Mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las anchas alamedas por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor.

noviembre 29, 2005

Sole goes to Hooter's

(Disclaimer: Como me hicieron jurar que guardaría el secreto de esta aventura, los nombres, locaciones y acontecimientos han sido alterados para proteger las identidades de los involucrados. )

12 y algo. Medio día. Me armo de tarjeta y celular y empiezo a deambular por la oficina a ver cuál será la pobre víctima de la que me asiré como plantita parásita para no almorzar solita mi ración de pasto de medio día. (Nota de Sole: Prefiero comer pasto que cualquier otra de las porquerías del food court).

Los socios A, F e I, caminan en ese mismo instante por el pasillo que lleva hacia la puerta. Intercambiamos miradas cómplices con pupilas hambrientas. A me increpa directo: “Vas a almorzar?” No me da tiempo de afirmar con la cabeza cuando F me dice entre pregunta y compromiso: “Venís con nosotros?”. I, mucho más cauto y usualmente feliz entusiasta de mi presencia y mis chistes a la hora de almuerzo, baja la voz, se pone la mano en la boca, mira alrededor para detectar moros en la costa y me dice “eso sí… vamos para Hooter’s…”


Pensé que era para espantarme. Buscaban el mismo efecto que decirme “vamos a jamar al sushi de aquí cerca donde sale en setenta y dos mil trescientos veintiocho por jupa, un pedacito de sashimi y un vasito de agua fría” que esto de Hooter’s. Respetuosa y agradecida por la confianza y la sinceridá, les respondo:

Aaaaaah…. Entonces ni se preocupen, yo ahí veo qué hago, me compro cualquier mierda al frente y me siento sola entre un mar de desconocidos, a comerme mi comidita fría y sin tener con quién hablar. Total, que más me da, talvez será mejor, ya sé que sufriré…”

Pero F interviene veloz. “A vos no te molesta, verdad?” Y le dice a los demás alzando las cejas: “Será divertido ver como reaccionan las muchachas con la presencia de Sole.”

Partimos en grupo con un extraño e incómodo silencio. Nos montamos todos en un solo carro y nos dirigimos a una nueva experiencia. No puedo evitar, a pesar de toda mi supuesta apertura mental, sentirme incómoda, ni puedo evitar recordar un episodio relacionado, con el Patán casualmente, cuando comentamos la apertura de ese antro, cuando con un comentario de corte feminista y de defensa del género, tan raro en mí, le espeté:

Es que don Cosito, quién va a meter plata en eso? O sea, dinero en algo que cosifica a la mujer y explota su cuerpo?!?” Para que me respondiera, con su tono ronco y característico: “Ricas todas, ojalá me restrieguen las tetas en la cara.” Y hasta ahí había llegado la discusión del asunto.

Arribamos como partimos, con una extraña sensación de que algo del plan no era correcto. Al entrar lo comprobamos: las meseras del lugar, en su uniforme característico, se vinieron como abejas africanas en mood de ataque a saludar a los comensales con grititos histéricos y sonrisas dizque simpáticas… hasta que vieron la figura de Sole elevarse por detrás de los socios A, F e I, que me miraban preocupados al verse objeto de tan cacareado y escandaloso recibimiento.

“Es que eso del saludo a mí no me parece”- se excusa F

“En Estados no es así”- me aclara A.

“Me pregunto si le harán a todos lo mismo”- filosofa I

Yo, ya acomodada en mi sillita de banco, les respondo, sin cierta sorpresa: “Pucha, me las imaginaba diferentes. Hubiera jurado que la silicona was mandatory, pero vi a un par más bien chupadas”. Nos reímos los cuatro para romper la espesura del ambiente. La risa se muere pronto, como ocurre cuando se finge, y nos clavamos en el amplio menú, pletórico de carnes y grasas.

Una de las muchachas se nos acerca y F le dice: “nos tomás la orden?”. Era rubia, blanca, de ojos azules (Nota de Sole: El Patán me diría y de hecho me dijo cuando le pregunté si eran bonitas: “Qué? Tienen cara?”). Responde con acento fuerte y moviendo mucho las manos “hablou poquitou españollll”. A, siempre cosmopolita, se hace cargo “No problem. We speak english. We are ready”. Y la damita lo pone en su lugar “I don’t take orders” y se aleja meneando el traste. A exhibe su conocimiento del tema “Esa es la que le enseña a los demás. La deben haber traído importada”.

Mientras esperamos la comida, yo busco en que posar la vista. La mayoría de los visitantes son, eminentemente, hombres. Muchos con cámara, ruegan por una fotito a la que accede el cuerpo de camareras y se tiran aplaudiendo y haciendo mucho ruido a colocarse en posición alrededor del pobre idiota que cree que por tomarse una foto se hace más hombre. A los que dicen cumplir años, sospechosamente muchos hoy al mediodía, los ponen de pie en una silla, lo rodean y le hacen un canto a lo cheerleader pidiéndole que haga la danza del japiberdei, cuya letra y profundidad merece plagio:

una alita por aquí, una alita por allá, colita por delante y colita por detrás” con los movimientos asociados de brazos y pelvis.

Las meseras disfrutan corriendo de un extremo del lugar al otro. Hago nota mental de hacer el comentario en mi supuesto programa de sexo de la importancia de usar un brassier adecuado que impida ese tongolelismo gelatinoso (Nota de Sole: A ver, a ver: quién recuerda a Tongolele?) o balanceo extremo. Estoy tentada a gritarle a una “Muchacha, por dios! Agarratelas que se te van saliiiiirrrrrr!” pero me contengo. Allá ella y su abundancia.

Los rótulos dicen cosas ilusas como “we are highly trained profesionals” y sinceramente descriptivas, merecedoras de ser el ejemplo de la autocrítica socialista como “Delightfully tacky, yet unrefined” lo que ya me sospechaba cuando vi que las servilletas era un ROLLO completo de papel de toalla puesto sobre la mesa, o la delicada dedicatoria del baño a Mr. John M. Crapper…Y me sorprende que la mayoría de las muchachas no son bonitas, detecto a dos o tres con panza, y algunas sin delantera. Hay de todas las razas. Creo que una, al menos es operada. Y sí, se me sale lo víbora y me comporto como una mujer comparando y comparándome y qué?

Nos enteramos de estrictas reglas que aplican a las chicas. Ganan por propina. Es parte del asunto sentarse en la mesa con el cliente para tomarle la orden (en la nuestra no se animaron, o sea, les arruiné parte del chingue), andan con hula hulas guindando que yo aposté que se usan para el table dancing. Tienen terminantemente prohibido relacionarse con los clientes. Media nalga afuera, shorcitos de los hot pants, pantimedias extragrueso, tennis blancas y camisetas de media copa (o sea media teta expuesta) es fundamental.

Algunos highlights de nuestra amena conversación:

F se lo toma muy científicamente y con ánimo de antropólogo social:

Hay que dejarse de varas pero hay que tener cierta inmunidad al ridículo para prestarse a esto

Sole, qué tipo de gente se te antoja que viene aquí?” (mientras no para de saludar a los nuevos comensales que van ingresando, conocidos y amigos todos)

Mi hija no quiso venir el otro día porque me dijo que esto no era un restaurante familiar. Tuve que aclararle que tampoco era lo que mami decía y que putero es una mala palabra”.

A creo que entra en shock y trata de desviar la atención de lo que indefectiblemente llama la atención en Hooter’s:

No se han comprado en el aeropuerto un libro que se llama Why men have nipples? Pucha, super interesante, son varas de medicina y sexo y eso de los mitos. Sabían que esa vara de ER de clavar una aguja en el pecho no es cierto?”

Qué patadón del barza! Eso es lo bueno, los teles, la pantalla gigante. Mae, te imaginás? Nos queda super cerca y cómodo para el mundial de Alemania!”

“Yo tenía que regresar a la 1 a la oficina” (eran la 1 y media).

Pero algo, algo revela:

La semana entrante les autorizan la patente para vender guaro, o eso me han contado. También oí por ahí que la gente se ha quejado que de noche hay mucha luz”.

Casi le pregunto: mucha luz como para qué? O es que tienen que estar a oscuras para poder verlas a gusto?

I, más callado, aprovechaba los intercambios de one liners para echarse un ojito alrededor y sonreír entusiasmado y hace comentarios de tinte internacional:

Si uno tiene una novia en otro zipcode no cuenta como infidelidad”

La pegaron poniéndolo frente a un hotel. A mí, si me hubieran preguntado, abro un Dennis

Esos maes parecen turistas… hmmmm. Sip, vienen de Curri a jamar hasta aquí”.


La comida es un asco, a secas. Mi ensalada llevaba unos cuarenta días y cuarenta noches en el congelador y a la lechuga se le nota. Incluir un gajito de tomate, dos tiritas de zanahoria y medio pepinillo de los de las bocas no hace a la ensalada mixta, la hace paupérrima y no le quita la calificación de asco… es además pequeña y carísima. F también se queja del precio, con el incoterm correcto: overpriced. I aporta que es que estamos pagando por algo más que la comida. “Pay to see”- agrego yo, decepcionada -“lo cual me convierte en la única de la mesa que ha sido estafada”

Pienso que es bueno que hayan lugares como ese en San José, que tengamos como pueblo, una mente así de abierta. Fantaseo con un amparo interpuesto por alguna gordita que reclama discriminación por peso o una señora madura rechazada para el puesto por la edad. Me río de imaginar a una pareja típica tratando de bajarse unas alitas: “qué le ves? Pero porqué te le quedás viendo así? Nunca has visto un culo, no? NOTRATESDEDISIMULARSUCIOPERROSPERVERTIDO , qué es la vara si ya sé que te la querés coger, andá y se lo decís en la cara…” y otras linduras derivadas de los celos.

Trato de analizar a las meseras. Será necesidad? Será exhibicionismo? Será que esperan atrapar a uno de esos viejos verdes que les vienen a ver los cuerpos? Tal vez, me digo, tal vez, son estudiantes universitarias que ven en un brete definitivamente lucrativo (Nota de Sole: El patán estima en 2 mil dólares el ingreso por mes) el financiamiento de su carrera de neurocirugía, filosofía clásica o física cuántica…

La idea se me desbarata cuando vienen a recoger el pago de la cuenta. La mesera ve cuatro tarjetas de crédito sobre la factura, se nota que hace un esfuerzo matémático, pero igual, por las dudas pregunta y hace a la vez gala de sus habilidades de Pitagóricas proporciones:

“En cuatro mitades, verdá?”

Solo le falta que al regresar, pregunte: Cuál de los cuatro es Solentiname?


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noviembre 28, 2005

Informe metereológico

En el verano de la vida, llueve todos los días.

En el invierno, llueve todo el día.

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noviembre 25, 2005

Tú taba ahí, chico?

Nota de Sole: La administración del blog Anchas Alamedas advierte que este post no necesariamente refleja las opiniones de este archipiélago y en consecuencia, ni a putas me responsabilizo por eso. Además, cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia. Algunos elementos han sido modificados, exagerados o inventados para proteger la identidad de los elementos involucrados y sobre todo, la integridad física y laboral de la autora. Muchas gracias.

Por razones que no vienen al caso comentar, esta isla, en condición de agente infiltrado, se armó de camisa blanca, un enorme pañuelo rojo, anteojos oscuros de los de dos mil ñacas de la Plaza de la Democracia y me fui de pelotera, infiltrada e incógnita a la manifestación pro TLC.

No voy a analizar si está bien o no, o si yo estoy en contra o a favor, si mi posición es acomodada o sincera ni ningún aspecto político o de fondo. Esta reportera cimarrona se limita a realizar breves comentarios, impresiones como postalistas urbanas de las cosillas que vi ayer y uno que otro pensamiento atravesado:


Espero que la historia no agarre esa mala maña de repetirse. La última vez que un país lationoamericano vio a los patronos lanzarse a la calle, meses después hubo un golpe de estado en un país largo y estilizado como la que les escribe. (Nota de Sole: Sí, sí. No es el único ejemplo y fue, a la vez, distinto. Pero me recordó eso and it gave me the creeps). También porque es evidente como nos fuimos polarizando. Ya para que los patronos, la clase alta, la industrial y el sector de construcción consideren que es necesario salir a la calle, es por algo.

Creo que muchos de esos florsheim era la primera vez que se posaban directo sobre el asfalto de la avenida segunda sin tener de intermediario un BM o un meche.

Habían sectores de la concentración donde todos eran compas. Señaló uno de los asistentes que esa vara parecía el coctel navideño de Amcham (American Chamber of Commerce). Para disimular, todos andaban de gorra, anteojos oscuros, jeans en lugar de trajes Armani y uno que otro en buzo. Tanto, que se tenían que quitar todo el artefacto para reconocer entre congéneres y amigos.

Pos yo, la última manifestación local en la que estuve fue en la U cuando nos iban a quitar presupuesto- justo contra ese señor que está ahí. Qué tal don Thelmo? Todo bien?” (Sole, explicando a un par de adolescentes la dinámica de las masas populares).

Llegaron señoronas perfectamente maquilladas, peinado de salón, con designer jeans y zapatillas de cocodrilos, adornadas con oro y plata y la visera con la que juegan tennis para protegerse del sol y las arrugas y a hacer pelota. Saludaban con besitos en el aire y un leve dejo de disgusto.

Qué diferencia a la última concentración que fui! Estaba en Santiago en un 11 de setiembre y hubo correteadas, gases lacrimógenos y antimotines.” (Sole, rajando de su experiencia en la militancia internacional, con aire de suficiencia, como diría el Quintu).

Yo me agarré con uno que llevaba una pancarta que decía que quería ver a Fidel muerto. Me vio la cara de asco y se me acercó y me preguntó si yo tenía algún problema. Le dije, en voz silbante, que sí, que no toleraba a los gusanos. Me abusé de la condición de mujer porque sabía que no me iba a levantar ni la voz ni la mano. Terminé de rematarla diciéndole que Fidel lo terminaría enterrando a él. Se alejó entre la gente entre incrédulo y preocupado. Un niñito rico alzaba para el helicóptero de Telenoticias una pancarta con la cara del Che y una X enorme y roja que lo anulaba.

El agua, las pancartas, las camisetas blancas y las calcas eran todas gratis….

A ritmo de salsa y de Los Hicsos enterraron un sistema por el que ninguno de los presentes luchó nunca y del que todos se beneficiaron. Había un animador que hacía parecer aquello como un conciertazo del puerto, invitando a las damas a mover el esqueleto con toques sensuales, haciendo bromas insulsas sobre el tren y a los que nos dejó botados y una invitación a colaborar en tiempos ecológicos: “Adopten a un viejo verde”.

Esa vara fue un deséxito. Yo no los puedo obligar a ir y apenas fueron ochenta. Además, no iba a cerrar el chinamo por esa vara. Eso sí, vi a todos los (gente relacionada del negocio) que conozco. Vos porqué putas no me buscaste para saludarme? “ (El Patán, comentando en conjunto anoche los acontecimientos).

Otto Guevara, el mae que hace la publicidad subliminal del sildenafil con aquello de con firmeza y hacia delante (uyyyy papi…) con complejo de legionario de cohorte romano, se esperó a que todo estuviera a full para encabezar una columna como de 50 gatos, que bajó desde la Asamblea Legislativa, cruzando la Plaza de la Democracia hasta caer en medio del alboroto. Llevaban banderas y consignas… y más de un facho se emocionó con la llegada y casi se desnarizan por saludarlo. Por cierto, de lejos no se le nota tanto esa dificultad en mantener el ángulo correcto de sus ojitos cafés que en las vallas publicitarias se evidencia como grosería o descuido del fotógrafo encargado.

A un lado de la barra empresarial, dos señoras humildes y sencillas llegaron a montar sus planchetas y cilindros de gas, y empezaron al palmear la masa de las pupusas que a más de uno le recordó, que a pesar de las apariencias y los pesares, siguen siendo seres humanos. Otros vendían bolis y gelatinas. No faltaron los chiquitines mugrientos y descalzos pidiendo que les regalaran algo. A esos, evidentemente, los ignoraron.

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noviembre 22, 2005

Afírmate ñato...

A mí me van a matar por escribir esta interviú. Primero porque no tiene forma de entrevista sino más bien de mis impresiones personales, como hacen los críticos serios de cualquier cosa y como corresponde al único medio de expresión de este archipiélago.

Y segundo, porque a pesar de peticiones, súplicas, solicitudes, formales prevenciones y demás familiares, la suscrita, apelando a la competencia y protección de la corte bloguera internacional (integrada por los Justices Yuré e Ilanita allá por la Yunai), me he negado, tercamente, a aceptar cualquier tipo de censura previa sobre lo que a continuación se detalla, y que es un placer presentarles, es decir (chan chan chan chan!):


El Tugo: da insai edichon.

Como ustedes bien saben, el origen de esta entrevista radica en los derechos exclusivos que me aseguré allá hace unas semanas cuando el Tugo tuvo con la suscrita la amabilidad inmerecida de visitarme en mi lugar místico y favorito (all you have to do is ask…) y a sabiendas de la infalibidad de mi receta anti light de crepas, le puse la carnada, la mano izquierda aceptó antes de que Tugo pudiera decir que no, y quedamos en fecha y hora señalada.

He de señalar que contra todos los pronósticos, se llevó a cabo esa entrevista y explico el motivo de mi comentario haciendo un breve repaso de nuestra amistad cibernética: Llega Tugo y me deja un comment identificándose como originario del país que llevo en el corazón (CHI CHI CHI LE LE LE). Yo fui una de las primeras en dejarle comentarios en su blog, algo así como que me doy cuenta de problemas tecnológicos para postear una foto. Agarro confianza demasiado rápido y unos días más tarde, de bocona y a raíz de un post de una separación que Tugo publicó, me rajo a decir que eso no dura y me pongo a recibir apuestas de cuánto tardarían en volver. Tugo me ignora con el látigo de la indiferencia por unos días hasta que, cansado de que yo le pida disculpas por todos los medios electrónicos posibles, desde correos hasta blogs ajenos, abre la puerta con chirrido y todo, deja que sople el viento helado y se restablecen las relaciones diplomáticas entre ambas naciones.

Para la convención, aprovechando que en uno de los correos venía su celular, me pongo de sapa a llamarlo horas antes del rendez vous para confirmar asistencia y al contestar me ladra lo que a continuación cito textualmente: “PARA QUE ME LLAMA?? Va a arruinar la sorpresa”. Y así sucesivamente. El recuento anterior, que se podría vender como guión de miniserie venezolana, tiene todo para que nos hubiéramos mandado mutuamente a la mierda hace mucho tiempo. Pero no ha sido así, por lo menos no hasta el momento y yo me sospecho que es por la buena vibra que nos tenemos cariño y nos aguantamos, nos mandamos correítos y nos chateamos.

Pues el día fijado a la hora en cuestión, que por cierto me confirmó con apenas tres horas de anticipación, yo logré atravesar toda la ciudad, completar volando mis compras, empujar a dos viejitas que estaban delante de mí en la fila del supermercado, llegar a mi casa, tirar las bolsas al piso, alistar el neceser del Fusercito, irlo a dejar donde su piyama party, cambiarme de ropa, esconder en el closet la ropa tirada, peinarme las mechas y abrir la puerta confiada en la puntualidad y solemnidad de los descendientes de la Araucanía. Pero cuando abrí la puerta, nada.

La dejé abierta para que refrescara mi carrera y me dispuse a empezar a hacer cualquier cosa para ir adelantando, como encontrar dos tenedores que hicieran juego.

En eso escuché afuera el rasgar de una guitarra y de inmediato tomé las medidas pertinentes. Salí disparada a ponerme perfume en las muñecas, detrás de las orejitas y en sitio incógnito y no revelado, por la duda válida de la identidad del músico. Celular en mano por si había que avisarle al Tugo que cancelada la velada por motivos de fuerza mayor (La cancelación no habría sido descortesía. Se basa en el principio aquel de los arrastrados que inicia así “Si a uno de los dos le sale algo…”)

Cuando me asomé cuál Julieta renovada a mi balcón, ojitos pizpiretos preparados para la batidera de pestaña y suspiro, me encuentro allá abajo, allende del portón y con el guarda del barrio de escolta, a la mano izquierda tocando guitarra como los grandes. Por un momento respiré profundo recordando el numerito North american Woman, me puse en las manos de diosito o de marx y lo que me tuvieran preparado, cerré los ojos y abrí los oídos y esto fue lo que escuché:



Así es, la Sole serenateada, y no solo eso, sino que con una canción del mero mero que es, evidentemente, de mis favoritos. Tras aplauso vigoroso mío con la última nota, pude ver al Tugo, que con en la mano derecha, no solo me hacía señas de que le tirara las llaves sino que me mostraba una bolsa de super con sospechosa forma de botella de vino y lo recibí entusiasmada:

VOYYYYYY- ajé las gradas a brinquitos simpáticos y lo saludé ya en serio y como la gente decente- Paraquétraésesavarasisabésqueyonotomoynodejoquetomenguaroenmicasa?

Pero el Tugo se apresuró a informarme que el sacrificio sería personal de él solito y que me prometía que sus guaros ni eran vaqueros, ni cariñosos, ni extraños así que le firmamos autorización por escrito en tres copias y dos para archivo de que podía proceder al consumo. Acto seguido me hizo pasar el ridículo en el barrio, porque ante la ausencia absoluta de sacacorchos en mi casa, desfilé de puerta en puerta, como borracho en quema, viendo a ver quién me prestaba uno para que Tugo le pudiera dar tanda a la botella. Por cierto que su conocimiento fino de vinos me dejó pasmada. Abre la botella, se sirve, la huele, la mueve (no en ese orden, claro) y sentencia: “Sabe a jugo welch con alcohol de noventa grados”. Mientras él brinda con vino, me advierte que no se puede degustar mi cuchara gourmet de las aguas negras del imperialismo yanqui, aunque sea Light y sin hielo, que es como yo me la tomo.

Nos dedicamos entonces a la cocina. Mejor dicho, yo a la titánica tarea de perseguir a la inquieta mano izquierda, que, aprovechando que Tugo y yo estábamos en animada conversa, corría de un lado al otro comiéndose el jamón en cuadritos, probando las rodajitas de hongos, moviendo y metiendo la cuchara en mis cocimientos, echándole un ojito a mis propias manos para copiar mi receta, revisando alacenas y gavetas y con una neurosis portentosa por lavar platos y dejar todo ordenado (“Entiéndela, porfa- la disculpa Tugo- a ella le encanta que todo quede impeque”).

La cocina de mi casa, como el resto de ella, es enana. Para cortar cebollas el Tugo debe salirse al patiecito. Los tuppers con ajo picado se colocan en cualquier espacio libre sobre la refri. Nos estorbamos entre la cocina y la pila. Hay que estar usando un implemento todo el tiempo porque no hay donde colocarlo. Agacharse es un atentado y a todo esto, la mano izquierda corre de un lado a otro supervisando que todo vaya marchando y recogiendo cuanta cáscara, bolsa, empaque o cuchara vaya cayendo.

A media cocinería, me anuncia el Tugo lo siguiente: “No te lo tomés a mal, pero me gustaría cocinarles para la próxima convención y hasta les ofrezco mi casa- attenti queridos miembros de la sociedá, a todo esto, yo paro en media batida de la mezcla de crepas y cuchara de madera chorreando amenazadoramente en alto, levanto una ceja y le pregunto, muy seria “Eso es una indirecta a mi forma de cocinar?”. Tugo me dice que por eso hace el disclaimer de que no me lo tome a la tremenda, porque cada vez que hace un comentario similar, el chef de turno se siente atacado en su autoestima cocinera. Lamento reportar que no he sido yo la excepción a la regla y acepto feliz las explicaciones del caso.

Tras tres horas de lucha la receta secreta de mi sabrosa salsa está lista. Le ruego a Tugo que me diga la verdad de cómo ha quedado todo y que si no le gusta que se lo guarde para no herir sentimientos ajenos, se retire con fineza y se coma un taco de la mexicana de regreso a su casa. Falsa modestia de mi parte porque en realidad yo sé, conozco y he comprobado el poder gourmet y cuasi orgásmico de mis crepas. Al primer mordisco se disipan las dudas, comemos como cosacos, dos crepas cada uno (calculen lo livianitas que vienen siendo…) no tocamos la ensalada y caemos desfallecidos sobre las sillas.

De postre, llamamos a Ilana, tal y como se ilustra en esta fotografía convenientemente retocada por el departamento de protección de la identidad de este archipiélago, donde salimos los tres (Ilana es la que está en el teléfono). No omito mencionar que este documento histórico fue acertadamente bautizado por el Tugo como “Ke buenas crepas”.




De sobremesa, nos desparramamos sobre los sillones y seguimos con la conversa. Hablamos en chileno. No le digan a Tugo, porque él no lo sabe, pero palabras como fome, harto, pituto, ya, listo, roto, picante, wueón, cabro chico, momio, upeliento, y hasta los insultos, me acarician el alma y el corazoncito, me hacen sonreír y me traen muy buenos recuerdos.

Me interroga por los alter ego reales de los personajes de los que yo les cuento y le aclaro algunas situaciones, le identifico a otros, le revelo cuáles no son ciertos. Le cuento del capitán, de Pico de Oro, del Patán y del resto. Y le repaso a los que de él ya le hemos ido conociendo: el famoso hermano, la lucha, la peque, poli, pipi, las menecas de los momentos memorables y afines, por decir unos cuantos.

Le comento que me llama la atención cómo con esto del fenómeno blogueo, de alguna forma he empezado a ver al sexo opuesto como seres vivos con la particularidad enorme de que tienen sentimientos (Nota de Sole: No generalizoni es prejuicio. Chequen nada más blogs pasados del Patán y después me reclaman). Me dice que es una característica de su generación, que sin ser metrosexuales ni vestirse mariposos, estos hombres están más en contacto con sus sentimientos y necesitan expresarlos, aunque para gente como Tugo, de harto contacto con el campo, esa sensibilidad que otros le reconocen no deja de incomodarle a veces por la duda existencialista de si es señal de talento artístico o simples playaditas. Lo tranquilizo y le aseguro que no tiene nada de que preocuparse al respecto.

Resolvemos el mundo a punta de solidaridades. Llevamos hasta el extremo las situaciones de lealtad a un amigo cibernético. Hablamos sobre la sociedá y esa forma extraña en que nos fuimos encontrando, componiendo, en el aporte tan distinto pero tan necesario que hace cada uno de sus miembros. De cómo nos miran los demás. De si somos o no somos la célula separatista y revolucionaria. Y como eso último nos morimos de risa y nos tiramos almohadazos.

Me propone el ejercicio de escribir algo que se salga de nuestro estilo. Trato de escaparme haciéndole el análisis que me llama la atención cómo Tugo siempre es tan práctico y tan operativo, hasta en los poemas más sentidos y su mano izquierda, inquieta y revoltosa, totalmente hormonal y siempre lista para lo que sea necesario.

Me regala la pintura de una historia en el desierto de Atacama y una visión rosa en medio de un salar que sólo él puede contarlo. Me habla del norte, de Pucón, de Chiloé, de las calles del Santiago de mis sueños. Escuchamos a Víctor Jara, a Lucybell, a Luis Eduardo Aute, a los Parra.

Negociamos intrincadas transacciones de préstamos de platos, tarritos con mi sabrosa salsa, trasiego de música extraña, custodias de casettes con un poema que me mata, trueques de recetas por el antipulgas de Fuser, le hago la boca agua con un libro de un hombre cuyo nombre es, por mil y una razones, histórico y querido, me hace prometerle que le voy a prestar una lista como de quince libros y tomamos nota para no olvidarnos de tanto compromiso.

Yo iba a titular esta reseña “Papi es papi” (a pesar de reclamos, negativas y amenazas de no te vuelvo a hablar) y no sin motivo. Tengo pruebas en otros blogs de propuestas indecorosas abiertas y otras solapadas pero que toda víbora que se de a respetar reconocería como una invitación de alguna resbalosa.

Puedo afirmar con toda la propiedad del caso que el Tugo tiene lo que se requiere para honrar el título propuesto y el comentario que dejó el otro día donde Sirena de cómo quisiera él morir (cogiendo, para que no se desesperen buscándolo), sobre todo cuando como esa noche, pasa tanto tiempo sonriendo. Sirva lo anterior para señalar que esta isla cuenta con amplias referencias de terceros, empíricas y personales (eso es otro cuento) de las habilidades amatorias de los chilenos. Como dice un escritor secreto y de mal comportamiento que los dos de vez en cuando leemos: Solo bueno! Le ofrezco mis servicios de manager para administrarle el ganao y sabrosas recomendaciones sexapilosas de las que hablo en el supuesto programa televisado.

Tugo es el encargado en la Sociedá de juegos, dinámicas y procesos. Impacta de pocas palabras, pero eso es solo cuestión de tiempo. Tiene un sentido del humor ácido y extraño, como el de todos los miembros. Es músico, es poeta, es cantor, es papá, es hermano.

Desde el inicio, era un amigo sin serlo. Creo que ya a estas alturas, podemos dejarlo en amigo, a secas. Tal vez a secas no. Califiquemos el asunto. Amigo nuestro. (Nota de Sole: Yo diría que mío. Así, al egoísmo. Nada de caritas que tampoco es novedad. Sin escenitas, me hacen el favor)



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noviembre 21, 2005

Jerarquías

Llega el Patán y me llama y me dice:

- Entonces mañana a las 10 de la mañana en el INVU. (Nótese que no pregunta ni saluda. Informa)

- Don Cosito- le respondo, dándomelas de educada y comedida- es que ya yo le había dicho a Mengano que de 8 a 11 tengo otra reunión.

- Ya te dije que mañana a las 10.

- Ya le dije que tengo otra reunión.

Se hace un silencio y lo escucho respirar con fuerza:

- Vos tenés que tener claro una cosa: Para vos, yo soy lo más importante. Mañana a las 10- y cuelga.

Yo quedo derretida y feliz porque para yegüitas belicosas como yo no hay nada mejor que un hombre muy macho que sepa imponer autoridá.

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Pobreza, definición de Eduardo Galeano

Los pobres, los verdaderos pobres, son todos aquellos que no tienen tiempo para perder tiempo. Los verdaderos pobres, son aquellos que no tienen silencio y no pueden comprarlo. Son aquellos que tienen piernas pero se han olvidado de caminar, como las alas de las gallinas han olvidado volar. Son aquellos que comen basura y la pagan como si fuera comida. Son aquellos que tienen el derecho de respirar mierda como si fuera aire. Son aquellos que tienen sólo la libertad de elegir entre un canal de televisión y otro. Son aquellos que viven dramas pasionales con las máquinas. Son aquellos que estando entre muchos, están siempre solos. Los pobres, los verdaderos pobres, son aquellos que no saben que son pobres.


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noviembre 19, 2005

Una noticia aparentemente sin importancia

Los periódicos llevan, desde la detención del generalísimo en Inglaterra, más o menos tres años sacando la misma noticia cada tres meses: Pinocho va/no va para juicio. Yo leo el titular, me chupo la noticia entera y me pregunto quién, aparte de lucas como yo o chilenos expatriados leerán la nota con atención o siquiera les importa.

La noticia de hoy, sin embargo, tenía su toque. Como una vez más (ya perdí la cuenta y ya ni me alegro. Porque casi todas duran lo que dure el tribunal superior en dictar la revocatoria) declararon que el Generalísimo no está tan reloco y que puede aguantar un juicio, ordenaron un careo. Antes de entrar al análisis de esa diligencia, no puedo evitar señalar que me llama la atención poderosamente como el Generalísimo está loco para los juicios de derechos humanos pero cuerdo cuando se trata de harina, sobre todo, harina que se le dejó de pagar al Estado Chileno en impuestos para perpetrar el sistema que el Pinocho dejó implantado. Y me da asco. Pero bueno. Sigamos con la diligencia.


Se careó con el Mamo Contreras. O sea, se vieron los dos juntos los tarros en una sala de juicio, ante jueces, periodistas y abogados. La Nación no daba mayor información sino que cae en esa condición tan propia de la sección de internacionales: Uno lee la noticia y se siente como un absoluto ignorante, porque la publican como si uno supiera de quién está hablando, si conociera el contexto, sin resumir los elementos principales e históricos del caso y la mayoría de las veces llenándola de detalles sin importancia que tampoco permiten entender el asunto de fondo ni darle seguimiento. Y al día siguiente, lo mismo.

Pero página 12 de Argentina sí aportó algo. Su pirulo de tapa dice que en la diligencia, cuando le preguntaron a Pinochet si sabía a quién tenía enfrente, oportunidad de oro para hacerse el senil y ridículo, respondió muy seguro: “Sí, es mi general Manuel Contreras” y el Mamo inmediatamente se cuadró militarmente, en un acto de sumisión… (No sé si es solo en Chile, pero los milicos se refieren entre ellos, aunque no los conozcan con ese trato personal de mi sargento, mi capitán, mi esto y mi lo otro)

Yo no me voy a poner a discutir si se conocían o no, quién mandaba a quién, si se daban la manito o era a los besitos, porque estoy segura que la mayoría de gente que leyó esa noticia le pela porque no tiene idea de quién es el Mamo Contreras y ya hasta puede caer en tenerle lástima al generalísimo por viejito y perseguido…hoy hasta me tocó hacerle ojos de trueno a alguien que se reía de la ingeniosa respuesta del generalísimo con ese cuento de “no lo hice y si lo hice no me acuerdo, pero no creo que lo haya hecho y en todo caso tampoco me acuerdo y si así fue, nunca me excedí porque lo hice por la patria y por diosito” que lo hace parecer graduado de honor en la escuela de defensas judiciales de expresidentes costarricenses. Pero bueno. Divago de nuevo.

El Mamo es un asesino y un criminal, con todas sus letras. Fue el dirigente de la DINA a partir del golpe, de la policía secreta chilena. Fue su misión en la vida destruir particularmente a los integrantes del MIR a punta de torturas. El Mamo, personalmente, dirigió la represión y uno de sus centros de tortura favoritos, de los más cabrones de Santiago, era Villa Grimaldi . Su nombre aparece en innumerables recuentos de sobrevivientes, libros publicados, informes rendidos antes comisiones de investigación, juicios, testigos. Recuentos de su crueldad, de su gusto por el dolor ajeno, de su participación directa en los maltratos. Coinciden en que se aseguraba de que los detenidos escucharan su nombre, que supieran quién era y que supervisaba personalmente todo, sonriendo incluso en las situaciones más tétricas. Michelle Bachelet, actual candidata a la presidencia de Chile por la Concertación, por ejemplo, estuvo detenida en Villa Grimaldi , (unos pocos días) y recuerda al Mamo, que hizo de la Villa su centro de operaciones favorito.

El Mamo intervino o por lo menos tuvo que haber aprobado la violaciones con perros, las torturas de parientes enfrente del detenido, la innovación y mejora a las recomendaciones de los gringuitos. El Mamo era el aliento que le soplaba al Generalísimo cuál hoja se movía en Chile para que no lo hiciera sin su permiso.

Villa Grimaldi era una especie de finca en Santiago, con una casa enorme y piscina. Construyeron cabañas de madera de dos metros cuadrados, que llamaban casas chile, donde tenían a los prisioneros como perros. Había y hay hoy una reconstrucción de la torre de madre de tres pisos donde encerraban tres o cuatro en una especie de closet. Los cuerpos o los detenidos escondidos iban a dar a la piscina que la llenaban los fines de semana para el disfrute de los familiares de los milicos. Hay un árbol de dónde los colgaban, para ahorcarlos o golpearlos o cualquier otra idea macabra.

Y antes de que llegara la democracia, se demolió todo aquello. Hoy Villa Grimaldi es un Parque dedicado a la memoria, con los cimientos marcados, con una pared con los nombres de todos los muertos y desaparecidos, con placas por los caminitos donde se honra a dirigentes, con toda la memoria borrada en ese esfuerzo sinvergüenza de hacerse los que nada había pasado.

El Gobierno chileno looks the other way y no hace nada por ese lugar. Se sostiene con donaciones de los sobrevivientes y son sobrevivientes los que custodian el lugar. Se paga cualquier cosa, lo que uno quiera, por entrar, te hacen una visita guiada y no es raro que en ciertos lugares, como en la torre, se les llenen los ojos de lágrimas, les cueste respirar o te cuenten que ellos estuvieron allí, en ese metro cuadrado donde ahora crece el zacate y jamás se lo imagina uno bañado en sangre. Muchos de los sobrevivientes de Villa Grimaldi llegaron a Costa Rica y los encargados del parque te dan la lista y te preguntan si conocés a alguno. Sonríen con tristeza. Y yo no entiendo cómo hacen para volver todos los días, por turnos, según los horarios de sus trabajos, al lugar donde casi los extinguieron.

Los 11 de setiembre, después de la marcha, se reúnen en el Parque y se abrazan y cantan y prenden velitas y caminan y lloran y se reencuentran y se pierden y corean consignas y cantan canciones y se mueren y nacen de nuevo.

De todo eso es responsable el Mamo Contreras. Y eso que me quedo corta. Por eso no es poca cosa la noticia de La Nación o de la Página 12 . El Mamo es un genocida de los que se enorgullece de su labor y alega, y lo sé porque lo vi, con estos mismos ojos, que actuó bajo las órdenes del Generalísimo que se lo dedicó todo a su Creador, a la lucha contra el comunismo internacional, y que por si las dudas guardó sus milloncillos en caso que ese mismo dios de repente dejara de protegerlo. No en vano, la frase favorita del Mamo y la de muchos milicos chilenos es: “Lo malo fue que quedaran mal enterrados, pero están bien muertos”

Esta isla tuvo la casualidad histórica de estar presente en el único juicio penal donde pegaron al Mamo. Donde aparecieron testigos valientes que recordaron haber visto sus acciones y hablaron. Donde nada pudo hacer el carísimo cuerpo de abogados que le pagó el ejército. El único, de casi cuatro mil desapariciones, sin contar torturados, que ha pagado. Lo condenaron a 15 años… pero en una cárcel militar, creada para esos casos, que tiene más de spa de convivencia pacífica que de merecido castigo.

El día que lo detuvieron, La Nación también publicó una de sus indescifrables noticias de internacionales. Afuera de los tribunales lo esperaban una manifestación de los familiares de los detenidos desaparecidos y ex prisioneros, que por primera vez le pudieron gritar a la cara lo que es: “Asesino!”

Nota de Sole: Aquí sepuede leer sobre las formas de tortura y en el enlace denominado "celdas" dibujos de los sobrevivientes .

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noviembre 18, 2005

Mi frijol

Yo la conocí cuando tenía apenas un año y nueve meses. Entonces no sonreía. Pasaba los días seria, triste, o llorando.

Yo le enseñé a hablar, a amarrarse los zapatos diciéndoles que eran orejitas de conejos, a cantar las canciones de Cricri, a jugar mis juegos *:


- Hola don Pepito
- Hola don José
- Pasó usted por mi casa?
- Por su casa yo pasé
- Y vio usted a mi abuela?
- A su abuela yo la vi
- Adiós don Pepito!
- Adiós don José!

Le enseñé a decir te quiero:

- Vos a mí me querés cuanto? Mucho, poquito o nada.
- Mucho!
- Cuánto?
- Hasta las estrellas!
- Tanto?
- Zi, y un potito más.

Le enseñé a comerse las mandarinas abriendo los gajos, a contar las botellitas de los limones dulces, a adorar a las guayabas a repetir conmigo el mantra de los revolucionarios:

Rojo, que es lo mismo que decir camarada, que es lo mismo que decir compañero, que es lo mismo que decir socialista, que es lo mismo que decir zurdo, que es lo mismo que decir rojo, como al principio.

Le enseñé a hacer cara de sorpresa con la boca muy abierta, de risas estrepitosas, de lagrimitas fingidas, de enojos inexistentes, que se cambiaban, en el juego, con pasarse una mano por la cara. A saludar con sonrisa, abrazo y beso. A bailar popotitos desarmando el cuerpo.


Le dije que los perritos iban al kinder con todo y lonchera, que las muñecas hablaban de noche, cuando ella dormía, que de joven yo tuve una escuela de delfines en el fondo del mar con sirenas de maestras y de vieja me hice famosa con mi propio circo de pulgas amaestradas, los payasos más pequeños del mundo, en Asia y Europa.

Es un cliché barato, pero le velé las calenturas y los resfríos. La llevé al doctor. Le sostuve la manita con las inyecciones y en los dolorosos raspones. Le dije que los dolores se garganta se curaban con helados de fresa y marshmellows. La convencí de caminar por el zacate a pata pelada y de dormir sin medias. Le demostré las enormes ventajas de las guerras a almohadazos o de irse a la camita recitando a Topo Gigio. En las noches, yo dejaba de ser atea para rezar con ella un ángel de la guarda para las dulces compañías.

La condicioné para cosas pequeñas como cruzar calles, hacer caso, comerse todo de su platito de bebé. Y también para cosas grandes, enormes: dejaba de llorar si me daba un beso. Yo llegaba al kinder a medio día para que almorzáramos juntas y por un abrazo. La llevaba a la casa, le cambiaba la ropita mojada, compramos juntas sus botitas de hule rojas y aquel patito de peluche que bautizamos Porfirio.

En el supermercado, imaginábamos que éramos dos señoronas fodongas de esas de los pasillos y nos perseguíamos armadas de zanahorias como pistolas. Caminábamos hacia atrás o en pasitos de pingüino por la calle. Yo me sentaba a conversar con ella de cualquier cosa, fascinada en su emoción de contarme de cualquier cosa que había visto el otro día y que a veces se le olvidaba en medio cuento.

Yo la tenía y la tengo siempre presente. En cualquier lugar pensaba en mi Frijol, en traerla de la mano. Dicen que así es como se piensa a un niño. Yo sé que así es como se quiere a un hijo.

Un día, su papá me puso el puñal de la ausencia en el corazón y me obligó a escoger entre formalizar una relación acabada o llevársela a ella a otro país. Y se la llevó.

A mi frijol. A mi vida.

Al principio, me llamaba cada tres meses, cinco minutos ahogados por la larga distancia. La veía en semana santa o en Navidad, en visitas vigiladas, nunca las dos solas, dos horas, como máximo, como a los presos.

Ahora, ni siquiera eso. Mienten los que dicen que la sangre jala. No solo la sangre. Y no siempre tan duro.

Nota de Sole: * Esto es original del Gran Circo Español de la TVE, con Gabi, Miliki y Fofito.

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noviembre 11, 2005

Lo que Nadirah le contó al colibrí

Nadirah se lo contó todo al colibrí:

Me envió un mensaje con un emisario. Le preguntó por mí, por mis destinos. Le dijo, con tristeza, yo me había alejado de él, y que sin decirlo, me extrañaba. Que había algo inexplicable en mí que lo atraía. Que podía hablar conmigo de números, de visires, de poesías. Que a su edad, prefiere vivir sin ataduras y que yo, en cambio, era de absolutos, que no admitía términos medios. Todo eso le dijo. Pero no le dijo que me pidiera que volviera.

Colibrí, yo lo he pensado y podría vivir con eso. Con las libertades acordadas, con los silencios, con la diferencia de edades, con la distancia de ideas. Con que él sea un sultán y que yo nunca sea reina. Con lo que no puedo vivir es con todas ellas. No me basta con ser la favorita. Quisiera, colibrí, pero no puedo.

No me dejan los celos.

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Remedios

El dolor me está taladrando el cerebro.
Bajo, idiotizada, a la farmacia del centro comercial de enfrente
De ese amansa locos no le ofrezco – me dice el taradito que me atiende-
Se lo puedo tener en 10 minutos”
Se me sale la desconsideración tan propia de la educación de princesa:
“Es que el dolor lo tengo ya, no en diez minutos”
Me siento por horas con la luz apagada
contemplando el vacío azul y suicida de mi ventana
me declaro en auto huelga de un día.
Mi amigo Memo trata de animarme
me dice que vio un documental en cable sobre eso de las migrañas
le da varias vueltas a los orígenes, los desencadenantes, el tema del género
y recuerda el remedio: marihuana.
O sea, me seguirá doliendo.

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Al capitán



Me despierto en la madrugada helada de la primavera

Ronronea el calentador y por la ventana, la catedral.

727, Libertad cuatro norte, apartamento 2 B, Viña del Mar.

Leo tu mensaje

(cómo estás?... mi chinita, escribeme. quiero saber de tí)

y explota la certeza de que existe la resurrección de los muertos.

Atrás, en la memoria, mi fantasma corre por el muelle Vergara , para intentar darte un abrazo.

Para qué volvés? Decime

Para qué?

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noviembre 09, 2005

Quinto Misterio Gozoso: Flo y Solecita conocen al Intitulado

(Mood setter: Ya saben que hacer. Play y pásele)



Debe ser porque nunca nos hemos llevado bien. Debe ser por eso que me dejó caer en la tentación, a pesar del rezo, y me harté como tres empanaditas de pino con pebre justo antes de irme a la meme. Debe ser por eso que tuve sueños recurrentes. Lo peor: con segunda parte.

Estábamos la turba: Tugo, Flo, Otrova, Oscar y la que les escribe, sentados en un lugar oscuro y desierto, en incómodas sillas de madera de las que rompen medias de nylon y te obligan a pedirle al mesero un pedacito de tiza para pintarse la raya después de 15 minutos. Hacía frío.

Nos inundaban las botellas, y en esa realidad incongruente que es el sueño, había una taza de té negro. Teníamos un debate acaloradísimo de nuestros futuros, de candidatos, de reglas, de orígenes, de naturalezas, y de cosas menores como escoger entre las empanaditas de plátano maduro con frijol, rebosantes de manteca, denominadas convenientemente Piononos (Nota de Sole: Sacándola del estadio, alguien de la mesa preguntó si eso era un plato chileno, exigiendo traducción simultánea de los chilenofílicos presentes. No revelo la identidad para no exhibirlo en público) o un plato de gallitos mixtos de dudoso origen, particularmente en lo que al salchichón se refiere.

La discusión no llegó a nada, porque de repente empezó a cimbrar el piso y se calló el viento. Y desde las catacumbas que rodean el camino al infierno se empezó a escuchar el sonido inconfundible del galope desesperado de cinco jinetes negros. Los cinco hicimos un silencio absoluto y nos apiñamos en una banca, en tembladera de la expectación, ante semejante espectáculo. Los creyentes se persignaron. Los ateos pensamos que entonces sí era cierto que había un ángel malo. Vi a uno sacando una estampita de la cartera. Yo me encomendé a San Carlos Marx, me escondí detrás de Otrova, me enojé ante la lloradera y les dije en voz temblorosa:


Quién PUTAS lo invocó? AH? QUIEN, pero QUIEN fue? A VER A VER, si tan machito para invitarlo ahora no se me escondan debajo de la mesa - y como la cosa en lugar de parar, arreciaba- A-alguien anda un crucifijo, un porquito de ajo, una biblia de bolsillo? quién se sabe el esalmo ese del señor es mi pastor?

Las luces tilitaron para terminar apagándose como de un tétrico soplido y en medio de la humareda amarillo azufre, las puertas dobles de madera se abrieron de un solo golpe en una rechinadera y entró el príncipe de la hora de las tinieblas, envuelto en una capa larga y negra.


Atrás, aulló penetrante el lobo estepario, anunciando su ingreso, y dejó caer la capa de un movimiento lento que le despeinó el copete a la Flo y a otro lo terminó de consumir en el piso. Yo le dejé a Otrova las uñas marcadas en los brazos. Y me miré y nos miré y nos habíamos convertido en ratoncitos blancos, pequeños y panzoncitos, con los dientitos asomados, sentaditos asombrados ante la aparición que nos honró con su presencia. “iiiii iiiii iiii” decíamos ahogados del susto, los ratoncitos.

“buenasssss nochessss….”- nos dijo

Iiiii iiiiii iiiii y un escurrir de colitas fue toda la respuesta de la mesa.

Soy el Quinto Jinete. El Intitulado (Nota de Sole: Media huevona la aclaración. Como si con toda la logística, despliegue y fanfarria a alguien le hubiera quedado la menor, la menor duda).

Se sentó a la cabecera y nos le acercamos tímidos para verlo más de cerca. Sonreía el Quinto ante nuestra curiosidad y nuestras ratoniles preguntas. Nos filmó con un aparato diabólico quien sabe para el discovery channel de algún círculo de Dante y demostró que como el Niñito Dios, sabía si habíamos andado de malportados.

Nos contó cosas personales que no revelo primero por respeto y segundo por mantenerle el misterio. Flo me susurraba al oído embelesada: “¿Ves que sí lo sabe todo? Nos tenía vigiladas… tenemos una conexión como cósmica con él… como las novias de Drácula!” La mano izquierda de Tugo, que antes del ingreso estaba en una sola habladera a punta de señas, buscaba a tientas en la mesa la botella para calmarse el pulso. El lente de Oscar se abría y se cerraba incrédulo. Otrova rememoraba los primeros tiempos en que lo leíamos de boca abierta y las teorías elaboradas de cómo se vería el Quinto, que flaco, que si camiseta negra, que si barba de chivo, que si libro bajo el brazo. Todos pensábamos que Ilana, de haber estado aquí, se habría muerto, de la contentera, pero muerto al fin y al cabo.

Nos interrogó sobre Yuré. Sobre los posts pasados. Nos reímos mutuamente de nuestros comentarios. Hablamos mucho rato. Era y es un viejo conocido. Ya no es solo un pintor que conocemos a trazos.

Algunas de sus frases célebres:

“Soy un animal nocturno”

“Este es mi cubil, donde todo pasa”

“Yo antes era sano, como Sole, pero luego me convencieron” (y sonrió cuando dijo eso. Les juro que además escuché un suspirito. No del Quinto. De una de las ratoncitas).

“No entiendo porqué me imaginaban macabro”

“Sí, esos son los únicos aretes que tengo”

“Pero porqué todos partían del pelo largo y el candado?”

“No es la fuerza. Se ofrece y lo demás es consensuado”.

Yo les voy a decir como se ve:

Mujeres del mundo, uníos en la envidia de la Flo y la Solecita que al fin lo conocieron. Y por votación arrasadora concluimos que tiene un oscuro encanto que es, por decir lo menos, perturbador (Nota de Sole para Ila: Disturbingly charming, dear. Yes dear. YEAH…). Tanto, que me sospecho que él y el Patán deben ser familia o por lo menos firmaron un joint venture.

Tanto, que cuando lo vimos alejarse y regresar a la noche helada y negra, me pareció que nos cambiaron el soundtrack y en el rincón oscuro del inconsciente, una voz rasposa nos cantaba, cun un sabor extrañamente parecido al de los poemas que nos había dedicado: (esteeeeee... dénle stop al primer soundtrack para apreciar mejor)

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Nota de Sole. Quintu-lein: Después nos arreglamos lo de la comisión por todo el mercadeo. ;)

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noviembre 06, 2005

Las manos del Che

Hoy, en La Nación, venía un reportaje que supongo que a más de un revoltoso de escritorio como yo, les sacó las lágrimas. Me puse, de morbosa, a buscar el reportaje del Clarín de Argentina , y me golpeó de frente la imagen del Che muerto de nueve balazos y los ojos abiertos y tranquilos. Me atropelló una foto terrible de sus manos cortadas, sobre periódicos viejos, entintadas para el reconocimiento. Y me terminó de hincar el relato de que esas, sus manos, las cortadas por cobardes, se las llevaron a Fidel junto con los diarios del Che para que Fidel pudiera creer que habían matado a su hermano.

Imaginé a Fidel en La Habana, escudriñando el mar y fumándose un puro, mostrándose firme en la angustia helada de si lo habrían o no asesinado y en cómo explicarle al pueblo el destino de su adorado Comandante Guevara. Al malparido sin sangre que tuvo la idea del envío macabro a Fidel. Pensé en el nudo en la garganta. En la imagen de Aleida cuando el cuerpo del Che finalmente llegó a la isla, dándole la bienvenida y refugiándose en Fidel cuando la inundaron las lágrimas. En la imponente estatua del Che, alzándose en sus seis metros de bronce, iluminada por el sol, sobre su mausoleo, cuando uno entra en Santa Clara.

Y entonces pensé que el Che no querría que le lloraran su muerte o sus manos cortadas. Que eso querrían los que se empeñan en repetir, desesperados, que él está muerto, acabado y superado. Y para espantar la tristeza, invoqué recuerdos de él que me sacan una sonrisa.

Como su imagen de niño grande, de uniforme militar, sentado en encima de la mesa y no serio y ajeno detrás del atril, para hablarle a las Naciones Unidas. De su discurso a los jóvenes brigadistas que partían a alfabetizar. De ese acento que no era ni argentino ni cubano, sino una mezcla de todo.



De cuando accedió a imitar a Cantinflas, para todos los niños, en la televisión cubana. De la vez que le llevaron un problema serio: los pantalones que se hacían en las flamantes fábricas recién nacionalizadas tenían la condición especial de que no había forma de mantenerles el zipper cerrado. Los bautizó, públicamente, Camilos, en honor al Comandante cuya afición por las mujeres y barbado encanto era conocido en toda la isla. Pensé en el día que conocí su oficina en El Morro, donde tenía un catrecito para descansar cuando le alcanzaba la madrugada. Cuando vi sus cosas, su mochila, sus libros, su radio, un pedacito de media, un puñito de pelo que se guarda en el Museo de la Revolución Cubano.

También evoqué la isla, los pioneritos, la revolución, los 40 años de embargo, la congruencia, la dignidad, el ejemplo. En todo lo que hicieron esas manos.

Y creo que sí, tiene razón Neruda:

“Le cortaron las manos,

pero siguen golpeando”




Nota de Sole: Yo sé que hay mucha gente que está en desacuerdo con Fidel, con el Che o con la Revolución Cubana. Y no me hago castillitos en el aire. Yo, en lo particular, no le pido a la revolución que sea perfecta, le pido que sea revolucionaria. Y al que está en desacuerdo que por lo menos se informe y no discuta desde el implante en el hígado de las mentiras del enemigo (ven? Hasta manejo el vocabulario y toda la cosa! Y no, no me han lavado el cerebro). Por eso, si usted lee esto y quiere decir una grosería de Fidel, del Che, o de la Revolución, aunque esto sea público, absténgase, porfa. Si quiere que lo discutamos como la gente, encantada. Me escribe a solentiname_isla@hotmail.com ( a ver si la estreno).

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noviembre 05, 2005

Para Amaru

Yo odio los beibichauers. Me revienta ponerme vestido y medias y maquillarme un sábado e irme a sentar con otro montón de serpientes a escucharlas tres o cuatro horas quejarse de sus esposos, a compadecerme por mi ausencia de marido o a escandalizarse cuando oyen una mala palabra o un chiste vulgar bien contado. Me enferma que se peleen los arreglos del centro de mesa nada más porque tienen una cigüeñita de cartón y un chilindrín de plástico. Me pongo abiertamente hostil cuando alguien siquiera sugiere que me una a los jueguitos estúpidos de usar chupeta y ponerse mantillas o bailar moviendo todo el traste ante la concurrencia de señoras reprimidas para ganarse un desodorante en spray. Me dan ganas de denunciarlas públicamente cuando se roban embutiéndolos en la cartera, desde el sanguchito de paté hasta la cucharita del azúcar para llevárselo a esa entidad misteriosa que denominan “mis chiquillos”.

Pero voy por compromiso y además para ganarme un derecho: me encanta conocer a los bebés. Acercarme y aspirar ese olor de recién llegados. Tocarles la manitas, que las enrollen alrededor de mi dedo. Abrazarlos muy cerca, maravillarme de su milagro y pensar que sí, que algún día yo quisiera que llegue Santiago. Y hablarles bajito en tonos chineados y decirles que son muy guapos.

Y me gusta cantarles esta canción. O cantármela a mí misma, muy bajito, entre los chineos y arrumacos.

Me gusta, porque cuando la escuché por primera vez, ya vieja, supe que no era una novedad sino un recuerdo de los dos años terribles después de que él se nos murió y antes de que estrenáramos yo papá nuevo y ella pareja. Y los reclamos por las ausencias tan largas dedicadas al trabajo, por no llegar por mí al kinder, por faltar al acto cívico donde salí vestida de ratoncita, por las tardes con empleada o sola. Y la alegría y la ilusión de cuando todas las noches, a las 10, oía el llavín y los pasos y se sentaba en el borde de mi cama y me acariciaba cansada el pelo y me decía al oído que me había traído una caja de mis palomitas de maíz favoritas. Yo me las comía a media noche, frías y grasosas, sentadita en mi piyamita de patitas, china del sueño y despeinada, para hacerle compañía mientras se alistaba para dormir.

Es una canción anónima y latinoamericana, sencilla y vieja, para las desconocidas que educaron y criaron a negritos a huevo, solas, y con gotitas de cariño a pesar de lo agotado. No es para las de las revistas de vidas perfectas, esposos soñados, casas que parecen mansiones y días aburridos de spa, Mercedes Benz y ensaladas con las amigas, brincando de salón en salón de belleza, de dineros desperdiciados y con viajes a otros países para diciembre o para el cumpleaños.

Para Amaru, la canción de cuna perfecta, cantada por el cantor que sabía ponerle notitas de música a los sentimientos:


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noviembre 04, 2005

FELICIDADES!!

Regresó Yuré! Y es papá! de una chiquitina!

Cómo se llama? Solentiname quizás? (jejejejejeje)

Ayelén? (alegría en mapuche)?


Desde aquí, desde esta isla, desde este país, desde este corazón, un abrazo enorme para vos y para tu esposa!

YuréespapáYuréespapáYuréespapá!!!

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noviembre 02, 2005

La lepra

(Nota se Sole: Ahora que gracias a un colaborador me doy el super lujo de musicalizar mis postecitos, los voy a usar de mood setter. Así que giro las siguientes instrucciones: Sírvanse darle play, dejar que la música lo inunde y leer.)



Hoy tenía cinco términos revoloteando en la cabeza mientras forcejeaba con el calendario para contar a dedo y poder anotar las fechas de vencimiento. Llevaba a medio camino la apelación de mi juicio de tránsito, donde constaté que como abogada de choques son excelente bailarina exótica, porque a pesar de que la otra parte no se presentó al juicio, yo perdí.

De repente me detuve en la mitad de la tarde y me senté a observar el ventanal de mi oficina. Es de techo a suelo y da a un patio de luz que me ha llevado al convencimiento de que el arquitecto debe tener tendencias suicidas: veo los cuatro pisos hasta el fondo, con las paredes pintadas de azul, que le dan un aire de cielo o de pecera y no son pocos los que ya han manifestado que les provoca como lanzarse por la ventana y probar si era cierto lo que les mintieron de chiquitos cuando padres sin imaginación les dijeron que no podían volar.

Pues me detuve, me comí una de las porquerías que atrinchero en gaveta con llave para defenderlas de los demás depredadores (mis compañeros de trabajo) y entonces, al no tener nada en qué pensar, traté de evocar y buscar a ver cómo andábamos en el sentimentalómetro con el Pico de Oro.

Y no me registró nada. Ni siquiera la ausencia o la añoranza. Ni siquiera ganas de llamarlo, de hablarle o de verlo. Zero.

Y me quedé pensando que qué triste debe ser eso de sentir que se quiere mucho a alguien, mucho pero de verdad mucho y de repente, en poco tiempo, darse cuenta que ni siquiera se guarda cariño ni por él ni por el sentimiento. Realizar (una alienación. Del verbo darse cuenta as in le cayó la cuora) que no todos los amores son grandes y que muchos, ni siquiera, fieles a su naturaleza de borrón en el cuaderno (habemos-hay algunos con vocación de tachón), vale la pena recordarlos.

Darse cuenta que sí existen los amores minúsculos, que no son invento ni de terapia ni de telenovela. Que somos tan desconsiderados y egoístas de morirnos hoy por vos y mañana si acaso saludarte y en un mes sacarte de mi vida y pretender que nunca más existió.

Siempre me gustó el reclamo ese de cómo-hacés-para-olvidarme,-yo-que-te-llevo-muy –adentro-y-que-jamás-nunca-voy-a-vivir-algo-así-como-lo-viví-con-vos, ideal para la culpa, las manipulaciones y los poemas desgarradores. Y lo peor es que así lo viví antes, en la vida previa a esta, como una hecatombe. Un dolor inmenso. Un adiós que se parecía más a la muerte que a tomar un camino distinto.

Y hoy, que sentadita en mi silla viendo hacia la ventana que debe haber diseñado un arquitecto suicida, me doy cuenta que, como el pollito, no siento nada, me pregunto si es que si se me murió un pedacito de mí, si es que para mí, al menos, él no valía la pena, si yo me estaré convirtiendo en algo tan frío como los otros, que coleccionan amores minúsculos, traidos, acostones, uno tras otro tras otro, los leprosos emocionales, en carrera desenfrenada por relaciones acartonadas para evitar que los alcance la soledad.

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noviembre 01, 2005

Reacciones

Esta ha sido un inicio de semana movido.

Primera
Ayer lunes, a primeras horas, reviso el vicio ese que es el correo del brete y me encuentro con un mail de la Flo que decía, muy serio: Urgente!.

Me quedé helada antes de abrirlo, porque pensé lo peor. Vi que eran apenas las seis de la mañana y pensé en la lista de males que podían haberle ocurrido, mínimo un allanamiento con fuerzas especiales del OIJ, Fiscalísimo General incluido y la necesidad imperiosa de un abogado con experiencia en lidiar con los gorilas del estado. Me enojé con Flo por enviarme un correo que quién sabe a qué horas hubiera visto en lugar de llamarme directo: esunrelajounabarbaridáparaquesirvenlosteléfonosinoesparaurgencias…

Me armé de valor, respiré hondo y lo abrí. Decía:

Urgente! Tenés que ver lo que puso Quinto

Y a pesar de que era solo Times New Roman en la pantallita blanca, pude ver que la Flo estaba en una tembladera, ahogándose de la hiperventilación, buscando alguien que la soplara y recogiendo uno a uno los pétalos que se le cayeron, unos de la vergüenza de verse dedicada de poema y otros en la carrera de avisarnos a las demás.

Sobra decir que le hice caso ipsofacto.

Segunda
Me llama mi amigo Otrova o yo lo llamo a él. Ya ni sé quién llamó a quién porque como pasamos en esa jodedera da igual. Nos damos cuenta a fin de mes cuando nos llega el cobro del celular. Le explico muy seria lo ocurrido, me pide un momentico, se escucha el clic-clic de la revisada y me dice:

“Puta…”- (Nota de Sole: No es que Otrova me diga Puta, ni de descripción, ni de insulto, ni siquiera de cariño. Es que igual que yo es malhabladito y así suele iniciar sus frases, “Puta”. Continúo)- “Necesito aire. Pero, pero ese mae te conoce?”

“Di NO! Cómo me va a conocer si no pudo llegar a aquel sueño, AH?”

“Diay es que parece…”

“MAE! En qué parece? Ah? En QUE? No leíste el poema? Cómo podés decir que parece que me conociera, ah?” (Nota de Sole: usualmente no uso el mae. Solo cuando me frikeo. Ahí me disculpan).

“Es que fijate bien… el mae hasta sabe que sos rezongona y altanera…”

Nos quedamos en silencio.

“Será que nos está proponiendo un menage a four?” (Nota de Sole: Esta presunción la destrozó Quinto en un comment diciendo que no, que era simple agradecimiento. Otra vez será)

La cosa para hacer corto el cuento es que concluimos en que más que lindo, el poema entra en la categoría de los sabros, el más carnal, el más… como dijo Otrova: jíjole!. Elaboramos también de cómo llegó el Quinto al descubrimiento de lo del sadomasoquismo ajeno, pero esa es otra historia que no procede contar en este momento.

Tercera
Yo lo leí y me reí como una estúpida. Y me pasé el día de tan excelente humor, sonriéndole al mundo, contando mis chistorestes, haciéndome la graciosa, saludando a los extraños, simpaticona, tolerante y agradable, con empuje para el brete, acomodé mi oficina, le di el día libre a la asistente. O sea, hasta terapéutica la cosa. Improvisé en forma brillante y audaz en el programa de TV, hablé como si toda la vida me hubieran filmado y para hacer el pase a la sección de poesía, me rajé a decir, en vivo, lo siguiente:

Hoy, justamente hoy, me contó un poeta que hay placeres que le están vedados a los mortales. Por suerte la poesía no es uno de ellos.

Mi amigo M llegó a la conclusión que ayer fue uno de esos días en que yo ando con mi ánimo de muppet que se distingue apenas de la manía por la condición de insoportable. Y me decía: Decime qué te pasó hoy. Pero decime. Nada, nada. No me estás diciendo la verdad. Decime. Y yo: Nada, que nada.

Ahora, sentada frente a la compu que reemplazó a la fallecida y atacó mi bolsillo sin piedad (cuándo irán a inventar las compus piratas, cuándo?) veo alrededor de mi cálida oficina, la que tengo en el kinder y calculo cómo se verá enmarcado, este cuadro que me dedicó un pintor que solo conozco en trazos.

A Sole
Vos sos la amante ingrata.

¿Qué es tu vara,
altanera,
qué es eso,
esa belleza
tan impropia
de las mortales?
¡Ingrata!
Y lo peor,
lo sabés
y ése es tu estandarte,
junto a la lengua afilada
y al empuje de Atenea.
Amada,
dejate desnudar,
no soporto más esta espera,
este crujir de dientes
que es el verte
y no tocarte,
rasgarte de un beso,
entrar en vos como una lanza
y darte a conocer
lo que está vedado
a los mortales.

A Quintu: Graziaz sonrojadas!

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Decreto

Solentiname, a las veinticinco horas de un día que se me escapa.

CONSIDERANDO

Que primero la niña se le acercó a saludarla porque llevaba todo el día de no verla y en lugar de un abrazo recibió un regaño cruel por llevar puestos aretes de plástico ajenos.

Que posteriormente la niña intentó abrazarla a modo de disculpa y ella, como rechazo, le pellizcó con fuerza uno de sus brazos, provocándole un morete y la alejó de un solo empujón.

Que la niña rompió en lágrimas mientras escuchaba sus insultos y no hubo nada que ocurriera que le confirmara que era solo una pesadilla.

Que la niña no entiende ni entenderá jamás que ese momento es solo una prueba más del desamor de la que la parió, la amamantó, la cuidó y luego la olvidó.


DECRETO
Se prohíbe terminantemente a las chanchas dar a luz, criar o educar seres humanos.

He dicho.

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