Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

julio 20, 2006

Remedio contra el miedo

Había noches terribles. Noches en que yo dormía solita en mi cama. Noches en las que no estaba Mimí. Noches en que yo no me atrevía a despertarla a Ella porque me había advertido que estaba cansada. Noches en las que me bajaban las lágrimas del miedo y me aferraba a las sábanas.

Estaba atrapada. Si me tapaba la cara, perdía el momento en que el monstruo me atacaba. Si los abría, lo vería, horrorizada, venir hacia mí. Si cerraba la puerta, nadie me oiría gritar. Si la dejaba abierta, en cualquier momento se asomaría con su sonrisa malvada. Si me asomaba debajo de la cama me lo podía topar de nariz. Si no me asomaba, los tentáculos saldrían despacito, con sonidos pegajosos, para comerme a mí. Si revisaba el closet, lo dejaba salir.

Había defensas, pero poco efectivas. Rezar por ejemplo, pero yo me trababa en el ángel de la guarda y no me acordaba de nada más. Mimí recomendaba encomendarse a mi papá. Yo le hice caso. Muchas veces. Nunca me atreví a decirle que él nunca me vino a ayudar.

Entonces lloraba despacito y cuando me sentía sollozar, hundía la cabeza en la almohada para que no molestar y dejaba un ojito abierto con la esperanza que tal vez Ella, por cualquier cosa, se habría levantado, me oía y se venía a mi lado y espantaba todas esas cosas malas y se quedaba conmigo y me acariciaba el pelo y me decía que me quería y no me regañaba por chuparme el dedo hasta que yo me volviera a dormir. Pero eso nunca pasaba.

Entonces, me cantaba esta canción que les dejo aquí. En otro lugar, allá Plaza Sésamo, todas las tardes Beto se la cantaba a Enrique y Enrique dejaba de tener miedo y yo también.

Eso sí, yo la cantaba en español. Decía algo así como “cuando busco adentro en mi cabeza, en el reino de la imaginación”

Imagination - Bert & Ernie


Here in the middle of imagination

Right in the middle of my mind,

I close my eyes and the night isn't dark

And the things that I lose, I find.

Time stands still and the night is clear,

And the wind is warm and fair,

And the nicest place is the middle of imagination

When ... I'm ... there ...




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julio 14, 2006

Parece que necesitamos otro apretón de manos

Hoy que venía oyendo radio y comentaban del despiche que hay en oriente medio. Hasta ahora los palestinos a nadie le han importado, como bien contaba Sirena. Es hasta que la cosa se pone horrible con bombardeos en el Líbano y columnas de civiles huyendo a Siria que la prensa nacional habla de guerra. Lo otro pareciera o que no son seres humanos o que es simple control de terroristas, que según los gringos, tampoco califican de humanos.

Es un tema espinoso, lo sé. Yo, que por razones particulares siempre he apoyado la creación del Estado de Israel, a veces me encuentro sin palabras ante espirales de violencia en las que todos dicen tener razón o estar actuando por provocación.

Lo que me recordó Amelia Rueda fue esta foto y una de las leyendas urbabas que se cuentan de ella:



Posted by Picasa

Clinton ( certified papucho!), abusando del poder que le daba ser el Mr. President de la única potencia mundial que quedaba, se los había traído del pelo y los había obligado a sentarse y mejor aun, a dirigirse la palabra, para ver si acaso podían llegar a una acuerdo de paz.

Después de varios días de estira y encoge, Clinton se raja y le anuncia al mundo que están dispuestos a firmar un documentito de intenciones al menos y los presenta a fotógrafos de todos los medios de comunicación.

Esta foto registra el momento en que Clinton sostenía a ambos de la espalda para que no salieran corriendo o atajarlos del cogote en caso que le entraran a los manazos.

Arafat fue el primero en estirar la mano. Con descaro, para algunos; con sinceridad para otros. Con el disfraz que lo acompañó sus nueve vidas pero sin los anteojos oscuros grandes del hombre que anunciaba que mataría inocentes como parte de sus tácticas terroristas y con aquella sonrisota que le recuerda a los fans (y a Alf, pero eso es otro cuento) lo mucho que se parece a Ringo.

Rabin debe haber visto esa mano estirada por lo menos unos cinco minutos. Le debe haber buscado la mirada a Arafat y luego a Clinton y de vuelta a la mano. Debe haber hecho el esfuerzo consciente de pensar que no, que la mano que le ofrecían no estaba machada con la sangre de niños y jóvenes y ancianos judíos. Debe haber recordado su lucha por Israel, los días de soldado, su misión en la Europa de la II Guerra Mundial recogiendo niños judíos, los ingresos clandestinos al entonces protectorado británico con barcos llenos de sobrevivientes desde Chipre, las guerras que solo duraron unos días, los colonos, las luchas, las bombas, los muertos, los amigos. Las cosas que sólo él sabía por ser primer ministro. Y debe haber pensado en quitarse. Tanto, que en el video se observa un ligero empujoncito de Mr. Clinton con una miradilla de “No te quitésssss …. Cuidao me hacés pelarme el nance en público!”

Y entonces, pensando que aunque hubiera tanta lágrima y tanto odio de por medio, a los muertos los entierran sus muertos y que a él le tocaba pensar en los que vendrían, en los que heredarían la tierra prometida y de un solo impulso, le dio la mano.

Dice la leyenda que cuando Rabin regresó al lado de su delegación, habían algunos indignados y otros muertos de risa de aquella escena tan forzada. Uno de los más ofendidos por el evento, lo increpó y lo cuestionó, acusándolo de ceder ante la potencia extranjera y vanagloriándose de que él ni loco le daría la mano a ese asesino.

Se armó una discusión de las bravas sobre si procedía o no darle la mano, escupirle la cara, hacerle el feo a Mr. President y a los palestinos, creer o no creerle a Arafat y a los suyos, que si la historia, que si Israel, que si pata tín que si pata tán.

Rabin no decía nada y la discusión se ponía aun más candente. El más ofendido- que dicen las malas lenguas era Shimon Peres- se emperró en que no y que no y que no le daba la mano a semejante terrorista. Que allá Yzhtak si era tan vendido y tan olvidadizo de todo lo pasado pero que no y no y no y que NO.

Ya era demasiado. Rabin entonces intervino. Le puso las manos en los hombros a Peres, para que le pudiera leer en sus ojos azules todo lo que había pensado en los momentos antes, cuando dudó si darle o no la mano y le dijo “Si yo le di la mano- y de nuevo toda la historia y el dolor se registraron en sus ojos- TODOS le dan mano”.



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julio 06, 2006

La paternidad, según el Patán

Dedicatoria: A mi amigo Otrova , firme admirador de las aventuras del Patán y quien tiene el oscuro privilegio de conocerlo en persona.

El Patán tiene un hijo postizo, pero hijo al fin. Ya se sabe que la sangre es lo de menos cuando hay cariño y hay crianza. Es como dos añitos mayor que la suscrita. Y trabajan juntos, así que a veces coincidimos en reuniones.

En esta estábamos solitos los tres, para resolver un asuntico. El Hijo se ve entre inquieto e incómodo y viendo el reloj cada tres minutos. Desde el inicio había advertido que tenía poco tiempo porque tenía que llevar a su bebé al doctor. El Patán, por supuesto, se lo pasó por el arco del triunfo y seguía hablando de cualquier cosa menos del tema mientras el tiempo pasaba.

A las 3 cero cero, el Hijo notifica: “Me voy”. El Patán, visiblemente ofendido por la interrupción y la malacrianza, le dice un “Qué fue?” desafiante con la mirada.

Y el Hijo, hablándome a mí, pero mirando fijamente al Patán, empieza:

Es que les dije que tengo cita con el pediatra. Porque YO soy un papá distinto. Porque YO quiero estar presente en la vida de mi hijo. Porque YO voy a acompañarlo en todas sus cosas. Porque YO voy a estar ahí para consolarlo si llora. Porque YO sí me entero de sus cosas. Porque YO quiero que él sepa que cuenta conmigo y que lo quiero”

Con cada reclamo, al Patán se le iban achinando y endureciendo cada vez más los ojos mientras en la boca se le marcaba una mueca de ironía. Yo me sentía atrapada en una situación familiar y privada, y me puse a examinar con detalle la costura de mis zapatos y a rogarle a quien corresponda que me hiciera o invisible o sorda ante la explosión que se vislumbraba.

Pero como a los ateos nadie nos cuida, el Hijo se vuelve hacía mí y me dice:

“Es que los hombres de nuestra generación son distintos, verdad Sole? El Antídoto es así?”

Ahí se me acabó toda la incomodidad y además la prudencia de no meterme en pleitos ajenos. Oír mencionar al Antídoto y sonreír es ya en mí un reflejo, me suelta la lengua y dije en un solo suspiro:

“Ay zi! Esdelomáslindooooo yomeimaginoqueseráunexclentepapá asícomovos esquequediferen..”

Y ahí quedé, porque el Patán, al ver que se me activó la tarabilla, que no tomaba partido de su lado, y que éramos dos contra Moya (siendo el Moya de ese antiquísimo dicho de Mimí, el supracitado Patán), empezó a despotricar en todo su esplendor lingüístico:

“Maricones, eso es lo que son! Aprendan a ser hombres. Pedazos de hijueputas que los tienen majados esa mierda de que haciendo brete de hembras se hacen más hombres, revísense los huevos a ver si todavía los tienen. Porqué mejor no se la cortan si la tienen de adorno…”

El Hijo y a la abogada nos reíamos tan duro, que antes de caernos del la silla, el Patán nos echó a los dos de la oficina y se encerró de certero portazo.

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Sueño con Mimí

Llamo a mi prima Margo para contarle. Yo sé que ella es la única que entiende. A veces yo también me extraño que después de trece años aun me afecte tanto la muerte de Mimí.

Le cuento que me soñé con Mimí. Siempre son tan vívidos esos sueños. Entro en otra dimensión donde las cosas siguen ocurriendo en otro tiempo, y ahí estaba Mimí, en la cocina de la casa de siempre, esperándome. Me reclama que hace mucho que yo no venía y yo la abrazo mucho mucho. Las dos sabemos que ninguna decide esas visitas. Yo estoy ahí como cualquier otro día, vestida como hoy, después de un día de trabajo y Mimí se ve como siempre, está cocinando, arroz con pollo: “Pelame esa zanahoria. No te comás las pasas.” y preguntándome por todos. Yo me siento otra vez querida, otra vez protegida, otra vez feliz y me da un poco de vergüenza porque ya estoy vieja y no soy aquella chiquilla que necesitaba que Mimí la defienda. Quiero contarle tantas cosas, del Antídoto, de mí, del tiempo que había pasado, de lo mucho que me hace falta. Ella me da en el sueño una mala noticia y yo, de la impresión, me despierto.


Un psicoanalista diría que es la simple manifestación síquica de mi deseo infantil de estar de nuevo con Mimí o la señal de que sigo tramitando su muerte. Una vidente new age, me felicitaría por la capacidad innata de establecer conexiones espirituales y recomendaría tomar precauciones contra males que se avecinan. Mimí, en cambio, me hubiera advertido, preocupada de una potencial panza, que soñar con muertos habla de nacimientos y que hay que comprar el cero ocho en lo que haya: chances, rifas, tiempos o lotería.

Mi prima Margo lo ve diferente. Ella me escucha sin interrumpirme y no me dice nada cuando nota que a mí se me salen las lágrimas. Fija la vista en la colcha de la cama y hace arabescos en la tela con el dedo. Y me pregunta:

“Cómo la viste, Solecita? Estaba bien, ella? Se notaba contenta?”- se interrumpe un momento y sigue, inundada por mi misma tristeza- “Hace mucho tiempo que yo tampoco veo a mi abuela

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julio 05, 2006

El Camarada Patán

Conversábamos el patán y yo animadamente de sociedades y acciones cuando de repente él se desconecta y empieza a tararear “siiiiii quereeeemosssss…”

Yo me quedo helada de la impresión y le pregunto con cautela si él tiene alguna noción del origen de esa canción, el grupo, el movimiento, la ideología o la época, partiendo del hecho notorio de que él, como yo, escucha en las mañanas a Amelia Rueda.

Me responde no con los autores, si no con una confesión pausada e insospechada “Yo era camarada. Amigo de Salomcito. Me identificaba mucho con la causa chilena”. Aclara que no les alcanzaron las bolas para irse de combatiente solidario pero que si tiene una que otra detención policíaca. "Yo también fui joven", me dice en un suspiro.

Se me paran todos los pelos del cuerpo del espanto y lo someto al quiz de grupos, fechas, nombres y eventos. Sale airoso de todas las pruebas.

Eso le levanta sospechas y me dice “O sea que vos además de la foto del Che sí sabes de esas cosas. Con razón nos llevamos tan bien. Yo sentía que con vos yo me identifico”. O sea, se pone incluso suavecito y a hablar de sentimientos.

Me rajo a enumerarle emocionada mis lecturas, aventuras, sueños, marchas y conocidos de la historia chilena. Me pide libros y discos prestados y cantamos juntos Te recuerdo Amanda. Y le pregunto con fingido tono ingenuo: “Y como terminó así, don cosito?”

Y me fusila cuando me contesta con su habitual ausencia de dulzura: “No hablés mierda que vos vas por el mismo camino. Somos de los mismos”.

Machlá, don Cosito y vade retro, que en esta Isla no tienen fuerza legal alguna las sentencias cumplidoras.

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julio 04, 2006

Happy 4th of July

Yo las vi.

Iban llegando una a una. A pie, en el metro, en un busito que las deja cerca.

Se parecen un poco a Ella. Con más de cuarenta, la mayoría con más de cincuenta, una que otra de sesenta. Gorditas, casi todas. De pelo rubio, de tinte casero comprado en una farmacia.

Pantalones anchos y blusas con estampados discretos y colores suaves. Algunas llevan un bolso de agarraderas cortas. Hay un algo en sus ojos. Se llenan de lágrimas, unos. Otros, se llenan de furia.

En la plaza, sacan sus fotos, y se las ponen en el lado izquierdo del pecho con una gacillita, encima de su corazón. Entonces a algunas se les derrama una lagrimita, y otras, de las que aun no derraman la furia, la toma de la mano para darle fuerza.

Sacan la enorme bandera de barras y estrellas. Y como otras madres antes de ellas, caminan en círculos, en el Union Square de San Francisco, pidiendo que sus hijos regresen sanos y salvos. Que les permitan, por lo menos, verlos una última vez y enterrarlos. Sus hijos, desparecidos por otro ejército, lanzados a un mar de arena, al otro lado del mundo, por la libertad y la independencia del país que también, como otros gobiernos antes que él, las trata de locas.

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