muy bien el post.... hasta que leí "son cuatro mitades verdá" jajajajaj
Me destornillé de risa!
Entonces.... no me recomendás conocer Hooters!?? :P
Saludos!
12:58 p. m.
Marcelo: Son gajes de mi oficio. Por cierto me quito el sombrero ante tu conocimiento del cine de la década de los 40 y el "Quién mató a Tongolele?". No te imaginás lo que me tranquiliza que aquí no haya carrera de física cuántica ;)
Tugo: Jugando de corderita no. La corderita era sho.
Otrova: El Patán es eso y mucho más. Y sí, el lugar es apenas para pachucos con plata.
Oz: haceme la caridá de no invitarme ese día o me llevás un sanguchito. Te suena entonces aquello de "ahíviene, ahíviene..."
Jen: Ampliaste el repertorio de vedettes! No es inútil, me sirve para mi encuesta ;)
Yuré: Como siempre, sos demasiado amable. Maripepa es esa misma, de la que don Oscar dijo que ya no la invitaría porque el paso del tiempo debe haber hecho estragos en su persona, particularmente por el tema de gravedad.
Apócrifo: Qué dicha que alguien agarró el toque de la división que hizo la mesera! Claro que te lo recomiendo. Para hombres, me parece perfecto. No llevés a tu novia, eso sí.
1:23 p. m.
Yo, que soy muy mal pensada, o he escuchado historias muy, muy... hago un cruce de información que dice: "quieren menos luz en la noche... y hay un rollo completo de servilletas en las mesas"= ¿Qué pasará bajo el mantel?
Sole: ¿Por qué no hacemos un reportaje encubierto?
9:31 p. m.
Te puedo imaginar... Que risa, pero que chicha ir a pagar plata de mas por mala comida y sin nadita de nada de incentivo visual pa'nosotras!
12:21 a. m.
Sirena: Mantel? cuál mantel? Las mesas andan como las meseras: peladas. Acepto el reto, apenas averigüe cómo cmamuflar a una mujer de 180, en minifalda y tacones en semejante cueva ;)
Flo: Si yo hibiera sabido el precio, prefiero comemer una galleta soda y un vasito de agua que ir a ese hueco.
8:41 a. m.
De tus mejores posts para hacerme reír.
El otro día que hacía un estudio de restaurantes y esas cosas con compañeros de la U, ellos no pudieron dejar de ir ahí, ya que estabamos en Plaza Itzkatzu... así que subimos... ví por encima, me daba un poco de pena estar ahí solo viendo, las ví feas a todas y pensé que con una poca de silicona o un buen escote hasta a mí me dan brete ahí, pero me echan en pleno entrenamiento del chichon que me dan... y bueno...
4 mitades increíbles.. jaja...+
Saludos
11:40 a. m.
Vos sabés que hasta ahora me "cae la peseta" de que el título de este post me sonaba como a película de Frank Capra?
8:46 a. m.
Belleza real entonces...estoy con el asunto que lo que es un buen bistec no se encuentra en cualquier lado..pero que ya ni la ensalada sirva es de pelicula...
Aqui si que no apoyo el TLC Hootiano porque las ticas son más lindas sin tanta payasada (la proxima se van a Casa de Muñecas)
8:58 a. m.
Analú: Ese día andaba un grupo de estudiantes mixto como de 15 personas que anduvieron por todas las meses hasta que encontraron una donde las mujeres del grupo no se quejaron.
Oz: Frankie goes to Hollywood perhaps? o The Happy hooker goes to washington? ;)
Bandido: Buena recomendación para los muchachos.
9:06 a. m.
hoy descubrí este blog y me alegro mucho de haberlo hecho!
la anécdota de hooters sin lugar a dudas está genial y la manera en que lo cuentas es MUY buena... yo en lo personal no he ido a ese lugar, ni quiero ir
simplemente no entiendo cuál es su fin! para conseguir comida mala para la salud ya hay muchos restaurantes de comida rápida, para alitas de pollo ya tenemos el legendario pollo cervecero -ahora también en moravia ;)- y para ver tetas en CR sobran los puteros, night clubs, pasarelas, tarimas, programas de televisión, bares, playas, ferias, fiestas patronales, topes, carnavales y tiazelmira.com.
o sea, hooters no tiene ningún sentido... o por lo menos no para mí.
excelente post solentiname, por favor seguí escribiendo así.
11:29 p. m.
Publicar un comentario
<< Home