Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

abril 14, 2006

El sueño

Se me murió un día de setiembre, faltando quince minutos para las cinco. El sol estaba todavía alto en el cielo, anaranjado, redondo e inmenso. Le gritó ¡Mamá! a la muerte y el corazón se le fue quedando callado y muy quieto. Su última palabra no fue para mí. Tal vez el último suspiro sí.

Me dejó con mi hija, mi soledad y mi tristeza. Le dije un adiós demacrado y lloroso frente a una tumba de piedra y un funeral de tumulto.


A él nunca más lo volvía ver. Excepto en el sueño. Cada vez que lo sueño paso todo el día ansiosa, con una angustia que me cuesta describir porque la siento donde la razón se rinde y ya no me explica. Amanezco con una sensación horrible de que el no quiere saber nada de mí. Igual que cuando yo tenía a su hija y a mi hija dentro de mí, y pasan dos o tres o más días sin que siquiera me llamara o se acercara a preguntar por mí. Yo sentía que me abandonaba, embarazada; sin amor; y por haberlo elegido a él, sin familia; sin nada, viviendo del cariño prestado de la casa de mi mejor amiga.

En el sueño lo veo siempre ahí, tan alto, tan grueso, tan alegre, tan moreno. Tan lejos, Si pudiera hablarle, le diría que todavía lo quiero. Y es porque lo quiero que lo mantengo vivo en mi recuerdo. Así puedo verlo, aunque no sea a diario y en esa realidad suave y lenta que es un sueño.

Lo quiero tanto, que le rezo pidiéndole que me ayude, que me ilumine, que me de la fuerza que me daba en cada abrazo, en cada beso, Y sin embargo, yo no soy de las que creen en santos ni en cielos.

Lo quiero tanto, que nunca hablo de él con nadie, ni veo sus retratos, ni comparto con nadie nuestra vida para que siga siendo nuestra y para los demás un misterio. Su nombre me suena extraño cuando lo digo en voz alta. Y siempre me refiero a él con nombres ajenos: tu papá, su hijo, tu hermano.

Y si alguien me preguntara si queda para él algún sentimiento, se me quebraría la voz y les diría que yo sí siento, que guardo, que tengo, algo tan especial que no me cabe en una frase y por eso dejo la respuesta suspendida justo en el medio. Después, muy rápido y a escondidas, me limpiaría la basurita de imaginación, esos pedacitos de dolor que les gusta disfrazarse de lágrima.

8 Comments:

Anonymous Anónimo said...

De Salvador Novo: Amar es percibir, cuando te
ausentas, tu perfume en el aire
que respiro, y comtemplar la
estrella en que te alejas cuando
cierro la puerta de la noche.

Fue en lo que pense al leer tu blog...María

10:48 a. m.

 
Blogger Sirena said...

Ay Sole... ¡qué complicado! Los sueños son los que dan siempre la clave ¿se ha olvidado o no? ¿es justo dejar el espacio ocupado por un amor sin rumbo? Y la verdad ¿a quién le importa si es justo o no? se hace lo que se siente... aunque ojalá ella pudiera amar de nuevo en este mundo y no en el más allá (que existe sólo en el inconsciente de los sueños seguramente).

11:07 a. m.

 
Blogger Sirena said...

Por cierto... se te extrañaba... ¿andabas en las tierras valientes?

11:08 a. m.

 
Blogger Solentiname said...

María: Creo que Ella piensa eso mismo. Pero no se lo dice a nadie a nadie.

Sirena: Yo creo que lo que siente ella es culpa. Por eso lo sueña ausente. Y en efecto, por allá andaba!

Tugo: Habría que preguntarle a Ella que es la que lo sueña. Yo solo cuento algo que se me ocurrió un día cuando Ella me dijo que lo soñaba.

11:46 a. m.

 
Blogger Luis Chaves said...

welcome back!

5:22 p. m.

 
Blogger Humo en tus ojos said...

Cuando Ella se lo sueña ha de ser porque sigue con necesidad, de limpiarse la basurita, de soñar el dolor a ver si un día se acepta y en vez de convertirse en lagrimita, se convierte en un pasito pa'delante... bueno digo yo, que quisiera pensarlo en positivo
Saludos

5:43 p. m.

 
Blogger Floriella said...

Para mí los sueños son la prueba más fehaciente de que no se olvida. Increíble como lográs meterte en los zapatos de Ella. Me encantó.

9:44 a. m.

 
Blogger ilana said...

Es que sí, los recuerdos más dolorosos los vamos guardando, cavando hoyos para que nadie nos encuentre lo feo del dolor sin darnos cuenta (a veces) de que al sacarlo, y compartir, podemos redescubrir la belleza de nosotros en los ojos de aquél que se fue.

7:20 p. m.

 

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