Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

octubre 29, 2008

Las sobrevivientes

El día que ese pobre hombre se volvió loco y comenzó a disparar en la embajada doñaceci y la yanetvíquez se parapetraron detrás de la puerta de un baño.

Oyeron todo. Los gritos, los disparos, las lágrimas, las sirenas, los teléfonos. Llamaron por sus celulares hasta que se les acabó la batería. Escucharon los pasos y vieron como se agitó la perilla. Fueron siglos hincadas detrás de una puerta.


Y cuando todo pasó y ese pobre hombre estaba desangrado en una de las oficinas del frente y un policía les abrió la puerta y les dijo que ya todo estaba controlado, que habían muerto tres, sí, y el pobre hombre, pero que todo estaba bien y que salieran, doñaceci y la yanetvíquez ya eran otras.

Y talvez por que pasó en la embajada de Chile y porque en Chile pasaron esas cosas cosas y otras peores por tantos años, doñaceci y la yanetvíquez empezaron a padecer de lo mismo que tantos chilenos. Se quedaron sin palabras. No hablan con nadie de lo que pasaron. No le dicen trauma. Viven entre los demás con eso adentro. Y si alguien les pregunta, con esa curiosidad entre morbo y respeto, nada más se les opacan los ojos y dicen que aquello fue horrible.

Hoy, la Presidenta Bachelet pidió romper el protocolo. Quería ir a la embajada, aunque hiciera esperar a diputados, ministros, jueces, fiscales generales, presidentes y demás bombetas. Llegó y pidió conocer a doñaceci y a la yanetvíquez.

Las saludó de beso y les dio un abrazo. Y mientras les sostenía cálidamente las manos entre las suyas, les dijo: “yo insistí en venir, aunque fuera un momentito, ya? Quería conocerlas. Ustedes, como yo, son sobrevivientes del horror y quería conocerlas. Y agradecerles”. Me parece escucharla, sencilla y dulce, con su acento chileno, con la comprensión solo tienen los que como ella, como doñaceci, como la yanetviquez, como tantos otros, sobrevivieron.

Eso me lo contó hoy doñaceci y se le quebraba la voz cuando me estaba contando. “Mirá- me dice- todavía ando todo el maquillaje corrido de la llorada”.

A mí también se me quebró la voz diciéndole que no se le notaba y que qué lindo eso de parte de la señora presidenta.


1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Sí, la weona es wena, no se puede negar...

7:08 a. m.

 

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