Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

marzo 30, 2006

Aniversario

Hoy hace un año se abrieron estas Anchas Alamedas
Y yo empecé a recorrer todas sus cuadras y sus esquinas
y ustedes las inaguraron con sus comentarios.
A todos, todos todos todos, GRAZIAZ.

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El cuarto desordenado

Yo conozco a alguien que cuando estaba en la U, escribía, dirigía, coordinaba y producía las mejores obras teatro para el concurso de teatro jurídico de la facultad. Recuerdo entre risas aquello de “Y el Batman qué significa?” y el encapotado, gordito y pequeño al lado de un Robin demasiado alto, respondía con ánimo de negocio “Bufete Arroyo, Torres y Marín, Abogados y Notarios”, por citar solo una.

Conozco a alguien que en la U que tuvo la paciencia enorme de enseñarle a bailar salsa a una de esas chiquitas comemierda de colegio privado, con sus consecuentes carencias, entre ellas destacaban el ritmo y el sentido latinoamericano de pertenencia. Lo hizo con insistencia, ruegos y convencimientos, superando los prejuicios de aquella comemierda y de paso, aniquilándole uno que otro complejo.

Conozco a alguien que en la U que tuvo la paciencia de leer los primeros intentos de poemas y de cuentitos de alguien que se quería escapar de la vida leyendo. Y los leyó de verdad, corrigiendo y comentando, absteniéndose del ofensivo “muy bonito” con el que se suele salir del paso.

Conozco a alguien que en los paseos de la U a la playa, daba serenatas con los cuatro borrachos que se encontraba tirados por ahí, del mega éxito de la extinta Patada en esa época y al ritmo de Suití: “No me pica más, mosquito con dengue”

Conozco a alguien que en la U me entotorotó para que fuera fiscal de mesa en las elecciones de José María y pasé 12 horas con cinco extraños, examinando cédulas, decomisando armas, tachando nombres en el registro, pasando datos de encuesta casera al pie de la urna, comiendo arroz chino frío y concluyendo que es un milagro que en este país no haya fraude.

Conozco a alguien que en la U me prestó muchos libros, me llevó a ver muchas películas, me comentó muchos sueños y al día de hoy niego a muerte que tengo en mi poder, como en efecto debe haber pasado, el libro de Don Camilo.

El mismo que cuando le hice el aggionamiento resumido de mi vida de los últimos diez años, solo atinó a decir:

ah la gran puta la sobrina del diablo se hizo de izquierda


Que procedo a desmenuzar a continuación:

“Ah la gran puta”: debe leerse como una interjección. Con signos de admiración dobles. Si viviéramos en una tira cómica o habláramos español con el que se doblan las películas, se leería “oh!” o “recórcholis” o “santos cambios saltarinos batman”, pero como lo apuntado es el uso coloquial local. No confundir con referencias a mis costumbres sexapilosas. Ojo que NO dice “Ah. La gran puta.”. La ausencia de puntuación hace TODA la diferencia.

La sobrina del diablo: La suscrita. Sí, los accidentes genéticos existen. Mi papá tenía en vida por hermano al diablo. Qué le voy a hacer… la familia no se escoge.

El diablo: Mi tío. Así, sin asco. Le hace honor al nombre.

Se hizo de izquierda: Es que ese alguien me conoció cuando yo me ponía verde del asco con oír mencionar a Fidel y defendía a muerte ese derecho humano de usar designer jeans y tener opción a comerme medio kilo de grasa con forma de hamburguesa y derechos reservados, por encima de cosillas sin importancia como salud de niños y ancianos y creía que era una injusticia que pasaran los años sin que Reagan recibiera el Nobel de Paz que tanto merecía. Quería un novio marine y vivir en los Estados Unidos. Ergo, cualquier cosa hacia la razón y la civilización es una transformación absoluta y radical hacia la izquierda.

Ese alguien es todos el mismo y ahora tiene un blog que se llama ”El cuarto desordenado”. Pásenle a lo barrido. Que cuando se visita a un amigo, va uno por el amigo y no a auditorarle los hábitos de aseo y ornato.

Vallo: Bienvenido a la blogsfera. Y tenés razón. En una esquina de las Anchas Alamedas hay un salón de baile con los brillanticos y un Vallo diciéndole a la Sole de la U “así, así, girando, pero no! Sin majarme y con ritmo! Te dije que para la derecha!”

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marzo 29, 2006

De plácemes

Fuser está de plácemes. Ya lleva un añito de andar dando guerra por este mundo, destruyendo bolsas de basura, ladrándole a cuanto perro o persona osa acercarse a su feliz, orgullosa y conmovida dueña, destruyendo jardines, destrozando almohadas y libros ajenos, y enemigo jurado de los pafaritos que visitan el patio.




Aquí se le aprecia en su retrato oficial de 1 añito. Convenientemente retenido a la fuerza para evitar fotos movidas.

Ha resultado harto útil para llevar al borde de un infarto a los molestos señores del ejército de salvación que en los semáforos de mi barrio insisten en bendecirme cuando les hago ojos de trueno y me niego tercamente a la colaborada. Gracias a mi perrito, los he podido ver encaramados en el poste de luz más cercano, aterrorizados de terminar de palillo de dientes de mi bebé y faltando a su llamado mandándome a la mierda.

Fuser ha pasado de ser un casi peluche simpático y matón a tener el tamaño de un ternero, pero con la misma simpaticura y matonez del primer día. Tiene una pinta envidiable que ya se deseara más de uno que conozco. Veo otros perros y pienso “Pobres! No son ni la mitad de lindos que mi Zuzú!”. Es un papucho, aunque sea poco elegante que sea yo la que lo diga. Me siento casi como la madre aquella de los Polivoces que le decía a su hijito mientras él se veía en el espejo: “Guapo! Divino! Sireno moreno! Hijo de los dioses!” y él contestaba “ecuánime madre, ecuánime” :


La feliz pareja madre-hijo que les comentaba. Ella está pensando: Hijazo de mi vidaza!


Pues a pesar de sus look mataores que si fuera hombre a escobazos le tendría que andar espantando a las zorras arrastradas que sin duda se agolparían en mi portón, Tito (Fuser, en uno de sus tantos nombres de cariño) aun no sabe para que le sirve la pipí. Se mantiene virgen y mártir salvo por ese affair relámpago con el almohadón de la sala con el que vuelve, supongo, cuando siente esas urgencias tan incompatibles con su estado de niñez perruna.

Fuser se sigue tratando de esconder bajo mis piernas aunque le queda todo el cuerpo afuera. Se me tira encima como si aterrizar en mis brazos y no los dos en el suelo en una relación a lo Dino-Pedro Picapiedra. Salimos a caminar y él me arrastra con su fuerza de toro y me lleva corriendo atrás de él. Se sube a mi cama por ratos en las noches y al igual que cuando era un bebé, cuando me enfermo él no se mueve de mi lado hasta que me ve con otra cara, chupándome la mano de vez en cuando para hacerme sentir que está ahí conmigo.

Adora jugar con una bola a que uno lo persiga y trate de quitársela. Cuando está contento, brinca como con conejito gigante. Le tiene miedo a un poster de Einstein que le cayó encima de muy pequeño. Nunca llora, por nada. Hace ladridos que suenan a renegadera cuando se le regaña y aunque se sienta, se acuesta y camina cuando escucha la orden, es imposible que venga o acuda a mi llamado a menos que a su majestad el ronque la cola o le venga en gana.

Ayer tuvo su chequeo en el pediatra. Ya su problema de cadera está casi superado. Mi perro será apto para reproducción y tendremos nietos en cuatro patas, peludos, cariñosos y guapos como él. No hay que sacrificarlo. Le hicieron la prueba del balazo y ni se inmutó. Me dijo el pediatra que lo lleve a exponer porque en la de menos gana el primer lugar de Mr. Pastor Alemán… se enterarán ustedes por la página que saldría en La Nación comentando tan feliz acontecimiento.

Fuser vino a llenar un enorme vacío en mi vida. Llevaba yo más de 20 años sin permitirme tener un perro, ni quererlo, ni chinearlo, ni hablarle ni cantarle canciones tontas o comprarle juguetitos. Hace más de 20 años años tuve a una perrita espantosa y enana, con look de murciélago que se llamaba Candy.

Volví de la escuela y no la encontré. La busqué por todas partes y lloré. Cuando Ella llegó en la noche, me dijo:

Ya no está. Me dijo que ya no te quería y que se iba a vivir a otra casa. Además estaba enferma y se quería morir en otro lugar que no fuera aquí. Al mediodía la fui a dejar”

Yo me quedé muda. Si hubiera tenido al lado a un traductor simultáneo de lo que Ella me decía, hubiera entendido lo que Ella me/se estaba tratando de decir:

“Creo que ya no me quiere. Me casé con él y ahora dice que se quiere ir a vivir a otra casa, con otra mujer. Me siento enferma y si no fuera por usted y porque no quiero seguir llorando, me echaría a morir”

Desde Candy, le había cerrado la puerta a los perros. Me había negado a la posibilidad de sentir cariño por un animalito. Me engañé diciendo que no me gustaban y disfracé el dolor de un asco que nunca sentí en realidad. Evitaba, de forma consciente e intencional, tocarlos, tenerlos cerca o verlos, para ni siquiera correr el riesgo de encariñarme de una bolita de pelos de cuatro patas que luego quisiera irse a vivir lejos de mí.

Fuser me devolvió una sensibilidad importante, una parte de mí, que a decir verdad, ya me estaba haciendo falta.

Nota de Sole: Hay sentimientos encontrados, lo reconozco. Un perro chineado en un mundo donde hay niños que mueren de hambre no tiene razón de ser. Que coman alimento y duerman en camitas mientras los otros no tienen que comer y duermen donde los ataja la noche es una absoluta injusticia. Pero yo nunca dije que yo fuera congruente en todo. Ya quisiera.


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marzo 27, 2006

Monseñor





El viernes fue 24. El viernes hace dos años, visité por primera vez esa ciudad donde por años él se inclinó ante el poder y se encargaba de hacer bautizos, primeras comuniones y matrimonios de los hijos y las hijas de las catorce familias que lo veían como un empleado más, pero con sotana y capilla propia. Y como les decía que eran todos muy lindos y muy buenos y muy blancos y muy generosos y que para ellos estaba reservado el reino de dios, y que gente como él no se metía ni con política ni con militares ni con guerrilla, le sonreían y le daban permiso de dar misa y de bautizar a sus principitos.

Hace dos años vi su casaca ensangrentada. Su casita pequeña. La cama individual. La bibliotequita de funcionario público con libros de poemas y de Galeano. Su vida austera. La Iglesia donde lo asesinaron frente a las monjitas horrorizadas de aquella iglesia chiquita en un barrio de ricos donde había y hay todavía un hospital de caridad. Y la voz de aquella monja viejita, que me abrió la puerta a la casita con la casaca ensangrentada y me dijo que escuchó chillar al carro que trajo a los asesinos, que vio cuando le dispararon en el momento que él abrió los brazos y cayó hacia atrás y la casualidad divina de que hubiera un reportero de digamos La Nación que le tomara fotos agonizante en lugar de llamar a una ambulancia cuando las monjitas, atontadas del horror, no sabían qué hacer y se abrazaban cerrando los ojos y gritando.

Hace dos años, me paré en el atrio de la catedral y vi en el parque central. Hoy tiene zacate verde y una baranda de hierro forjado y buses y actividad y negocios a los cuatro costados. Pero lo vi como hace veinte años, de tierra seca, rodeado de edificios blancos y bajos, calles estrechas. La voz de Danilo Arias Madrigal y Rodrigo Fournier narrando de los muertos, y de los ejércitos y las personas corriendo en cuclillas para protegerse de las balas, y los gritos y los niños y los hombres desangrándose en un caño e indefectiblemente una mujer, una hija, una mamá una Mimí llorando desgarradora al muerto que le mataban en la calle, que era mejor que morir en la montaña o torturado en alguna cárcel.

Los vi tocando la puerta de la Iglesia para entrar a refugiarse, que entonces sí les abría las puertas porque para que él dejara de bendecir los abusos tuvo que ver a uno de los suyos desaparecido y torturado y muerto y vejado y escuchar las historias de lo que no había querido ver como cierto. Y se convirtió en otro. En otro que sí abrió puertas. Las abría y se ponía de su lado. Las abría y los protegía con el cuerpo. Las abría y ordenaba que en el nombre de ese dios que no tiene otro lugar sino al lado de su pueblo, cesara la violencia.

Hace un año, estuve en un pueblito colonial que se llama Suchitoto que es nahuatl para la ciudad pájaro-flor. Una ciudad que en la guerra quedó abandonada del todo, porque estaba en el medio de la línea de ambos bandos. Una ciudad que fue fantasma y que hoy tiene en el parque un resto de helicóptero caído. En los patios de los restaurantes, bombas que quedaron sin estallar, en las paredes y las calles, todavía los huecos de las balas y en la memoria de cada habitante el recuerdo claro de lo que pasó y de que la lucha no termina. Se saludan de “compañero”. Tienen hijos estudiando medicina en Cuba. Hay cooperativas y tierras comunales. Escuelas de alfabetización. Organizado por ellos y a cómo van pudiendo porque no los financia nadie.

Ese 24 de marzo, el cura de la Iglesia de Suchitoto sacó una manta enorme de ese otro curita. Sacó el altar y un micrófono. Allá subsiste la idea conmovedora de que la iglesia es democráticamente de todos y que no está del lado equivocado. Y llegaron con sus mecedoras y sus sillas, con sombreros, con ropa de trabajo, asoleados, cansados, desde sus parcelas, a instalarse al parque para oír misa.

Yo me quedé con ellos. El curita dio la misa normal, hasta que empezó a invitar a todos a dar testimonio. Uno a uno de la plaza, fueron hablando “Yo lo conocí en la Catedral”, “Yo recuerdo cuando vino a visitarnos”, “Gracias a él encontramos a mi hermano”, “Nos dio comida”,Trabajamos con él por los más pobres”, “Ayudábamos a encontrar a los papás de los cipotes que quedaron abandonados”, “Nunca nos trató como sus empleados”, “Me salvó del ejército” y algunos incluso cantando las canciones que le compusieron al curita que se les quedó grabado.

El cura dijo que oráramos y todos se pusieron de pie y cantaron canciones protesta, no de sumisión ni de redención para la otra vida.

El cura dijo que su obra no había terminado y que hoy se alzaba otro enemigo contra el pueblo pero que escondía su traje de militar tras espejos y cuentitas de colores en paquetitos empacados con letritas en inglés y que se llamaba consumismo.

El cura dijo, entonces, veinticinco años después: “Y que no crean que a este pueblo se le olvida, porque los asesinos de Monseñor, los asesinos de nuestra gente, siguen viviendo impunes entre nosotros

Y leyó, uno a uno, los nombres de los suchitotenses que fueron, son y seguirán siendo traidores.

Nota de Sole: Los recuentos de la Sirena , Sirena por esos rumbos me trajeron estos recuerdos. Gracias Sirena!

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marzo 24, 2006

El Patán y la literatura

El hecho que yo me haya vacunado contra el Patán y se lo haya notificado, no significa que él sepa del efecto y la potencia de la protección que ahora me manejo. O que él se haya tranquilizado. Insiste, a su manera, y me llama, por brete o por cosas como estas:

-Aló?

-Sole? Qué? Todo bien? (Lero, lero, ya no me altera el oírle la voz ni oírlo decir mi nombre)

-Sim… (le contesto, con cierto dejo de “Te das cuenta que me estás interrumpiendo?”)

-Decime una cosa…

-Sim? (el mismo dejo de despecio/superioridad. Ni siquiera le digo, como antaño "Don Cosito")

-A vos te da por esa vara de leer mucho, verdá?

-Esteee… másomenos, sí, porqué? (En realidad es que por desadaptada y tímida me protegía detrás de un libro y eso, bueno, sí, redunda en que alguillo he leído. El Pato Donald y Archie cuentan como lectura. También Escuela para Todos y la revista de Amigos de Tricolín. El libro de los porqués. Almanques y panfletos. La revistucha "Tú". No todo es lectura clásica en esta vida!)


-Te has leído ese libro nuevo de amores y demonios o algo así? Has oído algo de eso?

-Sí. No es nuevo. Salió hace años. Lo escribió García Márquez (silencio absoluto del otro lado)Nobel de Literatura. Porqué?

-Me podrías hacer un resumen ejecutivo? (me lo pide como pediría una opinión de esa licitación que tanto hemos peleado). Ahorranos las habladas de mierda.

Le podría contar de la luz blanca con textura de terciopelo de la Cartagena amurallada, de la casa del Marqués, de la historia que lo inspiró, el descubrimiento en la iglesia vieja, los lugares que aun existen, intactos, en Cartagena, del padre cobarde y creyencero, del médico judaizante, de la historia de América, de los trasiegos de cacao, de los puertos con perros rabiosos y barcos en los horizontes, de los piratas del caribe del misterio, de una mujer que parió a una hija pero nunca la quiso, de la transculturización de la niña pelirroja con corazón y sabor mandinga, de los tambores y los bailes y los esclavos, de los puertos, de las monjas y los obispos y un cura que confunde el amor con la tentación y la exorcisa recitando a Garcilaso de la Vega aunque sabe que no podrá vencer eso, de la burla a la autoridad, al sistema, de las otras verdades, de los esclavos, de los demonios y los amores. Pero recuerdo a quién tengo al otro lado y me convenzo de la futilidad de hacerle entender que hay libros y cosas que más que leerlas, se sienten y me decido por algo en que comprenda en sus mismos términos, algo que él aprecie y entienda:

-Un cura se coge a una chiquita- le digo.

-Y eso es todo?

Lo pienso de nuevo: la ciudad, el sol, la muralla, el calor, el mar, el amor imposible, la poesía. Pero me arrepiento:

-Básicamente…

-Y qué hago entonces? Me lo leo? Valdrá la pena? Conseguímelo, porfa.


Nota de Sole: Y nada de reclamos. Cómo se le explica a un John Wayne-wannabe, un concepto absolutely unbeknownst to him como un sentimiento?

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marzo 23, 2006

Donde

venden todavía marcianitos?

consigo Plaza Sésamo con Abelardo, Paco y el Conde Contar?

quedaron los patos y los cisnes y el estanque del Morazán?

Repiten las obras de Aníbal Reina?

quedó mi primer Marco Ramírez y el hijueputa en la página 117?

está la que fue de colita de fuente de allá donde estaba el chorrito que se hacía grandote y se hacía chiquito?

quedó la que creía?

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marzo 15, 2006

Consultorio filosófico

Querido Diógenes. Tengo 45 años y estoy viejo y enfermo. A estas alturas, se empieza a cuestionar uno de la muerte y la vida y sobre todo, de la primera. Y tengo miedo, no lo niego. Aprovecho para preguntarte, porque quiero tranquilizar mi alma, si la muerte es del demonio. A la espera de tu atenta respuesta, Demóstenes.

Demóstenes, piensa un poco. ¿Cómo podría la muerte ser del demonio? Si lo fuera, sentiríamos la certeza de su llegada y sabríamos sin lugar a dudas cuando está presente. Es igual a la elección que has hecho durante todos estos años entre el bien y el mal. Bien sabes que siempre has sabido lo que estás eligiendo. Hay una presencia, una certeza que te lo dice. Así que a menos que hayas sido un desgraciado, puedes morir en paz. Diógenes.

Mi admirado Diógenes. El otro día, discutiendo con mi amigo Iakobos, le decía que en esta vida se sufre tanto, que pareciera que la vida humana es cosa del mismo demonio. Llegué a la conclusión utilizando la mayéutica y la deducción simple ¿Tú qué opinas? Makarios.

Makarios. Lo primero es ubicarse en el verdadero contexto de la vida humana. Te darás cuenta entonces que no es vivir lo que resulta demoníaco, es el malvivir. Diógenes.

Diógenes, solo un sabio como tú podría decirme cuál es la peor mordedura de todos los animales vivos. Metaxas.

En realidad, Metaxas, es fácil. Depende de la naturaleza del animal. Si se trata de animales domésticos, la peor mordedura de todos los animales vivos es la de un adulador. Pero si se trata de animales salvajes, la peor es la mordedura de un adulador. Espero que te haya quedado claro. Diógenes.

Dime, Diógenes, qué es un hombre sabio. Petalas.

Petalas, aunque suene increíble, la diferencia entre un hombre sabio y un tonto es ínfima, se limita a un dedo. Si un hombre levanta su dedo índice y habla, la gente piensa que es un sabio. Si levanta el dedo del medio, lo creen loco. Te hablo desde la experiencia, Diógenes.

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Debe pasar...

Que cuando uno dice que quiere
y luego se quita
el corazón se vuelve cuita

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marzo 14, 2006

Carta de Platón

O de cómo Diógenes comes back to the Anchas Alamedas with a vengeance!

Te decía, Kostas, querido amigo, que no entiendo porqué, un hombre que evidentemente tiene y usa su raciocinio, me odia. Y no me acuses de imaginarme cosas. No es idea mía. Es un hecho probado, que he visto, vivido y padecido. Otros que también lo han visto, me lo han comprobado. Atenas entera sabe de las groserías y las insolencias de Diógenes y sus intentos infantiles, envidiosos y futiles de demostrar – según él, pobre viejo- que mis ideas son basura, que yo- te imaginas? YO!- soy el equivocado.

Lo conocí hace pocos meses, cuando el atrevido entró sin invitación a mi casa e interrumpió una de mis charlas. Ante el salón lleno de amigos y pupilos, me increpó:

- Tú… eres Platón? El filósofo? el que dice que el hombre es solo un bípedo sin plumas?

- Sí- le respondí, sorprendido de que hubiera puesto atención a mis enseñanzas y hasta dispuesto a aceptarlo si en realidad lo impulsaba el deseo de aprender.

Y entonces Diógenes, en medio de todos nosotros y de mis ojos asombrados, lanzó al piso a un triste pollo desplumado y gritón.

- He aquí el hombre de Platón- le dijo Diógenes a mis estudiantes.

No podría describirte el silencio y el pavor de todos y el olor agrio de su ofensa al sentir que Platón, los comparaba con aquella cosa, ridícula, pequeña y que cacareaba el desnudo de sus plumas.

Por su culpa y su necedad, he debido cambiar mi definición y, en consecuencia, mi concepción del hombre y de la vida. Por ese viejo necio y loco, la filosofía helénica se modifica. He pasado noches enteras dilucidando, corrigiendo y escribiendo los nuevos preceptos y creo que esta versión soportará los ataques de Diógenes. Te la envío adjunta para que te enteres, me comentes y me des tus ideas al respecto. En resumen te adelanto que le he agregado que el hombre, además de ser un bípedo sin plumas, se distingue por sus uñas anchas.

Ya decidí que a mi casa simplemente no puedo dejarlo entrar de nuevo. Bien sabes, Kostas, que soy un hombre sencillo, y que mi casa es tan sencilla como lo soy yo. Solo un capricho me permito: mis alfombras. Las amo porque su belleza, han llegado a mí desde las tierras más lejanas, adornan mi casa y llenan de alegría mi alma. No podría yo querer más a un objeto inanimado, pero hay algo más en ellas, su esencia o algo. No hace falta que te lo explique, porque tú lo sabes de sobra.

Pues Diógenes, el insolente, ensució mis alfombras con sus porquerías, igual que un perro callejero. Nadie pudo vencer el asco para impedirlo y sé porque lo sé y no me digas de nuevo que me ando imaginando cosas, que Diógenes disfrutó mucho de humillarme al hacer eso.

- Vean lo que hago con el orgullo de Platón-decía, no sin cierta alegría.

Yo no le pude decir nada. Le debí haber dicho algo, mostrarme superior, mejor, cuerdo, ciudadano, algo como “Sí, Diógenes. Las ensucias, pero con orgullo de otro tipo”, pero como suele suceder en esos casos, lo pensé demasiado tarde. Mis bellas alfombras estaban arruinadas.

Pero eso, Kostas, no le ha bastado a Diógenes. No puedo impedir que me escuche cuando enseño, sobre todo si es en plazas y en parques y además guardo la esperanza secreta que mis palabras le muestren el camino correcto y le ayuden a salir del laberinto de su locura. No recuerdo en cuál templo, estaba yo explicando que en la realidad, el movimiento no existe y que es una ilusión, explicando y exponiendo las pruebas fehacientes que comprueban lo que digo.

De repente, Diógenes empezó a bailar a mi alrededor, como un poseído, contorsionándose de una forma espantosa. Miraba hacia el cielo y se reía de contento y me desafiaba:

-Dime, Platón, ¿qué es esto que estoy haciendo? Bailando, sí… y lo hago horrible. También, sí. ¡Brillante! Y dime, qué es el baile si no ese movimiento que predicas que no existe?

Diógenes, mi querido Kostas, es un pobre diablo. No tiene amigos que lo protejan, los políticos le cobran sus ácidos comentarios y sus desprecios. Mientras todo Atenas come bien y cada ciudadano tiene leche y pan y miel y carnes sobre su mesa, me han dicho que Diógenes come desperdicios, lo que se encuentra en las calles y en la caridad de manos ajenas y lava lechugas en los baños públicos. Al principio no lo creí y quise ir a verlo. Era, tristemente, cierto.

- Ves Diógenes? si le hubieras rendido tributo a Dionisio el tirano, no tendrías que lavar lechugas- le dije. No fui mordaz, te lo juro. Le hablé desde la compasión de filósofo.

Ni siquiera se molestó en levantar la vista o suspender lo que estaba haciendo. El agua oscura le corría en hilitos por los brazos:

- Si tú, Platón, lavaras lechugas, no tendrías que pagar tributos a Dionisio.

Cuando le conté este incidente a los demás, Aristipo- lo recordarás bien, aquel de la lengua rápida y las alabanzas fáciles, que ahora está en la corte de Dionisio- me dijo que él también se encontró a Diógenes comiendo un triste plato de lentejas que encima debe compartir con sus tantos perros. Sin saber lo que le esperaba, y le recomendó, de buena fe, dejarse de rebeldías y aceptar el poder de Dionisio:

- Si tan solo aprendieras a adular a Dionisio no tendrías que vivir solo de lentejas– le dijo.

- Pero si tú pudieras aprender a vivir solamente con lentejas, no tendrías que adular a Dionisio. Adivina qué escojo.

Ya ves Kostas, la clase de tipo al que nos enfrentamos. Si no fuera que debo mantener esta idea de que soy sabio y compasivo, diría sin pensarlo mucho que es una legítima peste. Dime, Kostas, En tu vida, en tu experiencia, te has encontrado con algo parecido? Has hecho algo al respecto? Tienes algún consejo, alguna sugerencia, viejo amigo? Debo dar la lucha o aguardar en silencio? Si las cosas siguen así, es posible que en el futuro lo recuerden a él como el filósofo y a mí, a Platón, como el loco orgulloso del laberinto de alfombras sucias que vendió su alma por negarse a comer simplemente lechugas.

Un abrazo fuerte,

Platón


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marzo 09, 2006

Día internacional de la mujer- Atrasado.

Esta era mi post del Día Internacional de la Mujer. Iba a ser un post de esos sarcásticos e irreverentes. Iba a contarles, por ejemplo, de que al próximo que en la oficina me felicitara por “mi día” me iba a oír, y le iba a decir entre otras cosas, que si la felicitación obedecía a la condición heroica de tener vagina. Iba a decir que me dan urticaria las feministas y particularmente, las feministas africanizadas y de las maldades que les hago al propio para hacerlas rabiar. Que me enferma entrar a una librería de las de por la U y que me digan compañera solo por ser mujer y que me traten de hacer comprar un libro de género.

Que es distinto a que me regalen un pocholatito el día del abogado porque, al menos, yo escogí estudiar esa carrerra. Ser mujer es algo que me tocó, de lo que no reniego, pero tampoco siento que me da empoderamiento como de superchica ni nada parecido de la alharaca que estaban haciendo ayer en los medios de comunicación como si fuera una fiesta de serpentinas, payasitos y bombitas de colores. Iba a decir que si alguien me regalaba flores o queques como hacen en Cuba, también me iba a oír, sobre todo cuando al día siguiente me siguiera discriminando a su ancha-pancha comodidad.

Iba a explayarme contando que en mi humilde criterio, es posible que sí, que sea machista, que mi Mimí me había enseñado a servirle a un hombre y que eso no me hace sentir menos sino feliz y que lo lamento por las que se lamentan de eso y se rasgan las vestiduras y proponen llevarme a la corte internacional de justicia por perpetuar el sistema de dominación del macho y atentar contra los derechos de voto, divorcio, decisión y propiedad que se han ganado a lucha partida. Que aunque no comparto la parte opresora de los roles asignados por género, cumplo con el mío feliz. Prefiero cocinar que salir a media noche a ver qué es ese ruido. Me gusta aplanchar y no cambiar llantas. Disfruto usando minifaldas y tacones. Que el tico no es machista sino paternalista y que hay una diferencia del cielo a la tierra entre ambas cosas y que si uno cree que el tico promedio es machista espérese a que le toque uno de esos que sí lo son en serio y amucha honra para que se diga “Ay mis ticos! Serán medio maricones y se dejan mangonear, pero los prefiero!” Sí… pormiculpapormiculpapormigranculpa.

Todo eso venía pensando de camino a la oficina, en esas presas interminables que me hacen recordar que hay pocas cosas tan dañinas para la salud mental como esperar en filas igual de interminables, hasta que en la emisora de super hits pop/balada en español, de esas que mis arrogantes compañeros del colegio llamaban “radio porta” y que los rechazados escuchábamos en clandestinidad, oí más o menos esto:

Ay chicas! Aparte que es di-vi-no ser mujer y super chiva por todo lo que implica, porque no hay nada más nais, las chicas somos lo máx… hay que recordar el origen de este día, cuando fallecieron las trabajadoras de la fábrica textil Cotton en New York. Los dueños le prendieron fuego a la fábrica para acabar con la huelga que ya llevaba varios días. Ellas reclamaban una rebaja en la jornada a diez horas.

Y entonces me tuve que tragar todo mi sarcasmo y mi contracorrentismo barato.

Ellas estaban en huelga no por tener más ratito para el café, pintarse las uñas, ir al gymn o hablar con las amigas. No les importaba llegar de noche y salir de noche, sin ver el sol, ni el cielo, ni las nubes, ni sentir la lluvia, o los arcoiris o el viento. No estaban pidiendo sobre sueldos o fincas de recreo. No exigían kotex en los baños o que quitaran al supervisor que las acosaba. No se plantaron en que se usara lenguaje corporativo de ellas y ellos hasta para los periquitos del vecino. No pidieron lactancia, maternidad, permiso para ir a recoger al enano enfermito, seguros, vacaciones, salario escolar, antigüedad, cesantías, o fondo de pensiones.

Ellas querían trabajar, sí, pero un poquito menos. Diez horas. Solo diez horas. Para que me diera tiempo de alistar comidas y comer con ellos. Para decirle al más chiquitillo, como decía Mimí “A ver, piyama, los dientes, a orinar, se persina y dormir!”, para rezar con ellos el ángel de la guarda. Para ayudarle al de en medio con la tarea. Para llegar y no encontrar al esposo, si hubiera, dormido y exhausto o a la abuela que los cuida con cara de ya no aguanto. Para hablar con otro adulto un ratito, frente a una vela, en una mesa y compartirle sueños y planes y cosas de esas que uno habla cuando hay una velita y alguien que lo está escuchando.

Diez horas. De sol a sol, de lunes a sábado. No las 8 de lunes a viernes, con permisos para estudio, horas de jama y cafezazo y tiempo para pajarear revoloteando de escritorio en escritorio y llamar diciendo que no llego porque me majé el dedo chico. Diez horas. Una jornada completa. Trabajo de hombre para ellas, que eran mujeres, mamás, esposas. Humanos.

Ellas no quemaban brassiers en protesta contra el establishment del cerdo chauvinista y andaban en la bamboleadera de un lado a otro creyendo que con eso cambiaban el mundo. Ellas no querían ser hombres y nunca adaptaron los manerimos agresivos, los pelos cortos y las ropas sin forma equivocando igualdad con convertirse en un espejismo del enemigo. Ellas no añoran una cultura de amazonas como la isla de la Mujer Maravilla, sin hombres, excepto para propósitos reproductivos. Ellas no afirman que pueden vivir sin hombres. Ellas no creen que solo una mujer puede darle placer a una mujer. Ellas no defienden el asesinato de una criatura indefensa alegando que es su propio cuerpo y una elección, aunque elijan y decidan por alguien que no puede decir no. Ellas no se identificaron con el agresor. Ellas no defendieron el amor libre para ver después, decepcionadas, que si venía un bebé la única que se encadenaba era ella. Se plantaron y le dijeron “No señor. Yo no me dejo. Por mí, por mis hijos, por las que vienen. Por todo”.

A esas mujeres les debo yo que esté donde estoy y no relegada a ser maestra, costurera, esposa o puta que era lo único que podían ser las mujeres hace setenta años.

A ellas y no a las otras les debo mi educación, la simple maravilla de saber leer, poder votar, manejar, salir a la calle, vestirme como me da la gana, trabajar, mi acceso a la salud, la anticoncepción, la decisión de si algún día me quiero o no me quiero casar.

A esas mujeres es a las que no hay que olvidar. A las que debemos imitar. El camino a seguir. A las otras no las culpo tampoco. Solo cuando avanza hacia algún lado es que se puede perder. Y se requiere ser muy plantado para reconocer la equivocación y retomar el camino.

Y por respeto a ellas me callo la boca y no hablo mierdas ni ataco a las que celebran y me reservé los comentarios de mal amansada cuando, por ejemplo, los mensajeros de la oficina me felicitaron, sinceros, contentos, seguros de que era un detallazo.

He dicho!

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marzo 07, 2006

La llamada

Ella es mi máquina del tiempo.

Nos separamos hace ya bastante, cuando mi papá murió se me murió a mí y se le murió a ella. No solo él murió. Lo que hubiera habido entre nosotras dos, también murió, creo. Se dibujaron las líneas en el piso. No me lo dijo así, pero no hizo falta tampoco “De aquí vos no pasás…”

Me llama, a media tarde, de un número ajeno. De donde mi tía “esa mujer nunca te quiso- escucho en el pasado a Mimí- estando trabajando en el hospital donde vos naciste no le dio la gana subir dos pisos a ver a tu pobre madre, recién parida y yo llevándole sustancias…”.

De ese número me llama. Corta la primera. Insiste en la segunda. Contesto y me saluda, con ese tono que me arrastra hacia atrás en el tiempo

Cómo ha estado?”- me trata de usted. Siempre. Mimí me trataba de vos. Y tenía un nombre especial para mí. Ella no.

Es el tono que me dice que ella sabe que yo le oculto algo. El tono de cuando ponía a sus alumnas a ver mi foto, espiarme y reportarle si me veían por ahí, si desobedecía su orden de andar con tal o con cual, de no tomar licor, de burlarme de la hora cenicienta de llegada, de ir a un lugar. Nunca me creyó que no fumaba ni tomaba. Siempre quiso creer lo peor. Siempre. Me empiezan a sudar las manos. Me siento nerviosa, adolescente, pequeña. Creo, casi, que me da miedo. Esa vieja y conocida sensación.

Alguien me vio. Alguien me vio con él y le contó. Alguien le dijo que me vio sonriendo y ahora me lo va a restregar. Alguien le dijo. Alguien”- me taladra en el cerebro. Se me activan todas las defensas.

Como le contesto con monosílabos, insiste.

Qué ha habidoooo?”

Alarga los finales de las palabras con un énfasis que las hace falsas y a mí me crispa los nervios. Ella sabe que yo con ella no puedo tener lo que puedo tener con cualquier extraño: una conversación. Quisiera responderle, si me atreviera, que desde cuándo le ha importado mi vida, que es asunto mío, que primero loca antes de contestarle esa pregunta, y recordarle que desde esa noche que le paré la mano en el aire, fui yo la que marcó la línea y le dije, con la voz temblando y muy baja “No se atreva a meterse en mi vida. De aquí usted no pasa”. A pesar de que registrara cuartos y gavetas. A pesar de que tratara de descifrar el código jeroglífico de mis diarios. A pesar de que resintiera mis cuentitos y mis poemitas y a Mimí.

Hoy es otra cosa la quisiera decirle.

Usted se equivocó… alguien sí me iba a querer. Usted se equivocó! SE EQUIVOCÓ!” Si me atreviera, se lo diría. Sí. Se lo diría. Y ella me miraría confundida, sin recordar sus sentencias o mi pasado y me acusaría de agredirla.

Ella sabe que yo le oculto algo. A pesar de todo, ella mantiene ese otro sentido que parece se adquiere pariendo. Yo sé que ella sabe que al propio se lo oculto, como se lo he ocultado siempre, no porque sea malo o prohibido, si no porque no me da la gana que haga, como tantas veces, de eso un espectáculo público del que todos se ríen. No se ríen, no. Se burlan. No me importa si piensa que soy rara, solterona, puta o hasta lesbiana. Una vez capan al perro. Una.

No le voy a decir. No le voy a decir hasta que a mí me de la gana… “- pienso, y apreto los dientes y se me tensan todos los músculos y repaso todos los lugares donde he estado y donde me pueden haber visto, los registros de la visión periférica, las caras conocidas, las filas de los cines, los saludos que hice a los que pensé desconocidos, los restaurantes, las autopistas, quién, cómo, el dónde de cómo le llegó el chisme. Pero no me muevo “Todo bien – le digo. Solo un poco resfriada”. La voz me sale rasposa, cauta, tensa, disimulando un casual que no existe.

Se da por vencida y cuelga.

Yo tengo que recobrar el equilibrio, porque a pesar de todo, me sigue moviendo el piso.

No dejés que te afecte- me dice la Sole, racional, adulta, mujer, mirándome a través del espejo.

Vos no entendés- le respondo- han sido muchos años de lo mismo. En las emociones es un jamón ser general. Probá a ser soldado-

Ella ya no te puede hacer nada. Sos adulta- me insiste la Sole del espejo. Me habla con ese tono que tiene. La que es dura para los negocios. La que gana juicios. La que no se deja. La que se impone en discusiones.

Puede. Puede porque yo la dejo. Puede porque por más que yo diga y me enoje, me duele – le digo- pero no la voy a dejar. Esta vez no va a poder conmigo- La Sole del espejo no sabe que eso se lo digo por decirlo, pero no estoy segura de que me lo creo.

Hablás de ella como si fuera algo malo. Es mami- me dice la Sole de cinco años y colita como chorrito de la fuente en la cabeza. Anda en shorcitos y una camiseta de Mickey Mouse. Se asoma por la esquina del espejo. Tiene la carita redonda y los ojitos chinos, con el brillo intacto- Nos canta canciones de Cricri, te acordás?- y me tararea- “Los cochinitos ya están en la ca-ma!Muchos besitos les dio su ma-má!”

La otra Sole le pone atención y sonríe con compasión. Le jala la colita de chorrito de fuente y le dice:

-Y a vos quién te dijo que no pueden ser lo mismo?

Nota de Sole: Sé que es como de terapia. Se que hay gente que se lleva bien con Ellas. Yo no. Sé que es algo que hay que trabajar. Sé que me voy a arrepentir de hablar mierda cuando ella no esté. No la culpo ni se lo cobro, aunque no parezca. Sé que sus errores los redimiré en mi Santiago, cuando llegue el momento. Y sé que hizo muchísimo por mí. Sola. Todo eso lo sé. Pero necesitaba sacarme esto de adentro.

Además, no veo gentes en los espejos, no escucho voces que me llaman y si aun mi pecado es demasiado terrible, los invito a repasar el concepto de licencia literaria...




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marzo 02, 2006

Dos recomendaciones

Primera recomedación:

Harta de ir de shopin para darse cuenta que en este mundo globalizado todos nos terminamos vistiendo exactamente igual y comprando los mismos cacharros?

Deseoso de encontrar cositas y chunchitos radicalmente distintos a las miles de chucherías chinas estandarizadas o de las chucherías caras de Cemaco?

Añora aquellos tiempos en que las tiendas tenían personalidá propia y se le pegaba a uno con las compras?

Defiende usted su idioma (Hay esperanza mientras sobreviva la Ñ) y su color (Café!)?

Se queja de que no hay lugares buenos que no sean establishments del Hombre y que hace falta de esos lugares para los self appointed progresistas que vamos contra corriente? (Nota de Sole: Los peces que nadan con la corriente suelen estar más que en estado de pez, de pescado).

Entonces ESTE lugar es para usté (para mí, ni les digo, adoptada desde el día uno):

Se llama

Ñ


Su lema es: lo que ño se enseña ño se vende, axioma clásico de las relaciones humanas interpersonales. Es lo que explica que usar minifalda no es un vil sometimiento al deseo del macho varón que nos subyuga y utiliza. Es una estrategia de mercadotecnia altamente reconocida y demostrada!

Y se describe de la siguiente forma:

Artefactos ñoños, objetos intervenidos, souvenir urbano, ediciones de arte, ublicaciones, música, performances, exhibiciones, lecturas, homenajes, actos de
repudio y otros eventos extraños.

O sea, perfectos para la que escribe. Mi tipo de lugar.

Entre estos eventos, hay uno próximamente que no califica de extraño si no de gozoso, que si no fuera porque mis poemitas apestan y estoy encadenada al cuento, yo me matriculo. O en la de menos pido ir de oyente. Es taller de poesía a cargo de Luis Chaves, alias Tetrabrik , que es demasiado gato y me recuerda eso de cuando le dijeron a Neruda que si a los 18 años no había leido a Marx era como si fuera analfabeto, porque si uno no se ha leído al menos algo de Luis no sabe de lo que se pierde. Y no es de brocha, es objetividad pura, sin envidia y con admiración.

Ubicado en: el edificio donde toda la vida he querido vivir y a hora al menos puedo entrar a husmear, es decir, costado este de la Casa Amarilla.

No sé si aceptan tarjeta. Pero antes de entregarle su dinero y ahogar su consumismo en porquerías que todo el mundo va a tener una igual (como la pulserita de Lance Amstrong), dese la vueltita por aquí y dele rienda suelta al ejercicio de vaciar la billetera. Al menos sale uno contento.

Hago el anuncio de gratis, no conozco a los dueños ni a los elaboradores de artículos y solo vi una sueta con un escudo de la Guerra Española un día antes de la inauguración y me enamoré. No espero nada a cambio de este alboroto, salvo que todos vayamos a vinear un rato y si les va bien, me nombren cliente frecuente del mes.


Segunda recomendación:

Un blog nuevo de alguien que escribe lindo y lo pone en imágenes (zí, yo lo he visto con estos ojitos tapatíos que se comerán los gusanos... snifff!), La Niguenta .


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