Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

octubre 26, 2007

My life without me

Hace unos meses, un amigo, me llamó como tres o cuatro veces al celular; hasta que le respondí. Estaba sosteniendo el llanto: “Sole? Gracias a Dios…” y se soltó, como un chiquito.

Cuando pudo hablar, me contó había una presa infernal en la radial de Santa Ana, peor que la de a diario. Que era claro que había habido un accidente, como siempre. Que conforme se fue acercando, vio un carro, azul cobalto, un pitufito. El mío. Frenó en seco. Los tráficos lo pararon y le dijeron que el conductor estaba muerto, prensado, que no lo habían identificado. Mi amigo me llama. Los paramédicos confirmaban que la persona en el carro había muerto del impacto. Segunda llamada. El tránsito pedía el equipo hidráulico y llamaban a la morgue. Tercera llamada. La policía le preguntaba si conocía al conductor, si los podía acompañar a reconocer el cuerpo. A la cuarta llamada, yo contesto. Por un momento, él no supo si se lo estaba imaginando. Yo pienso en ese día como el día que yo había muerto. Sin saberlo.

Hoy, a las 6 de la mañana, por cosas de trabajo, fui parte de una escena de sucesos. Un peyó se destrozó contra un camión. La lata quedó en colochitos. El airbag se reventó, llena de sangre. El chofer, de 26 años, murió en el lugar. Una hora antes, salía de dónde la novia, con la que se iba a casar en un mes, la que 3 horas después se arañaba la cara con las manos al otro lado de la acera mientras levantaban el cuerpo.

Llegaron amigos del chofer del camión. Hombres rudos, de trabajo, camioneros. Se abrazaban a él en una esquina para que pudiera llorar. Le repetían que no estaba solo, le buscaban una sombra, un poco de agua, los papeles del carro, le ayudaban a firmar un parte tras otro. "Tranquilo. No está solo".

Los vecinos riñas apedrearon al OIJ porque cubrieron con plásticos blancos la privacidad de la muerte y del cuerpo-destrozo del muchacho. Me amenazaron de “cuidao se encuentra un día con la boca rota” por pedirles que se retiraran. Los peatones tomaban fotos con sus celulares mientras un tráfico les pedía, inútilmente “Respeten, no ven que ahí está la familia”. Las mujeres y algunos hombres se secaban las lágrimas que se salían, involuntarias, por un desconocido. Alguien dijo, como decía Mimí siempre “Pobre madre…su muchacho…”

Yo andaba trabajando. Hice un buen trabajo, mi reporte, dejé todo listo y en orden. Me fui con el último tombo. No conocía a ninguno de los 25 que coincidimos por esa catástrofe y que, a como está la cosa, viven esto todos los días. Me pregunto si ellos se sentirán tan tristes, tan vacíos, tan vulnerables como yo me siento. O si ya ni eso.

9 Comments:

Blogger Sirena said...

¡qué triste Sole! No entiendo eso de trabajar reportando tragedias... en fin, ¿qué te puedo decir? Que de esos 25, muchos estaban conmovidos tal vez... qué experiencia tan fea, de veras, ni sé qué más decir...

11:24 p. m.

 
Blogger Julia Ardón said...

por lo menos tenés ojos para mirar.
No sé qué más decirte...

7:49 a. m.

 
Blogger Maria said...

Sole que intenso¡¡¡¡. Que podemos hacer para parar esta barbarie que se vive en las calles de nuestro país?, como que la gente se desensibilizó y nos les causa nada, ni les mueve nada ver estos accidentes y los muertos los ven casi como parte de la carrocería retorcida. Un abrazo¡¡

7:26 p. m.

 
Blogger Caro said...

Es tan fea esa sensación...
Un día saliendo del trabajo me tocó ver en la pista, en el carril con sentido Alajuela-San José, la sábana blanca que envolvía el cuerpo de una mujer que por cruzar donde no debía fue atropellada... ella y otra señora.
No se quienes eran, por dicha no me tocó ver el cuerpo descubierto, pero no se me olvida la sensación tan horrible que me dio ver aquella sábana cubriendo ese cuerpo sin vida.
A mí me toco verlo porque el bus del trabajo pasa por ahi obligatoriamente, pero no entiendo como hay gente que para, hacer presa y si puede toma fotos ojala del muerto sin la sábana...
Simplemente no comprendo, yo no podría, primero me pongo a llorar de pensar en la familias y ese tipo de cosas. :(

12:15 a. m.

 
Blogger Ameyal said...

No dejo de pensar en tu amigo. Sé cómo se sintió, porque una vez un inspector del INS me llamó con voz de funeral preguntando si yo era "la esposa de", y que él había tenido un accidente... Durante fracciones de segundo me paralicé y a la vez pensé tantas cosas... Hasta que el muy bruto me dijo que era que él se había ido sin firmar la boleta que le hizo por haber dañado un retrovisor.

Aún siento ganas de ahorcarlo cada vez que me acuerdo...

8:49 a. m.

 
Anonymous Anónimo said...

Con esto me siento como los correos esos en que se muere alguien y uno se da cuenta al tiempo. Wueiso! Mejor me comunico más.

8:59 a. m.

 
Blogger furia said...

:(

10:07 a. m.

 
Blogger Damián Arroyo said...

ufff... el trabajo de sucesos es tan difícil... que feo...

10:31 a. m.

 
Blogger L. YURÉ said...

“La vida sin cinturón de seguridad” diría yo. Uno de mis choques culturales más fuertes me lo llevé en el Santamaría cuando el taxista me juró que su auto contaba con cinturón. Cuando me senté, se sacó la faja y me dijo: tenga, mae; pero me la devuelve cuando lleguemos a San Chepe.

6:10 p. m.

 

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