Queja pública
Estimada señora Contralora de servicios del Ministerio en cuestión:
Por medio de la presente, deseo hacerle llegar mis más sentidas disculpas por el colerón que le ocasioné innecesariamente el día de hoy con mis comentarios generados al hervor del encontronazo de víboras que protagonizáramos su merced y yo en horas de la tarde. Espero que no haya sufrido consecuencias hepáticas de merecer.
Aunque no viene al tema ni explica mi desleznable proceder, sabrá usted que logré llegar a San José centro a la 1 y 30 de la tarde, parquearme y lanzarme, sobre mis tacones (altos) y minifalda (corta, muy corta) a la conquista de seis cuadras en plena ciudad hasta llegar al Edificio que la aloja. Gracias al calor insoportable, fue como recorrer Villa Neilly a las 12 medio día, encima agravado por la sudada del ejercicio y de escuchar a los pachucos del Correo inventar piropos obscenos, en acentos locales y extranjeros, pero nada originales, usando como fundamento mi altura, que encima de los tacones (altos) me destaca 15 centímetros más allá del resto de los prójimos transeúntes.
Tampoco tiene interés para usted, (como aparentemente tampoco lo tiene el servicio al público, pero ya voy a eso) el hecho que yo contaba con escasa media hora para completar mi trámite, o que, en mi ingenuidad, aun creo que si una se comporta como una persona decente, diciendo disculpe, por favor, gracias y con permiso, tiene una alguna oportunidad de un trato en el mismo sentido de parte de funcionarios públicos.
He de decirle que no fue mi intención subir hasta el quinto piso a buscar la Contraloría de Servicios del Ministerio. Llegué ahí por indicación equivocada del guarda de la puerta, que me dijo que el Departamento Los Patitos quedaba en ese piso. Ni es su culpa que yo, pobre ilusa tontoneca, creyera que una oficina intitulada “Contraloría de Servicios”, pudiera ayudarme con la respuesta a mis dudas. Prometo además revisar mi capacidad de leer señales ajenas, porque estoy bajo la indudablemente errada impresión que, al acercarme a su oficina, se encontraba usted en medio de una entretenida llamada personal, que tuvo la amabilidad de interrumpir para atender a esta administrada en desgracia. No omito notar que ese fue su primer y su último acto amable conmigo.
Dado a que siento una fascinación morbosa y malsana por repetir diálogos ya vividos, una especie de deja vu intencional, permítame recrear aquí nuestro encuentro, agregando mis comentarios, para que sean los demás, y ojalá el Ministro del ramo, el que confirme lo malandrín de mis acciones irrespetuosas hacia su investidura.
Sole: Disculpe (note mi educación), el departamento Los Patitos?
Ud: NO SÉ
Sole: (con asombro no disimulado) Cómo que no? (señalo el rótulo) pero si esta es la Contraloría de Servicios!
Ud: NO SÉ
Sole: Y no me haría el favor de llamar a la central y averiguar?
Reconozco ante vosotros hermanos que aquí ya debe haber empezado a asomar ese tono invivible que aprendí de los chiquillos malcriados del colegio particular donde estudié.
Ud: NO. BAJE USTED.
Lamento haber cuestionado su autoridad. Debí haber bajado los cuatro pisos y volverlos a subir solo para complacerla. Y luego seguir para mi destino. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Sole: (con risa incrédula) pero estoy en el cuarto piso!!!... No puede llamar a la central y preguntar?
Tiene usted razón en hablarme con ese tono autoritario. ¿Cómo se me ocurre pedirle a un funcionario público que cumpla con su deber y mucho menos atreverme a sugerirle cómo hacerlo? Soy lo peor de lo peor.
Ud: Es que estoy con una llamada
Le ruego me perdone haberla forzado a señalarme lo evidente. Hago votos serios dirigidos a enmendar mi conducta.
Sole: Pero es personal, y esto es Contraloría de Servicios.
Ud: Bueno NO.
Sole: Su salario lo pago yo con mis impuestos.
Perdón, perdón, setenta veces siete perdón. Perdón por quebrarle el vidrio de la condición magnífica del funcionario público, donde no existe un jefe, donde no hay nadie que le diga a una, como decía mi abuela “quehacésahi”, por recordarle que usted se debe al público al que sirve, por sacar a relucir la condición de servicio a la que usted está afectada durante sus horas laborales. Perdón si le recordé que, usted, como yo, es una simple empleada y que su labor principal es servir a los demás. Perdón.
Ud: (Visiblemente afectada y escupiendo de la chicha) Mi salario lo pago yo con mis impuestos!
Sole: (ya con sorna) Entonces independícese y póngase una contraloría de servicios privada, a ver cómo le va (me ahorré el “Sus impuestos no alcanzan para una cuecha”). Quisiera llenar una queja.
Ud: Pues busque un papelito si es que lo encuentra y lo llena.
Ahí preferí dejarla hablando sola. Eventualmente y después de subir y bajar gradas encontré lo que buscaba, y, por supuesto, la sapié. Dice la gente del departamento de mi destino que usted tiene antecedentes de energumenidad. En mi defensa, ellos alegan que mi modo es “muy bonito”. Lo dicen servidores que hablan desde el cariño, lo que afecta la objetividad de su testimonio, pero, además, son servidores con los que sí he tenido diferencias técnicas severas que nunca han desembocado a los gritos.
He estado pensando si enviarle esta disculpa con copia, sobre todo, al Ministro, canoso y simpaticón, para que el mundo sea testigo de mi arrepentimiento y de este ejercicio de autocrítica. Creo que, en nombre de todas las columnas con las que él solía spammear mi Inbox cuando socializaba desde las páginas de La Nación, puedo tomarme la confianza de escribirle reconociendo mi error.
Mi única duda, que me ha asaltado toda la tarde, es si mi confesión tendrá la inmerecida y clásica consecuencia de que me empiecen a joder en el Ministerio, que por cualquier razón, que me entraben procedimientos, se pierdan expedientes, me caigan inspecciones o cualquiera de todas esas casualidades que suelen ocurrir cuando una por error o por que aun cree que sabe para qué sirve un funcionario público, sin querer le maja un huevo en un día caluroso como hoy. Confío en que en el departamento en que suelo hacer mis trámites tiene una honorabilidad sin tacha, que doña E, que lo lidera, jamás permitiría semejantes saboteos y subterfugios.
Pero, por si las moscas, he decidido rumiarlo un tiempito más, y mientras tanto, exhibir aquí el charol de mis entrañas, como forma de descarga emocional y respiro.
De usted, su segura servidora,
La giganta de rosado que, sí, le cuadre o no, paga su salario con sus impuestos.
Por medio de la presente, deseo hacerle llegar mis más sentidas disculpas por el colerón que le ocasioné innecesariamente el día de hoy con mis comentarios generados al hervor del encontronazo de víboras que protagonizáramos su merced y yo en horas de la tarde. Espero que no haya sufrido consecuencias hepáticas de merecer.
Aunque no viene al tema ni explica mi desleznable proceder, sabrá usted que logré llegar a San José centro a la 1 y 30 de la tarde, parquearme y lanzarme, sobre mis tacones (altos) y minifalda (corta, muy corta) a la conquista de seis cuadras en plena ciudad hasta llegar al Edificio que la aloja. Gracias al calor insoportable, fue como recorrer Villa Neilly a las 12 medio día, encima agravado por la sudada del ejercicio y de escuchar a los pachucos del Correo inventar piropos obscenos, en acentos locales y extranjeros, pero nada originales, usando como fundamento mi altura, que encima de los tacones (altos) me destaca 15 centímetros más allá del resto de los prójimos transeúntes.
Tampoco tiene interés para usted, (como aparentemente tampoco lo tiene el servicio al público, pero ya voy a eso) el hecho que yo contaba con escasa media hora para completar mi trámite, o que, en mi ingenuidad, aun creo que si una se comporta como una persona decente, diciendo disculpe, por favor, gracias y con permiso, tiene una alguna oportunidad de un trato en el mismo sentido de parte de funcionarios públicos.
He de decirle que no fue mi intención subir hasta el quinto piso a buscar la Contraloría de Servicios del Ministerio. Llegué ahí por indicación equivocada del guarda de la puerta, que me dijo que el Departamento Los Patitos quedaba en ese piso. Ni es su culpa que yo, pobre ilusa tontoneca, creyera que una oficina intitulada “Contraloría de Servicios”, pudiera ayudarme con la respuesta a mis dudas. Prometo además revisar mi capacidad de leer señales ajenas, porque estoy bajo la indudablemente errada impresión que, al acercarme a su oficina, se encontraba usted en medio de una entretenida llamada personal, que tuvo la amabilidad de interrumpir para atender a esta administrada en desgracia. No omito notar que ese fue su primer y su último acto amable conmigo.
Dado a que siento una fascinación morbosa y malsana por repetir diálogos ya vividos, una especie de deja vu intencional, permítame recrear aquí nuestro encuentro, agregando mis comentarios, para que sean los demás, y ojalá el Ministro del ramo, el que confirme lo malandrín de mis acciones irrespetuosas hacia su investidura.
Sole: Disculpe (note mi educación), el departamento Los Patitos?
Ud: NO SÉ
Sole: (con asombro no disimulado) Cómo que no? (señalo el rótulo) pero si esta es la Contraloría de Servicios!
Ud: NO SÉ
Sole: Y no me haría el favor de llamar a la central y averiguar?
Reconozco ante vosotros hermanos que aquí ya debe haber empezado a asomar ese tono invivible que aprendí de los chiquillos malcriados del colegio particular donde estudié.
Ud: NO. BAJE USTED.
Lamento haber cuestionado su autoridad. Debí haber bajado los cuatro pisos y volverlos a subir solo para complacerla. Y luego seguir para mi destino. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Sole: (con risa incrédula) pero estoy en el cuarto piso!!!... No puede llamar a la central y preguntar?
Tiene usted razón en hablarme con ese tono autoritario. ¿Cómo se me ocurre pedirle a un funcionario público que cumpla con su deber y mucho menos atreverme a sugerirle cómo hacerlo? Soy lo peor de lo peor.
Ud: Es que estoy con una llamada
Le ruego me perdone haberla forzado a señalarme lo evidente. Hago votos serios dirigidos a enmendar mi conducta.
Sole: Pero es personal, y esto es Contraloría de Servicios.
Ud: Bueno NO.
Sole: Su salario lo pago yo con mis impuestos.
Perdón, perdón, setenta veces siete perdón. Perdón por quebrarle el vidrio de la condición magnífica del funcionario público, donde no existe un jefe, donde no hay nadie que le diga a una, como decía mi abuela “quehacésahi”, por recordarle que usted se debe al público al que sirve, por sacar a relucir la condición de servicio a la que usted está afectada durante sus horas laborales. Perdón si le recordé que, usted, como yo, es una simple empleada y que su labor principal es servir a los demás. Perdón.
Ud: (Visiblemente afectada y escupiendo de la chicha) Mi salario lo pago yo con mis impuestos!
Sole: (ya con sorna) Entonces independícese y póngase una contraloría de servicios privada, a ver cómo le va (me ahorré el “Sus impuestos no alcanzan para una cuecha”). Quisiera llenar una queja.
Ud: Pues busque un papelito si es que lo encuentra y lo llena.
Ahí preferí dejarla hablando sola. Eventualmente y después de subir y bajar gradas encontré lo que buscaba, y, por supuesto, la sapié. Dice la gente del departamento de mi destino que usted tiene antecedentes de energumenidad. En mi defensa, ellos alegan que mi modo es “muy bonito”. Lo dicen servidores que hablan desde el cariño, lo que afecta la objetividad de su testimonio, pero, además, son servidores con los que sí he tenido diferencias técnicas severas que nunca han desembocado a los gritos.
He estado pensando si enviarle esta disculpa con copia, sobre todo, al Ministro, canoso y simpaticón, para que el mundo sea testigo de mi arrepentimiento y de este ejercicio de autocrítica. Creo que, en nombre de todas las columnas con las que él solía spammear mi Inbox cuando socializaba desde las páginas de La Nación, puedo tomarme la confianza de escribirle reconociendo mi error.
Mi única duda, que me ha asaltado toda la tarde, es si mi confesión tendrá la inmerecida y clásica consecuencia de que me empiecen a joder en el Ministerio, que por cualquier razón, que me entraben procedimientos, se pierdan expedientes, me caigan inspecciones o cualquiera de todas esas casualidades que suelen ocurrir cuando una por error o por que aun cree que sabe para qué sirve un funcionario público, sin querer le maja un huevo en un día caluroso como hoy. Confío en que en el departamento en que suelo hacer mis trámites tiene una honorabilidad sin tacha, que doña E, que lo lidera, jamás permitiría semejantes saboteos y subterfugios.
Pero, por si las moscas, he decidido rumiarlo un tiempito más, y mientras tanto, exhibir aquí el charol de mis entrañas, como forma de descarga emocional y respiro.
De usted, su segura servidora,
La giganta de rosado que, sí, le cuadre o no, paga su salario con sus impuestos.
13 Comments:
Que buena historia. Donde te paso?, poneme un correo y me contas¡¡¡¡
7:58 p. m.
JAJAJAJAJA... ya somos dos con esa costumbre perniciosa de repetir conversaciones ya vividas...
9:40 p. m.
Mandásela a don ministro, estoy segura que al menos se muere de la risa.
12:49 a. m.
¡Ay! ¿Por qué desde el principio me sentí tan identificada con ese ministerio y pensé en ese mismo ministro?
Si querés, mandáselo al ministro, pero vieras que he descubierto que, como ministro... excelente columnista.
8:30 a. m.
Sole... perdoná, me he reído como nunca, pero es que tenés una forma de contar las desgracias... yo, desde el colegio aprendí que esos problemas se arreglan en el parqueo: nada más sacarte un ratito para seguirla, ver cuál es el carro y echarle el removedor de pintura otro día. Y si la tita no tiene carro y anda en búj... pues bueno, vas a tener que pagar más impuestos para que le suban el sueldo a la garrapata...
5:37 p. m.
No, no, no... el Ministro no se muere de la risa, porque el Ministro sabe que estas cosas pasan así todos los días. En fin, podría reírse de que pase hasta en la llamada Contraloría de Servicios... supuesto ente encargado de que las quejas se atiendan y, más que eso, que las quejas sirvan para provocar cambios en la forma en que el Ministerio atiende a sus usuarios y a sus propios funcionarios - que son en mucho las víctimas del mal trato, la lentitud y el desinterés - pero... parece que no es así. En fin, me queda un consuelo, y es pensar que en un tiempo no muy lejano (en serio) el Ministerio tenga una Contraloría de Servicios digna de ese nombre, y el Ministro no tenga que enterarse de esto porque una amiga (también Ministra, pero de otra cosa) lo mandara a leer este blog.
Cordialmente,
El Ministro
10:51 p. m.
tengo amigos que por cinco rojos escarmientan a quien sea.
10:52 a. m.
Sole: mi conmiseración y mi realismo impenitente, lo siento pero me temo que en este tipo de situaciones con los burrocratas es mejor "cortar las perdidas" cuanto antes (por el propio bienestar de uno mismo que es la víctima); es que es una batalla perdida, este tipo de funcionarios (no todos, valga la no generalización) son "superanimales" que están por encima de cualquier otro ente u organismo, son "invencibles" porque nada les importa y sobre todo porque están a salvo de las consecuencias de sus propios actos, no importa cuan desidiosos o irresponsables sean, a diferencia de los funcionarios de cualquier otro tipo de organización. Con este tipo de situaciones no racionales, el trabajo de cualquier ministro, a pesar de su sapiencia y capacidad, se torna muy difícil. Sorry por el largo comentario pero no tuve tiempo para uno corto.
2:51 p. m.
Sole, veo que te saliste con la tuya, le dijiste al ministro sin decirle al ministro... Yo creo que la próxima vez voy a enviar mis quejas a este blog... tal vez un día me respondan.
En todo caso ¿así funcionarán todas las contralorías? ¿todas?
10:15 p. m.
"Sus impuestos no pagan una cuecha" Voy a guardar esa joya para cuando me toque uno de estos!!!
9:23 a. m.
Pues Sole, ¡la hiciste grande! Obtuviste una respuesta hasta del propio ministro.
Por cierto ideas del mundo de afuera: buscá información acerca de la "wikipolítica", ahora que los señores de arriba hablan con los simples mortales.
6:08 p. m.
Eso Sole, nada como tener contactos en el Gobierno¡¡¡, tu blog es famoso, los comentan entre Ministros, me imagino que es tema de conversación en el Consejo de Gobierno, y nada raro que el mismisimo OAS visite estas Anchas Alamedas.
8:47 p. m.
Mae sabe que...(en francés) a nadie le importa un gorro lo que usted le hicieron...porque si fueran diligentes definitivamente no estarían ahí... ya hubieran jalado...y si el Ministro quisiera arreglar algo necesitaría un siglo de administración y aun así no podría...
6:58 p. m.
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