Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

agosto 30, 2008

... and we are outta here!

Una persona que es gallina declarada, nunca debería ir a un tour de fantasmas. Mucho menos si va sola. O si es la única que habla español. Peor aun si va rodeada de 26 gringos creyenceros, espiritistas, que dedican sus vacaciones a andar cazando fantasmas en cuanta ciudad visitan. De los 27 babosos que íbamos en el bus, yo era la única que nunca había visto fantasmas. Los demás compartieron sus experiencias como en una reunión de alcohólicos anónimos.

Y es para que yo oigo ghost y me imagino una sábana transparente que flota en el aire y hace buuu. En América Latina las cosas son distintas. Uno los ve o los siente o los oye y no piensa en la palabra fantasma. Uno ve cosas, se le aparecen conocidos, oye voces, se le para el pelo. Pero algo como Gasparín solo en las fábulas.

La garantía de ver un aparecido, tiene letra pequeña “aplican restricciones”. El toque es denudarse emocionalmente y estar dispuesto a percibir cualquier manifestación del miedo: angustia, presión en el pecho, mareo, visión borrosa, sensación de que te están viendo o peor aun, tocando; como la presencia de un fantasma, porque eso de verlos-verlos no es algo que pasa todos los días.


Paramos en una parte el río Chicago en donde hace cien años se hundió el Eastland. Llevaba a todo un pueblo para un picnic. El barco tenía problemas de estabilidad y se fue de lado, como 1100 personas adentro, que no sabían nadar y que andaban con ropa de lana. Además el río era la alcantarilla de la ciudad. El que no murió ahogado, murió infectado. La fábrica que organizó el paseo se quedó sin mano de obra. El pueblito de Cicero se vació. Hay fotos de la tragedia, donde se ven como quedan menos manos en el agua pidiendo que los rescaten.

Dicen que a veces en las fotos que se toman del agua se ven caras pidiendo auxilio. Que al pasar cualquiera de los dos puentes, el de Clark y LaSalle, uno siente como un algo que te impulsa a ver el agua. Estos dos puentes son los únicos que usan los suicidas en Chicago, a pesar de que cuenta con otras 54 cómodas opciones, sin contar azoteas de edificios altos. A mí me entra así como entre angustia y la sensación de estar viendo una película de miedo. Me declaran la feliz ganadora de una experiencia paranormal, así a la pura bulla, en la primera parada del tour.

A los muertos los llevaron a un edificio frigorífico y publicaron sus fotos en el periódico para que los recogieran. Ophra Winfrey compró el edificio y tiene ahí su estudio. Refuerza la idea de que ahí asustan y se oyen pasos y voces en las noches y cada vez que alguien siente olor a lilas, de fijo un fantasmita se pasea frente a las cámaras de seguridad. De terror verdadero es una tienda que queda enfrente. Toda una cuadra dedicada a la venta de productos aprobados por Ophra donde además se puede comprar todo lo que ella haya usado. Hasta los calzonillos.

La segunda parada sí me pone un poco esquizofrénica. Es una casa antigua, conocida como the Hull House, en la Universidad de Illinois. Ya es de noche. Nos hablan primero del fantasma de la señora Hull, que se asoma siempre por las ventanas o la escalera. Le damos la vuelta a la casa y al pasar por la puerta de atrás a mí se me para el pelo. Ya estoy demasiado sicoseada. El guía insiste en una segunda vuelta y yo la evito. Nos reunimos en un jardín que parece un cementerio. Yo, por dentro, repito con angustia de ateo conflictuado el único pedazo de oración anti cosas malas “el señor es mi pastor, nada me faltará, en delicadas aguas me reposará, confortará mi alma”

En esa casa vivió Jane Adams, ganadora del nobel de la paz por todos los programas sociales que desarrolló para inmigrantes. Pero todos hablan del bebé del diablo que recogieron en la casa, que lo enterraron en la esquina del jardín y que tiene la culpa de esa sensación de maldad diabólica que todos deberíamos estar sintiendo. Mucha gente- dice el guía- siente que se vomita o que algo le impide pisar el zacate. Además uno se siente como raro y le pica algo. En mi caso, inmediatamente me pica la oreja izquierda.

El bebé nació por la maldición de su padre ateo. Y tenía cola, lengua en picos, escamas, dientes podridos y cachos. Habló apenas nació en tres idiomas: italiano, inglés y otro que no me acuerdo. Lo tenían en el cuarto del segundo piso a dónde uno siente que lo atrae la vista. Nos invitan a recorrer el jardín de nuevo. Varios confiesan tener sensaciones extrañas y tienen cara de suceso.

Nos advierten que muchos de nosotros, sensibles a la conectada, nos llevamos un espitiru chocarrero a la casa, que usualmente se nos aparece puntualmente en dos semanas, a las tres de la mañana. “Remember, they can´t hurt you”. Hay que hacer mucho ruido y alharaca. Yo prefiero el remedio de Mimí para esas cosas. En voz alta, se les regaña “ya, hijuepuetas, me dejan tranquila y paran la jodarria”,

Para rematar, estamos en terreno que fue tierra sagrada de indios. Se supone que aquí los chamanes maldijeron al hombre blanco que les dio armas, cobijas y guaro a cambio de sus tierras y maldijeron su Ciudad de rascacielos. Por eso aquí se abre un portal hacia una dimensión malosa.

Yo me salgo a la acera, donde uno de los turistas está consolando a su bebé de 5 años que está muerto del susto y para calmarme llamo al Antídoto y le digo que me está llevando puta. El me trata de llevar de vuelta a la cordura con argumentos científicos. No sirve de nada. Cuando regresé al hotel me salió un señor en el pasillo al que casi mato del susto con mi grito.

Lo demás ya es más tranquilo. Hoteles con cuartos y salones embrujados, parques donde antes había cementerios, el lugar donde inició el incendio de Chicago y la culpable, actual santa patrona de constructores y arquitectos agradecidos. Noto tiendas que no visité, lugares por recorrer en una próxima visita, hoteles más baratos que el mío.

Terminamos otra vez en el lugar de la masacre de San Valentín. El guía nos hace una recreación excelente que me hace sonreír. Me encanta la parte donde Frank, el único sobreviviente, con 23 balas en el cuerpo, sopapeado por la policía en el hospital, dice “Nadie me disparó. Ni siquiera sé nada de disparos”. Omerta paisan, é omerta. Dicen además que Capone murió perseguido por el fantasma de uno de los asesinados, con quien a menudo se le veía peleando y pidiendo disculpas. Un dato curioso: La mafia judía era conocida como la Kohser nostra.

Y lo spooky: Highball, un pastor alemán, vio todo y empezó a ladrar como loco. Los vecinos llamaron a la policía y se descubrió la matasinga. Highball se volvió loco y hubo que ponerlo a dormir. Cada vez que alguien pasa con un perrito por esta acera, el perro se tira a la calle y lleva arrastrado al dueño. Tuvimos la oportunidad de ver esta prueba irrefutable en vivo.

De todas las cosas que asustan, a los únicos que no vemos es a los infames Chicago Boys, muchos de ellos gangsters modernos, con fachada de consultores y oficinas caras que han decidido por el hambre de miles de personas en los países tercermundistas. Esos sí dan miedo.

En dos horas más me voy al aeropuerto. Quiero volver, a esta ciudad y también a mi casa. No sé porqué Chicago no tiene la fama glamorosa de Nueva York o San Francisco. Si regreso, la próxima vez no será sola. Ha sido nostálgico esto de ver tanta cosa diferente pensando en cada esquina que hubiera querido que vinieras conmigo.

En mi vida en una dimensión paralela, yo tengo una mochila, libertad sin límites y recorro el mundo con una libretita. Escribo algo parecido a guías de turistas o columnas sindicadas para los periódicos de América donde les cuento lo que siento y lo que veo y las tonteritas que me pasan. Cambio y fuera.



2 Comments:

Blogger Dean CóRnito said...

Sole, decime, te encontraste a Gasparín en Dao? Por gallina te perdiste una excelente comida... Por lo demás, de verdad que Chicago es como un tesoro escondido, no tiene el glamour de esas otras ciudades que mencionás, pero es verdaderamente fascinante. Creo que el caché se lo quitan los 3.600 km a la redonda de la ciudad donde sólo hay maíz sembrado.... Welcome back!

8:12 p. m.

 
Anonymous Anónimo said...

¿Quién puede ser tan estúpido de llevar a su hijo de cinco años a estas porquerías? Que se jodan la vida ellos, si quieren, pero que no se la jodan a un niño pequeño.

10:54 p. m.

 

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